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Han pasado unos tres meses.

Tina está ganando fama y sé que esto la está asustando. Más gente la está conociendo, mis fans la adoran y a mis amigos les cae bien.

Lo que noto es que Camila está distante. Aunque lo niegue, a Tina le cae muy mal. Lo hemos hablado mil veces, y aunque ella insista en que le cae bien, se nota a kilómetros que no es así. Yo lo percibo de esa manera.

Pero estoy feliz. Todavía no puedo creer que ella exista, que mi Tina exista. Quiero revivir cada momento que ambos pasamos en aquel sueño.

Todo el mundo pregunta de dónde salió, cómo apareció en mi vida tan de repente. Ninguno de los tres ha hablado del tema con la prensa, y tampoco lo haremos. Es una decisión que tomó Tina, y la respetaremos.

Creo que poco a poco ese sentimiento confundible con Tina se está desvaneciendo. Solo estaba confundido, supongo que eufórico. Ella parece feliz con su novio, llevan mucho tiempo juntos. No voy a arruinar eso. Christian no parece desesperado por casarse con ella.

Me encontraba en la casa de mis padres, Tina estaba preparando una... ¿chocotorta? No sé cómo se llama. En fin, estaba con mi madre preparando eso. Mientras tanto, yo las observaba sentado en el comedor con mi laptop.

Ella hablaba animadamente con mi madre, sosteniendo una manga pastelera en sus manos e indicándole qué hacer.

Se veía tan relajada y tranquila.

Tenía un poco de crema y dulce de leche en uno de sus dedos y lo pasó por sus labios carnosos, saboreándolo. Me miró y arrugó la nariz. Sonreí.

Mi madre le prestaba mucha atención y anotaba todo lo que le decía en su libreta.

Llevó aquel postre al refrigerador y preparó su típico mate.

Se veía como toda una niña inocente.

A la mierda todo.

— Que lástima que Camila no pudo venir —habló mi madre, y volví a la realidad.

— Sí, tenía trabajo —comenté y relamí mis labios.

— ¿Así que dejamos el postre en el refrigerador unas dos horas y luego lo podemos comer? —le preguntó mi madre a Tina.

— Así es —contestó ella.

— ¡Perfecto! Lo probaremos en la merienda —contestó mi madre emocionada—. Oh, Shawn, ¿puedes ir a buscar a Aaliyah a la casa de su amiga?

— Claro, mientras que su amiga no se me tire encima —ambas se rieron—. ¿Me acompañas, Tina?

— ¡Claro! —sacudió su ropa, cerré la laptop y me levanté de mi asiento.

Ella caminó hacia mi lado, y salimos de la casa. Nos subimos al coche y empecé a conducir por la carretera.

La observé de reojo, y se encontraba mirando por la ventanilla tarareando la música que pasaba por la radio.

— ¿No tienes pensado hacerte algún cambio? —hablé.

Ella se giró y me observó.

— ¿Qué quieres decir? —contestó.

— ¡Nada! —me defendí—. Solo preguntaba. ¿Nunca pasó por tu cabeza hacerte algún cambio? —paré en un semáforo y la observé.

— ¿Tan fea soy? —hizo puchero y se miró en el espejo, observando su carita detalladamente.

— Eres preciosa —ella me volvió a observar.

— No —puso sus labios en forma de trompa—, me has dicho fea, te abriré un hilo en Twitter —dije riendo.

Ella me sacó el dedo medio. Me volví a reír.

Agarré su mano y besé sus nudillos.

— Tonta.

— Bobo.

El semáforo se puso en verde y volví a conducir.

— ¿Tu novio? —pregunté. Ella se quedó callada unos segundos.

— ¿Por qué preguntas? —Alcé mis hombros, ni siquiera yo lo sabía.

— Bueno... supongo que bien —la observé, ella miraba las calles.

— ¿Pasó algo? —pregunté curioso.

— Nada. Sólo... —suspiró.

— ¿Te hizo algo? —ella me observó.

— No, no. Es que siento... que no lo merezco —mordió su labio inferior.

— ¿Y eso por qué? Se ven muy bien juntos —no sabía qué hacer o decir en estos momentos—. ¿No sé habrá enojado porque has venido a la casa de mis padres, o sí? —alcé una ceja.

— Para nada —contestó—. Por mi cabeza están pasando muchas cosas, y...

— ¿Tienes miedo a que te engañe? —no sé qué está pasando por la cabeza de Tina y quiero averiguarlo.

Ella se rió.

— No, para nada. En ese caso... —lo último lo balbuceó que no le llegué a entender bien.

— Bueno, pase lo que pase por tu cabeza, debes aclararlo. No sé, puedes meditar. Eso me ayuda mucho a mí en tomar algunas decisiones.

— Tengo miedo de cagarla, Shawn —jugueteó con sus manos.

— ¿Por qué lo harías? No te hagas ideas —intentaba sonar normal, pero me comía los nervios.

Que no sea lo que yo pienso.

— Olvídalo. Ya se me pasará —sonrió.

¿Por qué siento que me está ocultando algo?

Luego de unos minutos, me estacioné al frente de la casa de la amiga de mi hermana.

— Sabes que puedes confiar en mí, ¿no? —ella asintió—. Y que me puedes contar todo lo que te sucede.

— Lo sé —contestó.

— Para eso son los mejores amigos —ella asintió—.

— Gracias, Shawn —me acerqué a ella y la abracé.

Me gustas, Tina, pero tengo que sacarte de mi cabeza.

Recuérdame ~ Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora