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Claro, aquí tienes una versión mejorada del párrafo:

Abrí mis ojos con pereza y me acostumbré a la luz natural que entraba a través de las cortinas.

Reflejé mis ojos y observé a mi alrededor.

—¿Te han dicho que eres preciosa mientras duermes? —su voz, su jodida y hermosa voz.

—Buenos días —murmuré.

—Buenos días, preciosa. Te preparé el desayuno —comentó Nathen.

—¿Ah sí? —sonreí, y él asintió.

—Sí, anoche mencionaste que te gustaban las donuts, así que busqué por internet dónde había una sucursal por aquí cerca —se sentó en el borde de la cama—. Y las conseguí —sonrió.

—¿En serio te tomaste la molestia de hacer eso? —mencioné sorprendida.

—Así es —sonrió orgulloso—. Quería darte una buena impresión —se rascó la nuca nervioso—. ¿Quieres que te lo traiga aquí? —negué.

—No te preocupes, ahí me levanto —él asintió.

—Si quieres darte una ducha, no hay problema. Te presto una camiseta mía para que desayunes tranquila.

—Gracias —sonreí, y él asintió antes de salir de la habitación para darme privacidad.

Me levanté de la cama y corrí desnuda hasta el cuarto de baño, cerrando la puerta detrás de mí.

Abrí el grifo y dejé que el agua alcanzara la temperatura que quería.

Me duché lo más rápido que pude y me envolví en un toallón. Luego, me puse la ropa interior por encima.

Al salir, noté que Nathen dejó una camiseta sobre la cama y me la coloqué. Me llegaba por debajo del muslo.

Sequé mi pelo con la toalla y salí del cuarto para dirigirme hasta la cocina.

— Te queda mejor a ti que a mí —comentó y me reí. — Ten. —me senté y él me trajo la caja de donuts y una taza de té. — Espero que te guste —murmuró.

— Me encanta —le sonreí. Él se sentó frente a mí con una taza de café.

— Quería preguntarte si... —lo observé— si quieres que nos veamos esta noche —carraspeó su garganta—. Pasada la medianoche, será mi cumpleaños, y podríamos cenar y luego ir a una discoteca con amigos. Amelie ya lo sabe, y quería saber si tú quieres ir... pero si no quieres, no hay problema.

— Por supuesto, ahí estaré —él me sonrió.

— Entonces, ¿me pasas tu número y yo te paso a buscar a ambas? —se veía tan lindo nervioso.

— Está bien —acaricié su mejilla.

Una hora más tarde, me cambié y él me llevó hasta el departamento de Amelie. Nos despedimos y subí hasta el piso de Amelie.

Introduje la llave y entré.

—¡Dime que te lo follaste! —se levantó sobre el sofá, sorprendiéndome.

— ¿Y tú qué crees? —coloqué mis manos en mi cintura. Ella chilló.

— ¡Estoy muy orgullosa de ti! —saltó sobre el sofá y me abrazó.

— Okey, okey. —contesté—. ¿Y qué pasó con la Amelie ruda y fría? —me burlé.

— Vete al diablo —dijo ofendida—. Encima que me tomé la molestia de comprarte donuts —me mostró la caja rosa.

Recuérdame ~ Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora