[Capitulo III]

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Esa mañana, mientras veía las noticias —el programa favorito de Mauricio—, no pudo evitar recordar a su nuevo compañero de escuela; el color de sus ojos, su distintiva forma de hablar y su seguridad excesiva. Lo que más se repetía en su mente, sobre todo, era su nombre. Alexander Mateo Vázquez. Con ese nombre se había presentado con Lily, y Diego había dado por hecho que era el verdadero; el que venía en su acta de nacimiento. Pero al ver el título de la noticia que estaba sonando por todo el mundo, dudó.

No podía ser cierto que su nuevo compañero fuera el mismo que presentaban en la televisión como el nieto menor de la reina de España. Eso era imposible. Una locura, si le preguntaban.

—Pareces muy atento a las noticias; no me digas que ahora te interesa lo que pasa en el mundo —se burló Mauricio desde la cocina.

—¿Qué dices? Siempre me ha interesado las noticias, ya sabes, el calentamiento global, los robos, monos dominando el mundo, todo eso. —En realidad ya no estaba prestando atención a lo que contestaba, estaba más preocupado por descubrir si el chico que estaba en la televisión era el mismo con el que se había peleado días antes.

A lo lejos, Diego escuchaba cómo su hermano le contesta algo que no lograba entender.

"Tiene que ser una jodida broma", pensó al ver cómo el principito sonreía de la misma forma que Alexander. Todo estaba más claro ahora. Por supuesto. ¿Qué otra pista quería escuchar aparte de que el nieto de la reina hubiera desaparecido de la nada?

Mientras seguía incrédulo por su descubrimiento, un ardor comenzó a surgirle de la oreja, casi como si alguien lo estuviera...

—¡Eso duele! —Se levantó de la mesa como forma de defensa—. ¡No puedes llegar y quemar a la gente con ese maldito cucharón de mierda! —le reclamó a su hermano.

—Préstame atención cuando te hablo, tarado. Ve y dile a Javier que tiene diez minutos para bajar y desayunar que aquí no es hotel.

El descubrimiento acerca del chico nuevo tendría que esperar.

Su hermano se escuchaba molesto, así que no lo contradijo y se fue derecho a despertar a Javier. Lo encontró roncando, con las sábanas cayéndose de la cama mientras que un charco de saliva se formaba en la almohada.

"Por lo menos no es perfecto para dormir".

—Ay, si tus admiradoras supieran que su perfecto duerme de esta manera... —Suspiró, quedándose pensativo, si lo pensaba bien, nunca había despertado a Javier; no sabía si era de esos que soltaban un puñetazo al aire por instinto o de los que se asustaban—. ¡JAVIER, VASS SE ESTÁ QUEMANDO! —En cuanto lo dijo, su primo saltó de la cama, asustado.

No se iba a arriesgar a acercarse para despertarlo.

—¡VASS! —Al momento, Diego comenzó a reírse sin parar, provocando que Javier lo mirara con ganas de ahorcarlo—. Púdrete, Diego.

—Hago todo lo que quieras, pero Mauricio nos está esperando para desayunar. —Siguió riéndose.

—Agh, Santo Cielo. Si hay algo peor que ver tu cara por las mañanas es ver la de Mauricio. No puedo con una persona tan responsable —interrumpió a Diego antes de que hablara.

Sí, nadie podía ser tan responsable como Mauricio. En sus quince años había tenido solo un castigo, y ni siquiera se podía llamar castigo a lavar la puerta de tu escuela; Javier y Diego fueron a parar a la cárcel por sus estupideces.

—Si yo fuera tú (cosa que me asquearía bastante), bajaría en este preciso momento, a menos que quieras comer algo quemado.

No esperó respuesta de Javier, bajó antes de que su querido hermano decidiera quemar el desayuno "por accidente". Y, cuando estaba a dos escalones de bajar, se dio cuenta de algo importante, más importante incluso que descubrir que su compañero pertenecía a la realeza: no había visitado a Max en las últimas semanas.

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora