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Desperté en la habitación que Shawn me había asignado y, sinceramente, no entendía nada.

Me restregué los ojos y noté que aún llevaba puesta la ropa de anoche.

Bostecé y decidí darme una ducha. Coloqué mi móvil en el baño y me bañé mientras escuchaba una playlist. Después de varios minutos, me envolví en una toalla y fui hacia el armario en busca de ropa.

Lo bueno es que no tardé dos horas decidiendo qué ponerme. Así que me vestí y peiné rápidamente.

A lo lejos, escuché que mi móvil sonaba: era una llamada entrante, así que corrí a buscarlo.

Chris.

Ayer, olvidé avisarte que había llegado. Dios, me quiero morir.

— ¡Cariño! —contesté nerviosa.

— ¡Amor! ¿Qué tal Los Ángeles? —contestó felizmente— Sinceramente, este cambio de horario me estresa —se rió.

— Excelente. Oye, lamento muchísimo no haberte llamado apenas llegué. —Suspiré.

— No te preocupes por eso. Sé que estás intentando adaptarte y nerviosa por todo. Lo entiendo, así que no te hagas mala sangre. Lo importante es que has llegado bien y estás cumpliendo tus sueños. —Contestó— Por cierto, deberíamos organizar un horario en el que ambos estemos desocupados para hablar, si gustas.

— Claro que sí. ¿Por qué lo dices? Tú me dices el horario que puedas y yo me organizo.

— Perfecto. Y entonces, ¿qué planes tienen hoy?

— Aún no lo sé. Acabo de despertar, me duché y estoy por desayunar.

— Qué loco —dijo él—. Bueno, espero que hagan algo divertido y mándame fotos de los lugares que visites. Me gusta verte feliz.

— Gracias amor. Pronto nos veremos.

— Disfruta Estados Unidos. Trata de no agobiarte y ¡no te olvides de mí!

Reí.

— Eso nunca. Cuídate y mucha suerte en la universidad.

Intercambiamos palabras y colgué. Suspiré dejando mi móvil sobre la cama y decidí ir a la cocina.

Salí de la habitación y caminé hasta donde estaba la cocina. Allí estaba Shawn, con sus audífonos puestos, tarareando una canción mientras se preparaba un café. Parecía recién llegado del gimnasio por su aspecto. Se veía muy tierno.

Se dio la vuelta y ambos nos sobresaltamos.

Se quitó los audífonos y habló:

— Santo cielos Tina, casi me das un infarto —se tocó el pecho.

— Lo siento, es que me quedé escuchándote cantar —contesté ruborizada. Él se rió.

— Estaba a punto de llevarte el desayuno —señaló una bandeja con una taza de té y donas—, pero me ganaste —dijo—. ¿Cómo has dormido?

— Bien, gracias —contesté—. ¿Y tú qué tal? —pregunté mientras me sentaba en uno de los taburetes.

— Me alegro. Yo bien —alzó sus hombros—. Fui a ejercitarme un poco y aquí estoy —me ayudó a llevar las cosas a la mesa del comedor—. ¿Hacemos algo hoy? —preguntó.

— ¿Cómo qué? —tomé un trago del té.

— No sé. ¿Quieres ir un rato a la playa de Santa Mónica? ¿O a algún centro comercial? —alcé mis brazos.

— Donde quieras. Cualquier sitio estaría bien —sonreí.

Él me devolvió la sonrisa.

— Algo se me ocurrirá —dijo.

Después del desayuno, decidimos dar una vuelta. Fuimos a almorzar a un restaurante y luego a un centro comercial.

Sin embargo, tuvimos que regresar al departamento porque los paparazzi nos perseguían por todas partes, y eso empezaba a agobiarme.

Por la noche, pedimos la cena, vimos algunas películas y luego él se fue a dormir. Hablé un rato con Christian y luego también me fui a dormir.

Mañana será otro día.




Recuérdame ~ Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora