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— Estás hermosa. — comentó Nathen, recorriéndome con la mirada.

— Gracias. — murmuré.

— ¿Estás lista? — asentí — Bien, entonces vayamos a recoger a Emily. — volví a asentir.

Tomé mi bolso y salimos de su apartamento. Nos subimos a su carro y nos dirigimos al departamento de Emily.

(...)

— Wow, está lleno de gente. — suspiró Emily. — Nuestro grupo dijo que estaría en la rueda de la fortuna.

— ¿Dónde está? — preguntó Nathen.

— Allí. — Señaló Emily.

Sin más, nos dirigimos hacia aquella rueda colorida.

— Perdona mi intensidad, pero no puedo dejar de decirte que te ves completamente hermosa.

— Gracias Nath. — Oculté mi rostro sonrojado.

— Ya llegamos... ¡Hey, chicos! — gritó Emily a un grupo. Dos chicas estaban acompañadas de tres chicos.

— Hey Nathen, estás ardiente. — le coqueteó una pelirroja.

No pude evitar fruncir el ceño ante ese "cumplido".

Nathen le sonrió, y no sé si eso me enfureció aún más.

— Les presento a Martina. — Emily me señaló. Apenas sonreí, la pelirroja cambió mi humor.

Los cinco me saludaron con la mano.

— ¿A dónde vamos primero?

— A donde sea, solo quiero emborracharme y drogarme. — suspiró uno de los chavales.

— Bueno, tendrás tiempo para eso. — se rió Nathen.

Empezamos a caminar sin rumbo y Emily me agarró del brazo.

— Tu carita te delató.

— ¿De qué hablas? — traté de hacerme la desentendida.

— Oh, vamos. Parecías un tiburón a punto de atacar a su presa cuando Chloé le dijo el cumplido a Nathen.

— Ah, ese es su nombre — observé a la pelirroja. — Su piropo me pareció muy fuera de contexto.

Emily se rió.

— Hola... ¿Martina, no? — intenté controlar mi respiración y no escupirle la cara.

— Sí.

— Un gusto, soy Chloé.

Estúpida.

— Un placer.

— Oye, no quiero entrometerme, pero tú y Nathen... ¿Son algo?

— Chloé — Emily llamó su atención.

— No. — le sonreí.

— ¿Oh, estás segura? — Asentí con la cabeza.

Y desvié mi mirada hacia una multitud de gente.

— Gracias, ahora sí podré tirármelo. — Volteé a verla seria.

— Chloé, búscate a otro. Tienes a miles, además, no eres de su tipo. — Emily trató de convencerla.

— Cariño, no estoy tratando de casarme con él, solo quiero pasar un buen rato. — se rió.

— ¿Pero sabes una cosa? — la observé desafiante. — Ese chico allí. — señalé a Nathen, que estaba bebiendo con sus colegas. — Se le cae la baba por mí.

Emily se colocó en medio de ambas.

— Bueno, bueno. Estamos en el Coachella y no es momento de peleas por un chico, y si quieren hacerlo, que sea fuera y no aquí.

— Cariño, si tanto lo halagas, no dejes en bandeja de plata a tu rebaño, podría venir otro pastor y llevárselo.

— Ya paren. — bufó Emily.

— Pues algo nuevo sé de ti. — la observé. — Te gusta comer sobras. Y tranquila, te lo dejo en bandeja de plata —miré con una sonrisa a Nathen. — Tengo un rebaño detrás de mí. Suerte —le guiñé un ojo.

— Perra.

— Gracias por el halago, reina.

— ¡Basta! — me tomó del brazo Emily. — Nathen, ven, vamos que les quiero sacar fotos allí.

Nathen asintió y me tomó de la cintura.

Chloé se encontraba de brazos cruzados al lado de sus amigos.

Volteé la mirada para la foto, y en ese instante mi respiración se cortó.

Shawn pasaba por un sitio rodeado de guardaespaldas.

— ¿Mar?

— ¿Ah? — observé a Nathen un poco confundida.

— Te quedaste observando algo, ¿estás bien? — se rió.

— Sí, sí, solo estaba viendo el atuendo de alguien. — mentí.

— ¿Nos quedamos aquí? — preguntó uno de sus amigos.

— Por mí está bien. — contestó otro chico del grupo.

(...)

— Traten de no emborracharse mucho, que luego tenemos que ir a la fiesta en la fogata. — habló Steven, él es algo, cabello negro, sus ojos verde avellana.

— ¿Quieres? — Emily me enseñó un paquete transparente que contenía sustancia polvosa blanca y unas cuantas pastillas.

— No lo sé, no estoy segura. — hice una mueca.

— Tranquila, la dosis es mucho más baja de la que probaste.

Mordí mi labio inferior.

— Está bien, pero solo la mitad. — ella asintió.

Ella sacó una pastilla, la mordió y me dio la otra mitad.

En este momento, la adrenalina corría por mis venas, una sensación de miedo y diversión me consumía.

— ¿Y esto qué tal? — señalé el polvo blanco.

— Es mucho más baja su dosis. ¿También quieres probar? — asentí. — Vale, toma la pastilla — me dio una bebida —, trágala.

— Hecho.

— Perfecto. Ahora pon el dorso de tu mano, y aspira por la nariz.

— ¿Por la nariz? — asintió.

Hice una mueca, suspiré y sin pensarlo aspiré la línea blanca.

— ¡Muy bien! Ahora solo déjate llevar, pero trata de controlarlo, y no dejes que te controle a ti.

— Siento que vuelo. — murmuré.

— La magia. — tomó mi mano. — Vamos a divertirnos.


Recuérdame ~ Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora