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Después de salir de la ducha, me vestí con algo sencillo y me dirigí hacia la sala.

― Hey. ―dijo Shawn al verme. ― ¿Y si hoy nos quedamos aquí? Como llegaste hoy, tal vez no tengas ganas de salir. ―comentó.

― Sí, claro. No hay problema. ―sonreí.

― ¿Podemos hacer algo, no? ―dijo él nervioso, y lo miré confundida. ― ¿Qué te parece cocinar juntos y ver unas películas? ―Relamí mis labios.

― Me parece genial. ―reí. ― ¿Qué cocinamos? ―pregunté mientras me apoyaba en la pequeña isla de la cocina.

― ¿Qué tal si me enseñas a cocinar algo argentino? ―sonrió nervioso, lucía súper lindo.

― ¡Claro! Bueno, podríamos hacer milanesas con puré. ―alcé los hombros.

― No tengo ni idea de qué es eso, pero suena interesante. ―rió.

― Okey, debes comprar: carne en fetas, condimentos, pan rallado, huevo, manteca, leche y papas. ―enumeré.

― Espera, espera. ¿Cómo? ―me miró confundido. ― No me acordaré de todo eso. ―dijo pensativo. ― Tendrás que venir conmigo al supermercado. ―dijo mientras se dirigía hacia la entrada, poniéndose una gorra, su abrigo y tomando las llaves.

― ¿Qué? Estás loco. ―me reí.

― Oh vamos, Tina, a unas calles de aquí hay una tienda. Tú sabes lo que lleva todo eso, yo no. ―me guiñó el ojo.

― ¿Me dejarás pagar?

― No.

― Por Dios. ―rodé los ojos. ―Un momento. ―contesté, y fui al cuarto a buscar un abrigo.

Luego me uní a él y salimos a la calle de Los Ángeles. Cruzó su brazo con el mío y charlábamos mientras caminábamos. Al llegar a la tienda, él tomó un carrito y lo empezó a empujar.

― Te sigo. ―comentó él.

Empecé a recoger los productos, colocándolos en el carrito. De reojo, notaba la mirada de Shawn, lo que me ponía incómoda y me hacía sonrojar como un tomate.

― Está bien. Esto es todo. ―dije.

Él revisó el carrito y frunció el ceño.

― No, aquí falta algo. ―comentó.

― ¿Qué? ―pregunté. Sabía que no faltaba nada, todo estaba ahí dentro.

― Un buen vino. ―comentó él, y se dirigió hacia la góndola. Negué divertida y lo seguí. Cuando eligió uno, fuimos a la caja, y él pagó con su tarjeta de crédito. Me prohibió llevar las bolsas, así que fue él quien las llevó hasta su casa.

Me puse a cocinar, y él me ayudó. Abrió el vino y tomamos mientras preparábamos la cena.

Debo admitir que esto se siente bien. Con Christian nunca cociné, ya que él estudiaba hasta tarde y llegaba justo a la hora de la cena, o venía muy cansado. El poco tiempo que le quedaba libre lo dedicaba a mí, ya sea con regalos o simplemente pasando tiempo juntos. Y debo admitir que me siento mal. Pero él es un buen chico, al igual que Shawn. Estoy agradecida con la vida.

Shawn puso la mesa, y yo llevé la comida. Ambos nos sentamos y cenamos juntos, compartiendo muchas anécdotas entre medio. Siempre tenemos tema de conversación y nunca se acaba.

― ¡Esto sabe rico! ―dijo saboreando. ―Cocinas muy bien. ―me hizo una reverencia. ―Gracias. ―respondió

― Ay, ¿por qué? ―pregunté.

― Por ser mi mejor amiga. ―dijo, y dejé de comer para mirarlo. ―¿Dije algo malo? ―negué.

― No, solo... es irreal, Shawn. ―dije dejando los cubiertos sobre la mesa. ―Aún no caigo en esto, y me cuesta, ¿sabes? ―suspiré.

― Hey, no pienses en eso, solo disfruta de la vida. ―contestó, y asentí.

― Sí, tienes razón. ―respondí.

Sin más, dejamos el tema de lado y hablamos de otra cosa. Luego él lavó los platos y nos sentamos en el sofá a ver películas, hasta que me quedé dormida.









Recuérdame ~ Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora