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Analizó con irritación el libro de arte contemporáneo que reposaba en la mesa de centro. Descansaba burlonamente al filo de esta, sabiendo las dudas que metía al cerebro de Diego.
Fue un error por parte de su madre abrir el paquete, o, más que un error, una cruel coincidencia. El paquete había llegado a su nombre, mas Juliana dudaba que fuera para ella, ya que nunca compraba por internet y sus escasas amigas mantenían en una agenda los cumpleaños de las otras para saber cuándo comprar un regalo. Nada especial sucedía esos días para Juliana.
Teniendo curiosidad de saber por qué el paquete decía su nombre, lo abrió, con Diego acompañándola.
A veces, su habitación lo enloquecía de sobremanera que debía mudarse a la sala para no ser tentado a seguir durmiendo por horas; ahí estudiaba y, por pequeños momentos, su mente lo dejaba en paz.
La interrogante de Juliana se vio aún más grande cuando se encontró con un libro de arte. Por lo que sabía, ninguno de sus hijos disfrutaba viendo pinturas, y, de querer hacerlo, recurrían a páginas web. Aunque seguían teniendo un invitado a quien podría interesarle. Esperó a que Javier volviera de la calle para preguntarle. Todo esto ocurrió sin que Diego prestara el mínimo interés; lo único que pedía era terminar sus deberes y volver a la cama.
Sin embargo, la llamada de Javier le dio la oportunidad perfecta a la mujer para tachar de su lista mental al último integrante de la casa.
—¡Ah, sobrino! Quisiera saber si tú... —Fue interrumpida antes de poder formular su duda—. De eso justo quería hablarte. Sí, ya está aquí. Pensé que se habían equivocado de dirección o algo; la verdad no pensé que te gustara el arte. Entonces me alegra no haberlo rechazado. Te vemos aquí, cuídate.
Ella colgó y habló para sí misma.
—Qué curioso, creí que, al igual que su padre, Javier se sentía más inclinado por las ciencias. —Se encogió de hombros, prestándole ahora atención a su hijo. Lanzó un suspiro disimuladamente—. ¿Qué estás estudiando esta vez?
—Historia —dijo, sin quitar la vista de sus apuntes.
—Ya veo. —Pensó una forma de hacer que su hijo dejara los monosílabos—. ¿Se te antoja algo de comer? ¿O quieres que te traiga algo de la tienda?
Diego rechazó la oferta cortésmente.
—Cariño, debes comer mejor, si sigues así terminarás en el hospital por anemia.
Esto pareció ser suficiente para que Diego centrara su atención en el libro de arte y después mirara a su madre.
—¿Por qué Javier compró ese libro? —La verdad le importaba poco la razón, solo quería distraer a Juliana—. ¿Está pensando en regresar a la universidad y cambiarse de carrera?
Aunque a Juliana le hubiera agradado que su hijo le dirigiera la palabra para pedirle algo de comer, era un logro que sintiera interés en un tema, por lo que le siguió la corriente.
—No, dijo que quería leerlo para matar el tiempo.
"Qué mentira tan poco convincente".
Pero ya no podía juzgar las mentiras de los demás, estaba lejos de ser el "gran mentiroso" que era antes.
—Está bien.
"¿De verdad vas a creer que Javier compró ese libro para "matar el tiempo"? Probablemente lo que viene ahí lo sabe de memoria", reflexionó, luego de tanto tiempo, su otra consciencia, Alex.
"Mejor concéntrate en tus deberes, no tienes tiempo para pensar en tonterías", le recordó Mauricio.
"Es que, de verdad, es súper extraño, ¿por qué Javier querría eso?"
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Rey Busca Líos
Teen FictionDiego es conocido como el Rey Busca Líos de la preparatoria Roochemore. Quien, según los rumores, es un pandillero que no soporta que invadan su espacio personal. Por esa razón nadie se explica cómo Alexander, el chico nuevo, ha conseguido hablarle...