23. LA MENTIRA DE SHANE

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Lana.

Me muevo para cambiar de postura y gruño porque hay ventanas enormes por todas partes y el sol me da de pleno en los ojos. La cama es cómoda, y la habitación de ensueño, pero no soporto despertar con tanta luz.

El estómago aún lo siento un poco raro. Anoche quise volver a Chicago y abrazar a mis padres con fuerza porque era la única forma que tenía de calmar un poco mí corazón roto. Él ha pasado página, eso ya es oficial. Ella es un encanto de chica que se nota que le importa, y después de oír lo que él le dijo y presenciar ese beso, me arrepentí de haber aparecido en su vida aquí en Nueva York.

Me había acordado de cada una de sus palabras, en esa conversación en la que casi le cuento que...

No puedo.

Él me había alentado, y me había dicho que aquí tendría un millón de oportunidades, y después de una semana de idas y vueltas, de pedir consejos e intentar no arruinar mi amistad con Troy, mí padre me pagó el billete y aquí estoy, pensando de que manera decirle, que no pensaba quedarme en ninguna casa más que en la suya, y que le mentí porque me sentí estúpida al ver a la chica por la que me dejó plantada aquella noche, en el Salón de su casa y con su ropa puesta.

Soy una impulsiva de mierda, y no voy a cambiar en mí jodida vida, pero es que estoy tan malditamente feliz de verlo todo el tiempo, que solo me queda lamentarme y pensar como le voy a decir que no tengo donde ir.

Me giro en la cama para estirar mí brazo y agarrar mí móvil y frunzo el ceño porque mí almohada huele a él, y no lo entiendo cuando anoche no era así. Cierro mis ojos imaginando como sería despertarme con su sonrisa todas las mañanas, y las lágrimas se acumulan en mis ojos porque lo necesito.

Mí móvil suena de casualidad y levanto mí cabeza, sorbo mi nariz y lo agarro, para ver el nombre de mi padre en la pantalla. Sollozo aún más fuerte porque parece que sabe que lo necesito pero intento calmarme al instante para que no  sienta que estoy mal.

Sé lo que se preocupa por mi, y no merece comerse más la cabeza.

Aclaro mi garganta y sonrío, no se para quien —¡Papi!

—Mi vida, te he pillado despierta, menos mal.

—Si, acabo de despertarme.

—¿Por culpa mía? —pregunta exaltado —Sigue durmiendo, cariño, solo quería saber cómo va todo. Te llamo más tarde si quieres.

—No te preocupes, llevaba un rato dando vueltas en la cama —suspiro —Estoy muy bien, papá, la casa de Lucas es genial y ayer me enseñó Nueva York —agacho la cabeza —Me lo pasé muy bien.

—¡Oh, que bien! —se ríe —¿No te acordabas de Nueva York, Lana? ¡Hemos ido millones de veces!

—Papá, tenía diez años, la última vez —ruedo mis ojos.

—Cierto —gruñe —¿Y Lucas está bien?

Suspiro —Está genial, con mucho trabajo.

—Normal, y más ahora. ¿Ya se fue a trabajar?

—Supongo, porque creo que me dijo que entraba a eso de las siete.

—¿Y que vas a hacer tú mientras tanto? —pregunta.

—He quedado con un amigo que me va a ayudar a buscar trabajo —muerdo mí labio —Shane ¿lo recuerdas?

Mí padre se mantiene en silencio unos segundos —No, pero bueno, te deseo toda la suerte del mundo, mí vida.

—Gracias papá.

—Dale recuerdos a Lucas y Víctor de mí parte.

—Se los daré —sonrío —Os quiero.

BESOS EN GUERRA (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora