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Mauricio era el rey del drama.
Cada poro de su piel lo demostraba, incluso si él mismo se negaba a aceptar que tendía a exagerar todo lo que sucedía a su alrededor. Aún en una situación donde no le correspondía ofenderse, empezaba a gritar o insultar, como ocurría en ese momento:
—¿Qué tienes en la cabeza? —De no ser porque eran las seis y media de la mañana, el enojo de su hermano le habría divertido—. ¿Tienes idea de lo idiota que suena?
"¿Por qué se lo conté?". Dio un bocado a su cereal, que le supo a pegamento.
—Hagamos como que no te dije nada, ¿quieres? —A esas horas lo último que quería era discutir... o estar despierto.
—¿Cómo puedes hacerte novio de un pendejo que te lastimó?
"Golpe bajo", Mauricio —la otra vocecita que lo jodía— siempre estaba pendiente de las conversaciones para meter cizaña.
—Muy fácil, si te soy sincero.
"Luego de quién sabe cuántas putas semanas sin saber que estaban enamorados".
—Debería darte vergüenza mencionarlo; es un terrible error —opinó Mauricio.
"¿Si sabe que no tengo doce años?"
—Mauricio, hablamos de esto cuando esté consciente.
—Ni siquiera lo pienses, todavía tengo mucho qué deci... —Juliana entró al comedor. Ya estaba arreglada y perfumada, a excepción de las pantuflas de jirafa que aún traía puestas y que se quitaría al salir de la casa.
—¿Qué hacen aquí aún? —Revisó el reloj—. Ya deberían ir camino a la escuela.
—Mamá, ¿tú sabías que Diego y Alexander son novios? —¿Lo había acusado? Diego tuvo que cerrar la boca como si el cereal en verdad fuera pegamento.
—Lo sé, hijo. —Abrió su bolsa e inspeccionó lo que estaba dentro—. Hablo en serio, ya deben irse.
Diego se apresuró a poner su plato en la cocina, le dio un beso a su madre en la mejilla y a su hermano le revolvió el cabello, parecía indispuesta a irse de la casa.
—Oye, Mau. —Este lo volteó a ver—. Por lo menos yo tengo pareja. —Salió corriendo de la casa antes de que se cometiera un asesinato ahí.
(...)
"Relájate. Respira. Relájate. Respira. Entra".
Forzó a sus piernas a obedecer la orden que emitió su cerebro y, sin tiempo para retractarse, se acercó a la puerta que fue abierta en ese instante, del consejo salió un chico, dos años menor que él, con el cabello alborotado y folders en las dos manos; dejó abierta la puerta para que entrara Diego.
La rutina de la linda presidenta no cambiaba. Como siempre, ahí estaba, explicando un par de cosas a una chica de su misma edad, que miró dos veces a Diego sin poder creer que estaba en la misma habitación que el rey de Roochemore. Liliana se percató de su presencia minutos después, cuando la chica se fue.
—¡Oh! Hola, Diego. —Dividió una montaña de papeles en dos y se puso a leer las del lado izquierdo; a veces tachaba palabras con pluma roja—. Me agarras un tanto ocupada —confesó—, pero dime lo que necesitas. Te escucho.
Siempre le estaban poniendo atención y los días que decidía revelar una noticia importante nadie tenía tiempo para mirarlo de frente.
—Esos papeles, ¿qué son? —Señaló lo que revisaba la, ahora, castaña.
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Rey Busca Líos
Teen FictionDiego es conocido como el Rey Busca Líos de la preparatoria Roochemore. Quien, según los rumores, es un pandillero que no soporta que invadan su espacio personal. Por esa razón nadie se explica cómo Alexander, el chico nuevo, ha conseguido hablarle...