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—¿Nervioso?
—No es la palabra. —Alexander dejó escapar un suspiro, agotado.
—Alexander Mateo Vázquez, ¿estás nervioso? —Diego se rio sin dar crédito de lo que presenciaba.
—En absoluto, solo... —Pero no podía negar lo evidente—. Mucho. —Se giró hacia su novio—. ¿Qué tal me veo? ¿Crees que es apropiado? —Abrió con exageración los ojos—. Ay, no, ya hablo como mi padre cuando ve a mis abuelos maternos. —Se pasó una mano por el cabello para aplacar los rebeldes cabellos que se levantaban, dándole un aspecto un tanto desprolijo—. ¿Por qué me pasa esto? Conozco a tu madre y, oh, Dios sabe que he tratado con tu hermano. No entiendo por qué estos nervios repentinos.
Diego acomodó el cuello de la camisa de Alexander.
—Me parece que es normal. —Abrazó a su novio unos instantes—. De hecho, si mi madre no hubiera implicado las palabras "cena formal", estarías más tranquilo.
El rey se había ofrecido a ir por Alexander hasta su casa —más que nada para escapar de las insistentes preguntas de su madre—, y ahora los dos llevaban quince minutos frente a la puerta de la casa de Diego.
—No estoy muy seguro si tu madre entiende que aún no anunciaremos nuestra boda. —El principito apoyó la cabeza contra el pecho de Diego, rindiéndose ante los nervios—. Jamás he estado tan preocupado por dar una buena impresión como hoy.
—Tranquilo. —Dio suaves caricias al cabello de su principito—. Todo va a salir bien.
—Supongo que debo creerte...
—Confío en que sabrás manejar la situación.
—Okay. —Asintió con la cabeza. Se despegó de Diego con un brillo de determinación—. Será una cena genial, ya lo verás. —Tocó el timbre sin dudar—. Antes de entrar, ¿hay algo que deba ocultarle a tu familia?
—¿Aparte de que eres parte de la realeza? Nada.
En ese preciso momento apareció Juliana, emocionada. La mujer traía puesto un vestido azul suelto, tacones negros de apenas cinco centímetros y el cabello recogido en un moño. Dada la rutina de Juliana, nunca tenía tiempo para verse arreglada del modo que ella quería; sus conjuntos eran seleccionados para caminar durante seis horas por una oficina, por lo que el glamur quedaba en segundo lugar.
Alexander abrió ligeramente la boca ante la sorpresa que le suponía ver que la mujer había logrado realzar su belleza aún más. Dio un carraspeo antes de poner una expresión neutral.
—Buenas noches, señora. —Le tendió el ramo de flores que había comprado horas antes—. Luce estupenda.
—Buenas noches, Alex —respondió, cortés, pero nadie perdió de vista que trataba de contener su alegría—. Muchas gracias por el cumplido. Ustedes dos se ven adorables.
"Adorable no es la palabra que usaría para describir cómo se ve Alexander con ese traje".
Tras cumplir con los protocolos de bienvenida, los tres se transportaron hasta la sala, donde ya se encontraban Mauricio, Javier y Enrique. El Mendoza menor estaba comentándole algo a su tío con una mueca de asco mientras se acomodaba la corbata roja que su madre le había obligado a usar; Enrique asentía de vez en cuando. Javier, en cambio, mantenía la vista fija en su celular.
Al verlos llegar, los tres hombres dejaron sus actividades y prestaron atención a la pareja y a Juliana. Diego agradeció que fuera su familia, o, de lo contrario, estaba seguro que un ataque de pánico aparecería en cualquier segundo al recibir tanta atención. Por el contrario, Alexander —que ya no parecía tener miedo alguno— mantenía su sonrisa y se erguía como si todos ahí hubieran anhelado su presencia.
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Rey Busca Líos
Teen FictionDiego es conocido como el Rey Busca Líos de la preparatoria Roochemore. Quien, según los rumores, es un pandillero que no soporta que invadan su espacio personal. Por esa razón nadie se explica cómo Alexander, el chico nuevo, ha conseguido hablarle...