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—Dios, digo, eh, Diego, no, eh... ¡Alex! —exclamó Santiago, con otros dos desorientados chicos a ambos extremos suyos—. ¡Vuelvo luego!
Tuvo cuidado para no chocar con Diego al salir, le ofreció una mirada de disculpa y —tambaleándose— llegó al elevador. Lo último que el rey alcanzó a distinguir de Santiago fueron sus manos que subían y bajaban al compás de su respiración, como si eso lo ayudara a creerse la escena que había presenciado.
"Mierda. No me dejes solo".
Se mordió el labio sin atreverse a ver a Alexander. El cactus continuaba en sus manos, por lo que no tuvo inconvenientes con preguntarse qué hacer con ellas.
—¿Es para mí? —dijo Alexander.
Diego lo miró extrañado, había estado tan sumergido en sus pensamientos que llegó tarde a la conversación. Cuando sus ojos se enlazaron por segunda vez en el día, la respiración se le cortó.
—El cactus. —Señaló con el dedo la planta—. ¿La trajiste para mí?
Podían tacharlo de iluso, mas Diego notó que la oración estaba impregnada de entusiasmo. No. Tenía que poner los pies sobre la tierra, centrarse en lo importante que era aclarar las cosas con Alexander y luego hacer una complicada elección.
El rey asintió con la cabeza.
—Pasa. —Diego lo hizo en silencio—. ¿Quieres algo de tomar?
"Me gustaría irme, prefiero quedar como un maleducado a cagarla con mis estúpidas palabras".
Le estaba dando la espalda a Alexander, por lo que tuvo un poco de coraje para hablar.
—No, gracias. —Aclaró su garganta ante la vergüenza de que su voz sonara chistosa—. Mmm, feliz... cumpleaños.
—Gracias. Eres la primera persona que me regala un cactus. —La revelación del principito le sentó mal a Diego. Había sido estúpido comprar precisamente eso—. Me recuerda a R2D2. —Alexander caminó hasta su lugar, tomó la maceta y ladeó el rostro—. Sí, es una forma abstracta de verlo, pero se parece —sonrió.
Tuvo que tragar saliva y así evitar que sonidos nerviosos salieran de su boca. Al mismo tiempo que su garganta se humectaba, Diego hizo un descubrimiento que apagó la insignificante alegría que se había dejado ver en su interior; un mes antes, Diego habría bromeado con Alexander sin parar, tomando como objeto de burla hasta las pestañas rizadas del principito, porque cada momento que pasaron juntos estuvo lleno de conversaciones, sin importar que Diego lo acabara de conocer y su timidez le impidiera hablar con desconocidos tan fácil. ¿Querría el principito ser amigo de su versión sombría?
—Lo que me agrada más es saber quién me lo regaló —añadió—. Gracias.
"Soy absurdo, Claudia. Miro a este chico y suspiro sin darme cuenta. Aunque preferiría huir o golpearlo, estas palabras dejan de tener coherencia en mi sistema, se borran y me dejan a la deriva de un tonto corazón que está perdido, como un naufrago. Perdí el timón del barco, las olas me guían ¿y sabes qué me da más miedo? Hundirme en falsas esperanzas".
—Quiero hablar sobre lo que pasó. —No supo cómo abordar el tema sin divagar, por lo que optó por ser directo—. En específico quiero saber qué tan arrepentido estás.
Alex, por un milisegundo, se acobardó, contrajo los músculos de su cara e hizo ademán de jugar con sus manos; Diego casi le pidió perdón por su pregunta al notar el cambio de postura. Había olvidado lo inusual que era para el principito afrontar sus problemas.
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Rey Busca Líos
Teen FictionDiego es conocido como el Rey Busca Líos de la preparatoria Roochemore. Quien, según los rumores, es un pandillero que no soporta que invadan su espacio personal. Por esa razón nadie se explica cómo Alexander, el chico nuevo, ha conseguido hablarle...