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Shawn

Desperté temprano, me duché y me preparé para el día. Descendí al comedor donde el padre de Tina ya me aguardaba con el desayuno listo, mientras seguía las noticias en el televisor.

—Muy buenos días.  —Él me oye y me observa.

—Buenos días shawn. —Me sonríe. —Ven siéntate, desayuna algo antes de irte.

—Muchas gracias.  —Él asintió.

Tomé una rebanada de pan tostado y la unté con un poco de mermelada. Luego, me serví una taza de café.

―¿A qué hora pasarás a ver a Martina, hijo?― "Hijo" últimamente el señor Hurley me llamaba así, y nuestra relación se volvió más cercana. Lo ayudaba con las compras o a arreglar su auto si se averiaba. Compartíamos momentos viendo televisión juntos e incluso me contaba sobre su pasado y sus días de juventud.

Disfrutaba escuchando al señor Hurley hablar sobre Tina y recordar su infancia, cuando era alegre y vivaz.

Después de varias semanas aquí, noto un gran progreso en la salud de Tina. Toma sus medicamentos, cumple con sus responsabilidades y asiste a sus sesiones con los terapeutas. Se le ve más animada, y las enfermeras me comentan con frecuencia que mi presencia ha sido de gran ayuda.

—Primero compraré unas donas y unas flores, y luego iré a visitarla—dije. El padre de Tina me observó durante unos segundos y finalmente sonrió.

—Te estaré agradecido toda la vida por lo que haces por mi hija— expresó con emoción en sus ojos.

—Ella es muy importante para mí, señor— respondí sinceramente.

—Lo sé, hijo. Lo sé—reflexionó durante unos minutos antes de volver a dirigirme la mirada. —Llévate mi auto.

Estacioné frente a una tienda de donas y corrí para comprarle una caja de donuts a mi querida Tina. Luego, pasé por una florería y le compré un ramo de rosas blancas, sus favoritas. Con todo listo, regresé al auto y me dirigí hacia el centro de rehabilitación.

Al llegar, estacioné el auto y bajé con las flores y la caja de donas. Caminé hasta la recepción, donde las enfermeras me recibieron con una sonrisa.

—¡Buenos días, Shawn!—saludó una de las enfermeras de cabellera rubia.

—Hola, ¿cómo están?— respondí, mientras la otra enfermera, de ojos azules y cabello moreno, me extendía la libreta que debía firmar, como hacía cada día al visitar a Tina.

—Pensábamos que hoy no vendrías—comentó la enfermera de ojos azules.

—Fui a buscar unos regalos para Tina— expliqué, y ambas sonrieron aún más ampliamente. Tomé el bolígrafo para firmar mi visita.

—Ya alguien te ganó—dijo la enfermera de ojos azules con una sonrisa divertida mientras la miraba confundido. —Un chico llegó hace unos diez minutos para verla. Parece que la conoce y le trajo flores.

—¿Un chico?—pregunté, mientras ambas enfermeras se miraban y asentían. Observé la libreta y revisé quién fue la última persona en firmar.

09:55 = Christian Martin.

Maldición

―Gracias chicas. ―firmé la entrada y corrí hasta el elevador. Presioné el botón que me llevaría al piso donde se encontraba Tina e impacientemente empecé a dar golpecitos.

Las puertas se abrieron y me dirigí con pasos rápidos hacia su habitación.

―Por favor, Martina, hablemos...

Recuérdame ~ Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora