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—¡Cuidado con eso! —avisó Diego, al tiempo que Carlos bajó sin ninguna precaución una de las cajas, provocando un estruendoso sonido de cristales volcándosos.
—Perfecto, Carlos, nos quedamos sin vasos —reprochó Víctor.
El rostro de su amigo palideció, abrió la caja con rapidez y se puso a cerciorar su contenido. Acunó entre sus brazos tres vasos sobrevivientes.
—¿De verdad son los únicos? —Rafael asintió—. ¿Cómo que los únicos? Se rompieron dos, nada más, no me digan que solo juntamos cinco vasos.
—Amigo, da gracias que trajimos vasos, ninguno de los cuatro tiene o un trabajo o un buen salario, así que no te quejes. Con el tiempo podremos juntar más —respondió Diego.
—O robar más de nuestras casas —comentó Víctor.
La sala estaba repleta de cajas o bolsas negras que se desparramaban por las esquinas, pues el destino de cada pertenencia aún no estaba delimitado. No había ningún mueble por el momento, lo que hacía pensar que era un montón de basura mal acomodada en una habitación en desuso.
—¿Son todas las cajas, Carlos? —La madre de su amigo, Araceli, una mujer robusta de cabello corto, apareció en la estancia, sujetando un jarrón ocre—. Pero, niños, abran esas ventanas, denle luz a esta casa. ¿Qué hacen todas esas cajas desperdigadas por todo el suelo?
Rafael, Víctor y Diego se miraron, pero esperaron a que Carlos respondiera a lo que decía su madre.
—Mamá, ¿no te ibas ya? —Fue lo primero que se le cruzó por la mente. Su madre, enarcó una ceja.
Araceli era una mujer ocupada, menos de lo que eran los padres de Rafael, sin embargo, sin importar el cúmulo de trabajo que tenía ese día, había decidido acompañar a su hijo, también para cerciorarse de que era un buen lugar al que se iba un vivir.
—Uno se desvive por sus hijos y ellos no hallan la forma de destrucción de nosotras —les dijo a Rafael, Diego y Víctor—. Ya me voy. —Bajó la vista, hacia los vasos rotos y lanzó un suspiro—. No sé cómo van a sobrevivir solos. —De su cartera sacó unos cuántos billetes, dándoselos a su hijo—. Por favor, no hagan nada que los meta en problemas legales.
—Adiós, mamá.
—Hasta luego, señora —se despidió de los demás.
La puerta se cerró y los cuatro abandonaron las posturas tensas que siempre parecían adoptar cuando un adulto estaba cerca.
—No quiero escuchar ni una palabra sobre mi madre —advirtió Carlos.
Pero, lo que sus amigos escucharon fue: adelante, digan todo lo que están pensando.
—¿Tu mamá sabe que somos expertos en meternos en problemas legales? —dijo Víctor.
—Ya no nos metemos en problemas —señaló Carlos.
—Y no debemos hacerlo de nuevo —aclaró Diego—. Por cierto, tu mamá fue muy amable al ofrecernos el auto para traer las cosas.
—¿No te parece que fuiste brusco con ella al correrla de esa manera? —dijo Rafael.
Carlos dejó los vasos de nuevo en la caja.
—Tal vez. Diego, tu celular está sonando.
—¿Es tu mamá también? Seguro ya te extraña —dijo Víctor.
—No, no es ella, pero después de que no me quiso dejar venir hace unas horas mientras lloraba, presiento que no tardará mucho en venir a visitarnos. —Contestó la llamada—. Hola, Lara.
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Rey Busca Líos
Teen FictionDiego es conocido como el Rey Busca Líos de la preparatoria Roochemore. Quien, según los rumores, es un pandillero que no soporta que invadan su espacio personal. Por esa razón nadie se explica cómo Alexander, el chico nuevo, ha conseguido hablarle...