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Caminando a unas calles de mi casa, mi móvil suena y, desconcertada, lo saqué de mi bolsillo trasero.

—¿Sí? — apenas contesté la llamada.

— ¿Martina? Soy Emily — suspiré.

— Hey, ¿Qué tal? — seguí caminando hacia mi casa.

— Nada, andaba aburrida y decidí sacar un pasaje a Argentina para verte — se la oyó reír.

— ¿Qué? —hablé con sorpresa. — ¿Vienes... tú?

— ¡Sí! ¿Tienes lugar, no? Es que si no, tendré que buscar algún hotel y eso me da mucha pereza.

—Ammm... sí, supongo — intentaba asimilar lo que me decía Emily. —¿Cuándo vienes?

—Mañana —paré en seco y abrí mis ojos como plato.

—¡¿Mañana?!

—Sí, es que allí es temporada baja, y los pasajes están súper baratos.

—Rayos... — murmuré.

— ¿Qué?

—Nada, nada, luego me avisas bien los horarios y te iré a buscar al aeropuerto.

— Okey, preciosura, mañana cuando llegue debo contarte un chismesito, bye.

— ¡No! ¡Espera! — y finalizó la llamada.

—Rayos... —suspiré y seguí caminando hasta llegar a mi casa.

Coloqué la llave en la cerradura y, luego de darle unas vueltas, giré el pomo y entré.

Gracias a Dios no había señales de mi padre, así que corrí hasta mi habitación y me tiré boca arriba allí.

¿De qué era lo que me quería decir Emily?

Suspiré, ya hoy tenía suficiente.

(***)

Entré corriendo al aeropuerto, esquivando algunas personas, empujándolas y ganándome malas caras e insultos.

Me había quedado dormida y perdí la noción del tiempo; mi maldito despertador no sonó o no lo escuché, y maldije tanto que me gané el pase libre al infierno.

— Permiso, permiso, gracias, permiso. — Las puertas de arribos se abren y comienza a salir gente.

Coloqué mi mano sobre mi boca y mordía impacientemente mis uñas.

Vi a un señor con su pareja pasar y los frené.

— Disculpe, ¿de qué vuelo viene? — La pareja vio mi vestimenta y me puse nerviosa.

— De Europa. — contesta la señora.

— Gracias. — les sonreí.

Sin más, me quedé esperando, y minutos más tarde salió otra multitud de gente, entre ellas Emily, arrastrando su maleta y corriendo hacia mí, llevándose gente por delante.

— ¡Al fin! — me abraza. — Qué horrible atuendo — me mira de pies a cabeza.

—Es mi pijama, lo siento. Me quedé dormida y salí apurada. — ella se echa a reír.

— Qué boba. Bueno, ¿vamos? — asentí.

Emily agarró su maleta y salimos del aeropuerto. Buscamos un taxi y, una vez arriba del auto, le di la dirección de mi casa al chófer, quien comenzó a conducir hasta dicho lugar.

—¿Y qué tal tú? — habló Emily.

—Bien, ¿tú? — la observé.

— No me quejo. ¿Ya lo dejaste de lado a Nathen? — relamí los labios.

Recuérdame ~ Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora