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Diego se cohibió ante la inmensidad de la universidad. Patios enormes que cruzar para llegar a los demás edificios o subir escaleras interminables en el menor tiempo posible era lo que le esperaba en su nueva etapa.
"Maravilloso", pensó de forma irónica.
Llevaba más de quince minutos recorriendo el campus sin poder encontrar el salón donde tendría su primera clase. Por suerte había contemplado el hecho de que su pésimo sentido de la orientación le iba a hacer una mala jugada ese día, por lo que salió de casa una hora antes. Aún así, faltaban menos de diez minutos para que pudiera encontrar el aula y no sentía que estuviera cerca de hallarlo.
El trío de idiotas trataron de ayudarlo, pero sus propios horarios les impidieron completar la guía, por lo que dejaron indicaciones poco específicas sobre cómo llegar. Y los tres le habían aconsejado que no preguntara a otros estudiantes, pues los mayores tendían a enviar a los de primer semestre en direcciones erróneas.
Diego suspiró, se pasó una mano por el cabello y revisó por novena vez el mapa de la universidad. Igual que las ocho veces anteriores que lo había examinado, la hoja solo le mostró figuras geométricas irregulares que no lo ayudaban a situarse en ningún punto.
"Al demonio, mejor pregunto".
Se acercó a paso lento hacia un chico moreno de cabello corto y lentes de montura redonda que estaba hurgando en su mochila, recargado contra uno de los pocos árboles que continuaban en su lugar de origen.
—Hola, disculpa —llamó la atención del chico—. ¿Sabes dónde queda el edificio X?
—No me digas: primer año. —"Genio" —. Sígueme.
A medida que avanzaban, el chico correspondía a los saludos de varios estudiantes para después mirar a Diego y señalarlos con la cabeza casi diciendo: "Qué idiotas". Diego no estaba seguro sobre qué esperaba que le respondiera, tal vez un: "Ja, sí, qué idiotas"; pero ni siquiera conocía a esas personas y nadie podía basarse en un saludo para catalogar de esa forma a otra persona.
—¿Qué carrera elegiste? —Su guía esquivó a un grupo de chicos cargando una maqueta que replicaba el Coliseo Romano.
—Medicina. —Trastabilló con una piedra.
—Genial, eres de los míos. —Dio vuelta a la izquierda—. Este es el edificio X. Supongo que tienes clases con el profesor Mariano. Te recomiendo no llegar tarde la próxima vez —dijo mientras miraba su reloj de mano.
—Estoy aquí desde las seis. —Echó un vistazo a su celular. 6:59—. Mierda —masculló, ganándose una risita burlona por parte del otro chico.
—Y te sirvió de mucho llegar temprano, ¿no?
Apartó al chico de un empujón y se encaminó al salón. No obstante, dos pasos antes de entrar, la puerta se cerró y Diego estuvo unos segundos confundido. Una chica apareció corriendo del pasillo contrario, deteniéndose frente a la puerta, jadeando.
—¿Es la clase del profesor Mariano? —preguntó ella. Diego asintió.
—No les recomiendo que entren ahora —advirtió el chico, observándolos como si fueran un espécimen exótico.
Diego decidió ignorarlo y abrió la puerta con delicadeza, metiendo primero la cabeza. El salón estaba lleno y solo unos pocos notaron que habían abierto la puerta. Por desgracia, el profesor —un hombre delgado y con barba de chivo— ya estaba hablando a sus alumnos.
—Lamento la interrupción, profesor, ¿puedo pasar?
El profesor detuvo su presentación. Se dio la vuelta hacia un reloj grande situado en la parte alta del pizarrón para luego mirar a Diego.
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Rey Busca Líos
Teen FictionDiego es conocido como el Rey Busca Líos de la preparatoria Roochemore. Quien, según los rumores, es un pandillero que no soporta que invadan su espacio personal. Por esa razón nadie se explica cómo Alexander, el chico nuevo, ha conseguido hablarle...