[Capítulo XXXI]

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—Podemos dejar la sesión para otro día; lo importante es que te sientas cómodo.

Él se encogió de hombros.

—Estoy bien.

"Mentira".

Claudia dio un vistazo a la ventana; había corrido las cortinas para que Diego pudiera encontrar un lugar donde poner la mirada si se sentía incómodo.

Su rostro calmado junto a su imperceptible sonrisa la hacía un tanto extraña; otros en su lugar estarían mirando a Diego con ojos de lástima o procurarían darle una gran sonrisa para animarlo.

—Quisiera disculparme si te incomodé la última vez —habló despacio, entrelazando sus manos debajo del escritorio—. Es claro que no te resultaron gratas mis preguntas... —Al darse cuenta que Diego se sonrojaba y se estaba apresurando a contradecirla, ella dijo—: Pero no tiene nada de malo, todo el mundo tiene derecho a evitar preguntas si no es el momento o la persona indicada.

—Fue estúpido de mi parte responder de esa manera, perdón —musitó.

—Todo lo contrario, Diego. Si no me hubieras parado en seco probablemente habría continuado con mi bombardeo de preguntas y tú te sentirías molesto conmigo por no notar tu disconformidad. La comunicación es fundamental para entendernos, no podemos esperar a que otros mágicamente comprendan lo que queremos decir.

—Pero fui grosero. —No solo con ella, también con Beltrán y, a veces, se exasperaba con la gente equivocada; a todas esas personas quería decirles que lo sentía.

Ella se tocó el pecho con la mano izquierda.

—A mí en particular tus palabras no me afectaron. Y, de haber sido maleducado, lo bueno es que reflexionaste sobre tu comportamiento y me pediste una disculpa.

Un revoltijo de pensamientos se acumuló en la mente del menor tratando de adivinar si lo que le decía la psicóloga era cierto o solo un truco para que no estuviera cargando con culpas el resto del día.

"¿Tú qué crees? Es claro que lo hace porque le das PENA, de haber sido otro ella estaría reclamándole".

"No lo creo; es una buena persona, se nota. Tal vez quiere hacernos sentir mejor solo porque es una buena persona".

Así se dividía su mente, tomando partido a lo que sonaba más realista y dejando que Diego limpiara todo el desastre que sus discursos dejaba. Porque en esos dos pensamientos no había ni un argumento donde él saliera bien librado, ambos lo veían como culpable.

—Se nos ha inculcado desde pequeños que disculparnos no es suficiente, pues en realidad el daño ya está hecho; pero creo que es injusta esa afirmación. Excluyendo casos alarmantes como una violación, un asesinato o una agresión física, los humanos estamos destinados a equivocarnos y, en lugar de enojarnos con los demás o culpabilizarnos, deberíamos aprender de nuestros errores. Disculparte porque creíste que me habías lastimado es importante, Diego, no debemos asumir que nuestras palabras no afectan a nadie, por eso te pedí una disculpa también.

Contrariado, asintió.

Sin embargo, fue lo único que hizo, no respondió ni pareció querer continuar con el rumbo de la conversación. No estaba seguro si las terapias siempre eran así de calladas, se imaginó que no, que todo el mundo iba directo al punto, porque él era el único imbécil que iba con una psicóloga para mejorar su vida sin querer mejorar su vida.

"¿Para qué haces todo esto entonces? Si no quieres cambiar tu vida miserable entonces no hagas que las personas pierdan su tiempo. Resulta irritante ser tú".

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora