[Capítulo XXXVI]

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Ocurrió en cuestión de segundos.

El balón seguía botando cuando Cecilia abordó a Lara, luego de que el profesor Díaz les pidiera un minuto para resolver un asunto importante con el director. Diego aprovechó la situación para ir a las gradas y descansar —su condición física se había deteriorado, por lo que se cansaba muy fácil—; estaba sumergido en su mundo que solo prestó atención a Lara cuando fue empujada con violencia al suelo.

—¡No te vuelvas a meter con mi novio! —gritó Cecilia, perdiendo los nervios a pesar de estar frente a toda la clase. Lara se quedó callada en el piso, sin atreverse a levantarse.

Diego tardó en llegar hasta ellas cinco segundos tras darse cuenta de lo que ocurría; no era un juego ni había sido un accidente.

—¿Estás bien? —le preguntó a Lara; la ayudó a ponerse en pie y, viendo que no obtenía respuesta alguna de ella se giró hacia Cecilia—. ¿Qué ocurre? —Aún le sorprendía cómo su tono de voz se volvía ronca cuando se dirigía a sus compañeros.

Cecilia tenía el cabello castaño con mechones lila atado en una cola, los labios fruncidos y la cara roja como tomate. Al ver al rey frente a ella, se llevó una mano al pecho con miedo, pero mantuvo su expresión alterada.

—¡Pregúntaselo a esa zorra!

De lo que Diego recordaba, Cecilia Torres siempre había sido una compañera amable, apartada de cualquier tipo de conflicto, en ocasiones hasta charlaba con los nuevos para que no se sintieran incluidos; jamás había tratado mal a nadie. Su novio era otro tema. Era un chico dos años más grande que ella llamado Andrés, al que había conocido en su primer año. En su tiempo en Roochemore, habían sido la pareja más melosa, pues nunca se separaban; aún él yendo a la universidad seguía visitandola en la escuela. Y, pese a que tenían una relación "estable", Andrés era un tipo desagradable; se creía el mejor chico solo por tener dinero y se la pasaba acosando a estudiantes.

Nadie entendía por qué un ángel como Cecilia —callada, educada y amable— salía con Andrés —estúpido, matón y pedante—. Bueno, aunque lo mismo pensaban de Liliana y Diego cuando eran novios.

—Te lo pregunté a ti, contéstame tú. —Sostuvo a Lara con delicadeza.

Cecilia bufó.

—¡Que esta besó a mi novio e intentó acostarse con él! —Apretó la quijada—. ¡Y todavía tienes el descaro de saludarme tan campante!

Lara salió de su trance y se detuvo para observarla a profundidad, como si no pudiera creer lo que le estaba recriminando.

Sus demás compañeros se concentraron en ellos. El murmullo de unos repetían las palabras "puta" y "buscona".

—Para tu información, el que me buscó fue él, no yo —informó Lara, Diego se percató de que tenía los puños apretados.

—¡Quien te crea sería un estúpido! ¿O es que tengo que recordarte que me pedías con insistencia conocerlo luego de que te contara sobre él? —Dio un paso hacia Lara, pero Diego se interpuso, temiendo que fuera a atacar de nuevo—. ¡Fui amable contigo todo el tiempo! ¡¿Por qué lo besaste?! ¡De no haber sido por él tú seguirías sonriéndome como una estúpida hipócrita!

—¡Para ya de insultarla! —la defendió Diego.

"¿Por qué nadie trata de ayudar a Lara? ¿Dónde están sus amigas para apoyarla?"

Volteó a los lados, intentando saber dónde estaban las chicas que hablaban con Lara en cada clase. A Diego se le pasó por la cabeza que no compartían Educación Física con ella, sin embargo, reconoció a una de ellas, la que Lara había tratado de convencer de que en realidad sí eran amigos el día de la orientación vocacional; la chica estaba al fondo de un grupito de chicos, viendo la escena en silencio.

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora