[Capítulo LIX]

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Su familia no podía quedarse quieta en un lugar, eran aficionados a ir de un lado a otro; recorrer las calles de México —mejor dicho de toda la República— era la razón de su existencia. Los primeros días los guiaron a los mejores puestos de comida y a las mejores ofertas de ropa, lo que fue un suplicio para Diego, porque no paraban de caminar a menos que fuera para comer o para regatear; siempre terminaban exhaustos en el auto, a las cinco de la tarde, y gastaba la poca energía que conservaban para hablar.

Juliana se dejaba dirigir sin replicar, pero Mauricio nunca quitaba la cara de preferir que un piano le cayera sobre la cabeza a estar siguiéndolos.

—¿Y si vamos a la playa? A la que está aquí cerquita —propuso su abuela, luego de que sus nietos se quejaran del calor.

Lo peor de sus abuelos y tíos era que tenían una percepción del tiempo completamente diferente a ellos; lo cual no sabía si se debía a que era una cosa familiar que solo germinaba si estabas en México o todos los mexicanos tenían una clase especial donde hablaban del tiempo. Pero lo que sí sabía Diego era que habían pasado más de tres horas en el auto y aún no veía ninguna señal que advirtiera que pronto llegarían a su destino.

Si el día anterior le hubieran dejado en claro que, aparte de ser levantado a las siete y cuarto por su tía para que tomara el antidepresivo, tuviera que soportar un viaje de cuatro horas y un calor mortal, lo más seguro es que se hubiera encerrado en el baño hasta que todos se marcharan.

Al ser muchos, la familia había sido forzada a dividirse en dos grupos, por lo que Diego iba relajado con la compañía de Isaac, sus tíos, Abril y Juliana; un grupo peculiar pero nada conflictivo.

Como siempre, los adultos parecían ignorar a sus hijos, enfrascados en una plática que, por obvias razones, les importaba un comino a los jóvenes. Habría sido buena idea llevarse su libro, pero, pensando que sería un viaje corto no le vio sentido.

De reojo vio que su primo pasaba varias imágenes en su celular —Isaac sí se preparó para el viaje, pero para uno de dos horas— y el leve sonido de música salía de los audífonos, captando en seguida la atención de Diego.

Tocó el hombro del niño con el dedo índice y le indicó con señas si se podía quitar un audífono para que lo escuchara. Isaac puso pausa a la canción, se sacó el audífono y miró desconcertado a su primo.

—¿Qué escuchas? —Se arrepentía de haber interrumpido la armonía de su primo, sin embargo, o encontraba una distracción o tendría que visitar al psiquiatra por hablar con gente inexistente.

En lugar de darle una respuesta, su primo le ofreció el audífono que se había quitado y dio play a la música. Reconoció el género de la canción, lo cual, dada la apariencia de niño asustadizo de Isaac, sorprendió al mayor; el punk no pegaba para nada con la personalidad de su primo.

—¿Cómo se llama?

Do you want to —respondió, sonrojándose por tener que dirigirle la palabra.

—Tienes buen gusto. —Siguió el ritmo con el pie—. No pensé que lo tuyo fuera el punk. —Isaac se alzó de hombros—. ¿Cuál es tu grupo favorito?

—No tengo ninguno. —Costaba escuchar la voz de Isaac—. ¿El tuyo? —Se animó a investigar sobre los gustos de Diego.

—Mmm, déjame pensar. —Hizo memoria, recordando cada artista que había penetrado sus oídos—. Puede que Amy Winehouse, pero si hablamos de un hispanohablante tiene que ser entonces debe ser José Alfredo.

—Esa es respuesta de viejito —rio el chico; incluso riendo se contenía para no llamar del todo la atención.

"Debe ser complicado ser el hermano de Javier, con todo lo perfecto que es se espera que sus hermanos sean igual".

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora