[Capítulo XXXVIII]

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—De verdad no te entiendo —comentó Santiago, con los brazos cruzados en medio de la habitación en la que dormía Alexander.

—¿Qué es lo que no entiendes? —respondió sin despegar la vista de su laptop.

—En realidad, creo que sí te entiendo —dijo, con cautela. Cerró de improviso la laptop—. Pero, ¿desde cuándo?

Alexander se rascó la frente, divertido.

—Me parece excelente que me entiendas, así podrías explicarme qué entiendes.

Se levantó de la cama, fue hasta su mochila que se encontraba colgada sobre la puerta y colocó los cuadernos sobre el pequeño escritorio de madera. Ya tenía definido el tema que quería investigar para la tarea de Biología, y pretendía redactarlo ya mismo, antes de que las ideas se mezclaran.

¿Una de las razones por las que Santiago era su mejor amigo? Al igual que el Príncipe Narciso, un método de entretenimiento era hacer la tarea. Su amigo, pese a estar en otro continente, se había negado a abandonar la escuela, por lo que le pedía a su maestra particular que le enviara los trabajos y libros que tenía que revisar. Fue imposible convencerlo de asistir con él a Roochemore. Aparte de que creía innecesario matricularse en una escuela en la que estaría "unas cuantas semanas" —esa justificación la dio al llegar a Kalleha—, creía que usar el dinero de sus padres para entrar era una falta de respeto a la prestigiosa escuela.

—Alex, sabes de lo que te hablo.

—¿La verdad? No lo sé. He estado ocupando mi mente para pensar en la situación de Diego, en las tareas y en mi familia; mi ingenio está un poco oxidado.

—Lo voy a decir, pero no quiero que evadas el tema, por favor. —Se humedeció los labios—. ¿Te gusta Diego? Y no me refiero a gustar como amigo... ¿Te gusta románticamente?

El principito dejó a un lado las tareas. Y el silencio que dejó pasar entre la oración de Santiago hizo dudar a su amigo con respecto a si lo había escuchado. En cuanto se dispuso a repetir la pregunta, la sonrisa distintiva de Alexander se dejó ver; al principio tímido, aunque se volvió una sonrisa decidida al cabo de un segundo.

—¿Qué pregunta es esa? —Apartó la silla del escritorio para sentarse. Hojeó el libro de Biología hasta dar con el título que necesitaría para su proyecto.

—¿Eso qué quiere decir? ¿Cómo que qué clase de pregunta es? ¡Una muy importante! ¡Así que por favor, dame una respuesta menos ambigua! —Levantó los brazos en un gesto de exasperación—. ¿Te gusta sí o no?

—Por supuesto —dijo sin el menor remordimiento por lo dicho. Su voz reflejó cariño y ternura. Eso preocupó a Santiago.

Hostia puta —se le escapó decir.

Alexander no pudo más que reír; Santiago era cuidadoso a la hora de sacar a relucir su acento frente a él.

—¿Tan mal te parece que me guste? —Siguió riendo.

—Qué va. No. Nada de eso, perdón. —Caminó hacia Alex y así hablar de frente—. Eso me parece genial, es un chico espectacular. Lo que me da miedo es que cambies los planes de regresar a España por tu enamoramiento. Si tus padres y abuela te dieron permiso para quedarte un tiempo, es mejor seguir sus indicaciones, ¿no te parece? ¿O es que tienes pensado hacerte su novio? ¡Borra esa sonrisa de atortolado!

—Relájate. —Lo tomó de los hombros—. Me preguntas si tengo planeado hacerme novio de Diego y la respuesta es sí. —Santiago retiró las manos de Alex—. Aunque eso sería solo en caso de que también le guste.

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora