[Capítulo XXIX]

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Pasó de un canal a otro, sin prestar atención a qué programa se estaba perdiendo. Todo a su alrededor pasaba en cámara lenta, volviendo hasta la acción más divertida en el causante de su sueño.

Santiago le arrebató el control cuando cambió por centésima vez de canal. Alexander, indignado, levantó la mirada sin decir ni una palabra.

—¿Cómo piensas solucionar algo estando sentado mirando la tele todos los días?

Alex se acurrucó aún más en el sillón, consciente de la veracidad de las palabras de su amigo, pero es que, a su parecer, no había nada que él pudiera hacer en esos momentos. Santiago y Javier le advirtieron que dejara a Diego meditar la situación para que fuera él quien quisiera solucionar el problema.

"Tonterías".

—No hay ni un solo canal bueno en este estúpido hotel —refunfuñó—. Me aburro bastante.

Santiago dejó escapar un suspiro largo.

—No estás aburrido, extrañas a Diego y, a veces, eres tan lento que no entiendes lo que te pasa.

—Entonces lo extraño bastante... —Se abrazó a sí mismo como un niño pequeño—. Te quiero, Santi, sabes que siempre serás mi mejor amigo, pero Diego es diferente...

—Sí, sí, ya sé.

Apartó las piernas de Alexander del sillón para poder sentarse también. Incluso a Santiago, quien no hablaba con Diego, comenzaba a afectarle que esos dos no se hablaran; Alex estaba más inquieto de lo normal, sin poder encontrar algo que lo entretuviera por más de dos minutos.

—Pero no puedes hacer nada para que esté mejor, ya escuchaste a Javier, solo un buen psicólogo y su familia puede ayudarlo. Lo único que te convendría hacer es regresar a España para no seguir enojando a tu abuela.

El principito negó.

—No debí engañar a Diego, jugué con sus sentimientos como si nada de lo que él sintiera importara. ¡Dios! Jamás se me pasó por la cabeza revelarle la verdad acerca del trato con Javier, solamente esperé que pasaran los años y nada de eso saliera a la luz. —Restregó su mano derecho contra su rostro—. Soy un cobarde.

—Intentaste ser un buen amigo, para Diego y para Javier.

—Eso no justifica nada. ¿Cómo iba a ser un buen amigo para Diego si me acerqué a él con mentiras? Lo que debería hacer es ir a su casa y tratar de hablar con él. Por lo menos pedirle perdón si es que no quiere escucharme.

Hizo ademán de levantarse de su asiento, pero fue detenido por Santiago, quien lo miraba serio.

—¿Cuánto piensas quedarte en Kalleha? —A pesar de que Santiago solía solapar el comportamiento impulsivo de su amigo, siempre tenía un límite.

—Ya te lo dije, hasta que Diego esté mejor.

—Sabes que te apoyo en todo lo que hagas, por eso vine aquí sin dudarlo. Aunque debes entender una cosa, Alex: tu familia no es como las demás. Si quieres escaparte no solo tendrás a tu mamá, papá, abuela y hermanos siguiéndote los talones, también estará la prensa esperando a que des un paso en falso para mostrarles a todo el mundo la incompetencia de la realeza.

Santiago lo miraba con un deje de nerviosismo. Alexander entendía hasta qué punto estaba metiendo a su amigo en problemas, por lo que no sería únicamente él quien recibiera un severo castigo al volver a España. Desgraciadamente así eran las cosas para ellos dos, se les prohibía actuar igual a adolescentes de diecisiete años normales y, lo que sería grave para cualquier persona como escaparse de su casa, para ellos era impensable.

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora