TRES

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Dos meses pasaron rápido, ya era treinta y uno de octubre. Iba entrando en la sala común de Slytherin, seguida por Adrian, cuando Draco me indicó con una seña que me acercara.

—¿Ahora qué te ocurrió? —pregunté, mientras me sentaba junto a él.

—¿Tú sabes para qué sirve el zumo de mandrágora?

Me quedé pensando unos segundos hasta que lo recordé y comencé a dictarle, mientras él copiaba en un pergamino nuevo.

—Gracias, Cass —dijo cuando puso el punto final. Le sonreí.

—Debería cobrarte por cada vez que te ayudo con tus tareas —le dije.

—Hora de la cena —anunció Adrian, consultando su reloj.

Desde la mañana tenía un fuerte dolor de cabeza, lo que me hizo pensarlo dos veces antes de levantarme para ir a cenar. Cuando iba entrando en el gran comedor, me encontré con Fred y George. Los dos me sonrieron y yo les devolví el gesto.

—¡Hola! —saludé. En esas semanas habíamos estado hablando esporádicamente y cada vez me caían mejor.

—¡Hola! —dijeron.

Entramos en el gran comedor y se dio inicio a la cena. Comí poco, a pesar de que todo estaba delicioso, pues mi dolor de cabeza iba en aumento. Me bebí el jugo de calabaza y pensé en que lo mejor sería irme a descansar.

—¿Estás bien? —me preguntó Adrian— Estás muy pálida.

—Tengo dolor de cabeza —le respondí.

—¿Por qué no vas a la enfermería?

—No es nada grave, no te preocupes.

Me miró con preocupación.

—¿Estás segura?

—Sí, pero voy a irme a mi habitación.

—¿Te acompaño?

—No hace falta.

Asintió lentamente y se sirvió más jugo de calabaza.

—Recupérate pronto, Cass.

—Gracias.

Le sonreí y le di una palmada amistosa en el hombro. Me levanté y salí del gran comedor. Iba a bajar las escaleras que conducían a las mazmorras cuando me sentí mareada, entonces pensé que tal vez sería mejor ir a la enfermería. Cambié de dirección y cuando pasé por el segundo piso, me encontré con algo demasiado extraño y perturbador. Terminé sujetándome la cabeza con las manos porque veía borroso y ya no soportaba el dolor. Había algo escrito en una pared, en letras rojas que parecían hechas con sangre, pero no alcanzaba a leer lo que decía. Seguí mi camino como pude, preguntándome por qué de repente me sentía tan mal. A poca distancia del lugar donde había visto ese extraño letrero, me encontré con Ginny. Estaba pálida y tenía unas extrañas manchas en la túnica.

—Hola —le dije. Ella me miró, asustada.

—Cassiopeia —murmuró.

—¿Va todo bien? —pregunté, ella parecía realmente asustada.

—Sí...

—¿Necesitas algo? Porque si es así, yo puedo ayudarte.

Me miró con recelo y algo de desconfianza.

—Es que... algo muy extraño me pasó.

—Si quieres ven conmigo y me cuentas qué pasó.

De repente, el insoportable dolor pasó a segundo plano, tomé a Ginny del brazo y nos fuimos a los dormitorios de Slytherin. Cuando pasamos por el segundo piso, nos fijamos en la gran aglomeración de alumnos y profesores que estaban junto al lugar donde había visto las letras rojas. Todos hablaban de la cámara de los secretos, y Filch gritaba que Harry Potter había atacado a su gato. Seguimos nuestro camino y solo cuando estuvimos en mi habitación, Ginny habló.

—Me están pasando cosas muy extrañas —dijo, visiblemente asustada—, no recuerdo ciertas cosas, como ahora no recuerdo qué estaba haciendo antes de que me encontraras. Y mira estas manchas que tengo en la ropa, no sé por qué las tengo.

Estaba angustiada, así que me acerqué y le di un abrazo mientras trataba de encontrar una explicación a lo que me estaba contando.

—¿Has sufrido algún accidente o algo así? —pregunté, pues la única explicación que le encontraba era que su pérdida de memoria se debiera a algo así.

Ella negó con la cabeza y me miró con los ojos llenos de lágrimas.

—No, nada de eso me ha sucedido.

Parecía estar a punto de desmayarse, estaba muy pálida y temblaba un poco.

—¿Tienes frío? —pregunté.

Asintió y yo fui a buscar uno de mis suéteres. Antes de ponérselo, ella sacó su varita del bolsillo de la túnica y un pequeño cuaderno negro.

—¿Qué es? —pregunté, señalando el cuaderno.

—Es un diario —me respondió—, pero no un diario normal.

—¿Qué tiene de diferente?

Ella se puso el suéter y abrió el diario, que aparentemente estaba en blanco. Se dirigió al escritorio y mojó una pluma en el tintero.

—Escribe algo ahí, puede ser como si te estuvieras presentando —me indicó.

«Hola, soy Cassiopeia Malfoy —escribí».

Las palabras desaparecieron, pero aparecieron otras, un poco más abajo.

«Hola, Cassiopeia Malfoy. Soy Tom Riddle».

Retrocedí un poco, bastante sorprendida, nunca había visto una cosa de esas, un diario que respondiera, era algo muy extraño.

—¿Dónde lo conseguiste? —pregunté.

—No lo sé, lo encontré entre mis libros de la escuela. Debieron dármelo por equivocación cuando los compré.

Miré con atención el cuaderno que no parecía tener nada extraordinario, luego miré a Ginny, que seguía muy pálida. Entonces, una pregunta llegó a mi mente: ¿tendría mi padre algo que ver con lo que le estaba sucediendo? Por más que lo pensaba, no encontraba una explicación para que él quisiera saber qué le pasaba, no tenía nada que ver con ella, ¿por qué me había mandado a vigilarla de cerca?

—No sé qué será lo que te está sucediendo —le dije—, pero puede que sea algo temporal. Sin embargo, si necesitas algo, no dudes en decírmelo.

Ella asintió.

—Gracias, Cassiopeia. Creo que será mejor que vaya a mi dormitorio.

—Si quieres puedo acompañarte.

—Está bien... no quiero regresar sola.

Salimos de mi habitación y cruzamos la sala común, que estaba llena de personas que hablaban sobre lo sucedido. Todos estaban tan enfrascados en hacer suposiciones y buscar culpables, que ni siquiera advirtieron que salimos. En silencio, caminamos hacia la torre de Gryffindor. Cuando nos detuvimos frente a un retrato, Ginny se quitó mi suéter y me lo devolvió.

—Gracias otra vez, Cassiopeia —dijo.

—De nada, y recuerda que si necesitas algo, puedes contar conmigo.

Ella sonrió, luego dijo la contraseña y entró en su sala común. Regresé a las mazmorras lo más rápido que pude, al llegar, busqué con la mirada a Adrian, que estaba sentado junto a Marcus Flint en un rincón de la sala común.

—¿Dónde estabas? —me preguntó, se veía bastante preocupado.

—Luego te explico —le dije. Ese no era el momento ni el lugar para hablarle de lo ocurrido con Ginny.

Me senté junto a él y me dediqué a escuchar las conversaciones que se desarrollaban a mi alrededor. Alguien había abierto la cámara de los secretos, el heredero de Slytherin estaba entre nosotros, pero nadie tenía idea de quién podría ser.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora