[Capítulo XXI]

336 66 8
                                    

▬►▬

El sonido de la lluvia impedía escuchar con claridad la televisión.

—Ay, Mauricio, súbele; tenemos que estar adivinando lo que dicen. —Juliana le quitó el control a su hijo.

Desde el cambio de turno de Juliana, las cosas en la casa habían tomado un rumbo distinto (sin contar la nueva actitud de Diego); ahora todos despertaban temprano para desayunar juntos y, como era el único momento donde la familia estaba "unida", trasladaron el televisor al comedor. Mónica, que pasaba sus últimos días en Kalleha cocinando y ayudando con la limpieza de la casa, solía hacer plática durante el desayuno para evitar los silencios incómodos o la poca comunicación que ahora Diego mostraba.

—¿No te gustaría pasar un verano en México? —preguntó a Diego—. Tu abuela siempre está preguntando por ti.

Diego, con los ojos somnolientos, respondió:

—Luego.

Las dos adultas siguieron conversando acerca de cómo iban las cosas en casa de Carmela y Sergio, sus suegros, olvidando por un rato la presencia de los más jóvenes.

Sin poder evitarlo, Javier buscó la mirada de su primo con insistencia durante todo el desayuno, comprendiendo con vergüenza, que no sería personado fácilmente. Pero cada vez que sus miradas se cruzaban, Diego apartaba violentamente la vista hacia cualquier otra cosa. Tuvo que reunir coraje para hablarle.

—Diego...

—Ya terminé, ¿puedo subir? —preguntó a su madre, ignorando la voz de Javier.

Juliana asintió.

No es que fuera un obstinado que prefería mantener su orgullo intacto antes de volver a dirigirle la palabra a su primo, sino que no estaba listo para escuchar lo que su primo tenía para decir; y, más allá de eso, le asustaba las posibles respuestas o declaraciones que este hiciera. Si podía aplazar la charla, lo haría todo el tiempo que le fuera permitido.

"¿Qué esperas escuchar que eres un fracasado y por eso todos te tienen lastima?"

"No todos me tienen lastima", aseguró.

"Tus amigos son escasos para que llegues a esa conclusión. Sus vidas ya son difíciles y tú eres una carga más que tienen que soportar".

"Ni siquiera Mauricio, la única persona que se detiene para echarte en cara tus defectos, ha mencionado algo sobre tu holgazanería".

Mientras subía las escaleras, un escalofrió recorrió su columna vertebral al pensar lo cierto de la situación. Se detuvo un momento analizando las palabras que iba soltando su consciencia; había bastante verdad para ignorarla.

"¿Te diste cuenta cómo la vida de tus seres queridos no cambió en absoluto?" Escuchó la plática que su madre y tía mantenían en el comedor. "Siguen riendo sin importar que te pasas la mayor parte del día durmiendo. Alexander ni siquiera te ha mandado un mensaje para explicarte lo que pasó".

"Yo no le he dado tiempo para que eso pasara. Y prefiero que mis seres queridos sigan divirtiéndose a que sientan conmiseración por mí".

"Diego, te conozco, sé que te duele que no te presten atención. Básicamente por esa razón has mantenido una absurda rivalidad con Javier por años, porque toda la familia lo prefiere a él".

Retomó su ascenso por las escaleras deteniéndose en el penúltimo escalón.

Su cuerpo necesitaba un cigarro.

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora