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―Esta noche hay una fiesta. ―comentó Shawn.

―¿Ah? ―hablé con la boca llena. Él se rió.

―Cameron, mi amigo organizó una fiesta y estamos invitados. Dijo que vayamos después de las once.

―¿Estamos? ―resalté aquella frase. En verdad no lo entendía.

―Sí. ―se rió. ―¿Tina, sucede algo? ―negué.

―Solo... un poco aturdida por el viaje. ―él asintió.

―Está bien. ―miró por la ventanilla del vehículo. ―¡Ya llegamos! ―dijo emocionado, y vi la entrada de aquel penthouse.

Reí nerviosa y bajé con él. En la entrada se encontraban varios fotógrafos que, al vernos, empezaron a tomar fotos.

Shawn agarró mis cosas y con la mano que tenía desocupada, tomó la mía.

―¿Qué tal, chicos? Ahora no puedo contestar sus preguntas, otro día sí. Hay tiempo de sobra. ―habló amablemente Shawn.

―Wow. ―fue lo único que pude decir.

―Muy loco, ¿no? ―asentí. ―Entiendo, no quiero que te sofoces. ―me abrazó.

―No te preocupes, trataré de lidiar con ello. ―él sonrió y suspiré.

Voy a dar lo mejor de mí para que él se sienta orgulloso de mí.

Llegamos a su piso y él seguía agarrado de mí mientras tarareaba una canción. Jake iba detrás nuestro. Shawn sacó la llave de su hogar y me cedió el paso.

El aroma a canela inundó mis fosas nasales; su hogar era tan rústico y peculiar, simplemente hermoso.

―¿Te gusta? ―comentó él.

―Es muy acogedor. ―murmuré con una sonrisa, echando un vistazo a mi alrededor. Todo estaba muy bien ordenado y limpio. Su casa era realmente hermosa. ―Tienes unas vistas geniales ―añadí al ver el gran ventanal.

―¿Sí, no? Paso la mayor parte del tiempo mirando desde ahí. ―se apoyó en la pared.

―¿Es para espiar a los vecinos? ―bromeé y Jake rió.

―Yo lo llamo saludar a mis buenos vecinos. ―contestó él.

―Ajá, seguro te la pasas aquí sin camisa haciéndote el galán, mientras bebes una taza de café. ―lo observé alzando una ceja. Él encogió los hombros y se quedó callado.

―Me cae bien. ―intervino Jake. ―Bueno, chicos, me tengo que ir. Cualquier cosa me llaman. ―nos saludó y salió por la puerta.

―¿Te apetece comer algo, Tina? ―Shawn se sentó en el sofá.

―¡Claro! ¿Por qué no? ―sonreí, realmente tenía mucha hambre.

―Llamaré al delivery. ―cuestionó.

―Está bien, yo avisaré que llegue sana. ―el asiente, y lo vi irse.

La primera persona a la que llamé fue Sofía.

―¿Qué onda? ―contestó del otro lado de la llamada. ―¿Ya llegaste? ¿Cómo te recibió Shawn? ¿Ya viste sus calzoncillos?

―¡Relájate! ―me reí―. Llegué hace un rato largo. Ya estoy en su casa, y debo decir que es ¡hermosa!

―Obvio que sí, osea, es Shawn Mendes ―habló con obviedad―. Sé buena amiga y mándame fotos de todo lo que hagas.

―¡Ni loca! Lo siento, pero eso sí que no ―fingí llorar―. Infantil. ―Noté que Shawn se acercaba. ―Te dejo, ya que está volviendo. Bye.

Corté la llamada, y Shawn me sonrió.

―Okey, pedí algo para almorzar. ―sonrió.

―Genial. ―sonreí nerviosa. Él se rasca la nuca y me vuelve a mirar.

―Ven, te enseño tu habitación. ―Asentí, y él agarró mis maletas. Ojeé los cuadros que tenía colgados, con su familia, amigos y, por supuesto, su novia, aunque debo admitir que había más de él con su hermana menor. Se veían muy bonitos.

Me sorprendí al ver la pared que daba al frente, con sus guitarras colgadas.

―Aquí es ―comentó, abriendo la puerta. ―Lo adorné un poco para ti ―dijo nervioso. Sonreí al ver lo bonita que se veía, con esas luces con formas de limones y flamencos colgados en la ventana y en el borde de la cama.

Había una mesa con espejo, un sillón blanco y una almohada peluda por encima.

―Es muy linda, Shawn. ―sonreí intentando ocultar mi emoción.

―¿Te gusta? ―Asentí. ―Genial. Tienes un baño privado y un vestidor.

―Gracias. ―lo abracé.

―Gracias a ti por aceptar esto. ―contestó él.

Y siempre lo haría.




Recuérdame ~ Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora