[Capítulo XXX]

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Mauricio apretó el marco de la puerta hasta dejar blancos sus nudillos. Lo miraba con agresividad. Esa mirada parecía acentuarse al ver que no estaba obteniendo resultados satisfactorios. Sin duda, Alexander no era su persona favorita.

—No —respondió a la brevedad el menor.

Llevaban ya quince minutos en el umbral de la puerta discutiendo —según Mauricio—, por lo que el Mendoza comenzaba a fastidiarse de Alexander.

—Entonces no me moveré de aquí —sonrió, poniéndose cómodo fuera de la casa. Este movimiento hizo rechinar los dientes de Mauricio, quien estaba a pocos segundos de gritarle que se largara o llamaría a la policía.

—¡Me da igual si te quedas esperando toda la noche! ¡Te lo repito! ¡No-Vas-A-Entrar!

¿Quién se creía Alexander que era para venir a SU casa y chantajearlo de aquella manera? Si su hermano estaba de acuerdo en dejar pasar ese tipo de conductas, él no lo haría. Le fastidiaba el solo verlo parado ahí, con una sonrisa en el rostro mientras su hermano yacía en su habitación deprimido.

—Sé que te molesta que esté aquí, pero... —Antes de terminar de hablar, Mauricio cerró con violencia la puerta, haciéndole saber que sus explicaciones podía dárselas al vecino.

Casi dejó escapar un "wow" ante la respuesta del menor, cayendo en cuenta que jamás, en toda su vida, lo habían tratado de esa manera hasta conocer a los Mendoza. A pesar de eso, Alexander tenía la certeza que enojar al hermanito menor podía resultar aún más peligroso que enfrentarse a Diego. Por su mente cruzó la pregunta de qué pasaría si Mauricio se enterara que pertenecía a la familia real. Tal vez, igual a su hermano, se pasaría este dato por el arco del triunfo y seguiría blasfemando en su contra. Sí, esa opción parecía más factible.

Trató de mantener una energía positiva mientras esperaba, ya que estaba empeñado en ver a Diego de cualquier manera ese día.

Se sentó a un lado de la puerta, pegando las piernas a su pecho y dejó que su visión vagara por todos los rincones del vecindario de Diego. Kalleha no tenía calles feas, cuidaban bastante la imagen que daban por lo que cualquier barrio podía verse decente, incluso los vecinos parecían sacar la mejor versión de ellos al estar fuera.

"¿Todos fingirán? ¿O estoy tan acostumbrado a llevar una sonrisa en el rostro por compromiso que creo que todos hacen lo mismo?"

Respiró hondo.

A veces se sentía comprometido a no pensar. Para muchas personas ese dato podría resultar idiota, a él también se le hacía una tontería, aunque sabía la razón de esto: su infancia; creció en un ambiente que le exigía un comportamiento correcto a todas horas, por lo que terminó acostumbrándose a primero cumplir con lo que los protocolos exigían.

En ese momento quiso que nadie pudiera leerle la mente, de lo contrario se sentiría fatal, porque, pese al estado de Diego, Alexander se sentía, por una vez en su vida, como un joven normal, quien debía lidiar con sus problemas. En Kalleha era un simple chico disfrutando de los "mejores años de su vida"; para Javier, él era el amigo que lo estaba ayudando a resolver un problema serio; Liliana y el trío de idiotas lo veían como el nuevo amigo de Diego; Mauricio como el tarado que le hizo daño a su hermano y Diego... Alexander no tenía ni idea de lo que estaba pensando el rey de él.

"Por fortuna los pensamientos son nuestros, no debemos darle explicaciones a nadie de lo que cruza por nuestra mente. La única desventaja es que nosotros mismos nos juzgamos", sonrió. "Dios, hiciste una gran jugada, permitiste que pudiéramos hablar para que otros nos criticaran, al igual que nos diste pensamientos para hacer esa misma labor en silencio".

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora