[Capítulo LX]

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Alexander:

Volver a Kalleha, no te voy a mentir, fue devastador, mucho más cuando pasamos por el parque del Centro. No he sabido de ti desde que, por alguna extraña razón (cofcofJaviercofcof) Rebeca dejó de hablar de tu familia y sus embrollos. Y no quiero buscar noticias tuyas, pero espero que estés bien.

Le dije a Claudia que esta semana podríamos retomar las sesiones y, no es por presumir, pero me parece que me extrañó. ¿Será correcto que le dé a mi psicóloga un regalo? Le traje un alebrije artesanal como recuerdo de mi viaje... Buscaré en internet si está permitido ese tipo de interacción entre psicólogo-paciente.

Te escribo esta carta a las cuatro cuarenta de la madrugada porque hoy tengo el examen de admisión y no consigo dormir, he intentado todos los rituales existentes para conciliar el sueño, pero el cosquilleo en el estómago me lo impide. Preferiría que fuera ahora el examen, entre menos tiempo falte, menos tiempo estaré preocupado. Sin embargo, tampoco quiero hacerlo, porque me preocupa en gran medida arruinarlo.

Debería ir a dormir, aunque ya no le veo el caso, me queda una hora y unos minutos para tener que alistarme y salir directo al Instituto Kalleha. ¿Te comenté que elegí esa universidad? Sería la primera vez que el trío de idiotas y yo estudiaríamos en el mismo lugar, por eso la elegí al final.

Ay, por todos los dioses, me sudan las manos y temo vomitar cualquier alimento que ingrese en mi sistema digestivo. Intentaré dormir, puede que escuchando música obtenga mejores resultados.

Y si no, podría leer. (¿Es preocupante que me guste Mary Elizabeth? Tengo fijación por las personalidades peculiares. Es un halago, no te preocupes). Lo preocupante es que me cuesta más trabajo concentrarme en leer o en escribir... Mierda, ya dieron las cinco y media.

A la mierda el sueño. ¿Quién necesita dormir? Las personas más exitosas pasaron prácticamente la mitad de su días vidas despiertas y se hicieron amantes del café.

Diego, quien presiente que en la tarde tendrá un bajón en el ánimo

terrible.

(...)

—¿Tomaste la pastilla? —cuestionó Juliana, poniéndose rímel.

—Sí

—¿Dónde dejé las llaves? —Volcó el contenido de su bolsa sobre el sillón—. Javier, ¿ya estás listo? —Su sobrino emitió un sonido afirmativo, ocupado bebiendo café—. De verdad lo siento, cariño. —Peinó con los dedos el cabello de su hijo.

—No hay problema. —Acomodó la bufanda roja—. Estaré bien, lo prometo.

—Despierta a Mauricio y dile que te acompañe.

"Prefiero evitar recibir insultos por la mañana, gracias".

—Eso haré.

—Suerte. —Besó la frente de Diego y, luego, metió a su bolsa lo que había sacado—. ¿Seguro no quieres que Javier te deje en la parada de autobús? —Su hijo asintió—. Te veo en la tarde, te amo.

—Yo también ma.

—Doc, buena suerte. —Le revolvió el cabello a su primo.

La puerta se cerró detrás de Javier y Diego pudo borrar la sonrisa que había puesto para no desanimar a su madre. Tuvo la impresión, además, de que la casa se había oscurecido, apagando, a su vez, la chispa que se forzaba en mostrar a la gente.

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora