CUARENTA Y DOS

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Tardé algunos días en recuperarme, pero tan pronto supe que estaba bien, le escribí una carta a Dumbledore, y él me respondió diciéndome que nos viéramos en Hogsmeade. Llegué temprano y recorrí el pueblo mientras pensaba en si podría convencer a Dumbledore de que quería estar de su lado. Cuando entré en el bar Cabeza de Puerco, me aseguré de poner mi mejor cara de arrepentimiento, y de parecer lo más inofensiva que me fue posible. El director de Hogwarts me esperaba en una mesa, y al verme llegar, esbozó una afable sonrisa. Cuando llegué a su lado, se puso en pie y me miró con atención.

—Iba a referirme a usted como señorita Malfoy, pero creo que es más adecuado llamarla señora Riddle —dijo, con aquella voz tranquila que lo caracterizaba.

—Buenas tardes, profesor Dumbledore —saludé, con toda cortesía—, podría llamarme simplemente Cassiopeia, creo que es mejor.

Él asintió y nos sentamos. Le hizo una seña al camarero, y poco después llegó con dos cervezas de mantequilla.

—Tal vez no sea la mejor manera de comenzar esta conversación, pero antes que nada, me gustaría saber si fue usted quien mató a Severus Snape —dijo Dumbledore, mientras entrelazaba los dedos sobre la mesa.

Intenté parecer arrepentida, aunque en realidad no había sentido para nada el haber tenido que matarlo y eso me asustaba un poco, ¿en qué momento me había convertido yo en una asesina? Bebí un par de sorbos de mi cerveza y respondí en voz baja:

—Sí, fui yo. Él iba a matarme, pero yo me adelanté... en verdad no quería hacerlo...

—Al principio, pensé que había sido Tom, que había descubierto que Severus estaba traicionándolo.

Negué rápidamente con la cabeza y bebí otro sorbo de cerveza.

—Él quería matarlo, porque había intentado matarme a mí, pero como dije, quien lo hizo fui yo.

Asintió y me miró a los ojos. Me esforcé por no cambiar de expresión, pero sentía que los ojos azules del profesor, podían notar que mis intenciones no eran tan buenas como estaba intentando hacerle creer.

—Y entonces, Cassiopeia... ¿todo lo que dijo en su carta era cierto?

—Sí, señor. Yo elegí el bando equivocado, y soy muy consciente de eso. Pero quiero que sepa que lo hice principalmente porque quería proteger a mi familia. Ahora, si se me da la oportunidad de enmendar los errores que he cometido...

—¿Y en cuanto a su matrimonio con Tom?

—Fue su idea... usted entenderá que no hay manera de decirle que no.

—Nos convendría tenerla como informante, pues usted está más cerca de él que cualquier otra persona, pero, ¿sabe que lo que la orden quiere, más que todo es hallar la manera de derrotarlo?

—Sí, lo sé. Pero también sé que... si él cae, las personas que quiero estarán a salvo, y yo también.

—Entonces, ¿está haciendo esto por Lucius, Narcissa y Draco?

—Sí, señor, por ellos.

Aunque su expresión no revelaba nada, pude notar en sus ojos, que me creía. En la carta que le había enviado, decía que estaba dispuesta a cambiarme de bando y a informarles de todos los planes de Tom, porque quería mantener a salvo a mi familia, y no quería seguir arruinando mi vida, porque no tenía futuro al lado de alguien como él. Traté de sonar muy desesperada, y de hacerles creer que no estaba de acuerdo con nada de lo que Tom hacía. En ese momento, intentaba convencer a Dumbledore de que mi arrepentimiento era real y parecía estar representando muy bien mi papel, porque después de mirarme a los ojos por unos minutos, estiró su mano hacia mí, e intercambiamos un apretón de manos.

—Todavía tengo que comentar esto con el resto de la orden, pero sé que usted no es una mala persona, y que en verdad quiere estar de nuestro lado.

Fingí sentirme aliviada y esbocé mi mejor sonrisa amable.

—Gracias, señor.

—Le enviaré una carta en cuanto haya hablado con los demás.

Asentí y terminé la cerveza de mantequilla.

—Gracias de nuevo. Hasta luego.

Me levanté y él me imitó.

—Hasta pronto, Cassiopeia.

Salí del bar, esperando que en verdad hubiera quedado convencido de mi arrepentimiento, y me desaparecí para aparecer en la mansión Malfoy. Por lo que pude ver, Tom también acababa de llegar, pues se estaba quitando la capa.

—¿Cómo te fue? —preguntó al verme.

—Yo diría que muy bien —respondí—, parece que me creyó.

Él esbozó una sonrisa radiante y se acercó para besarme.

—No sé cómo lo haces, pero nada de lo que has hecho hasta el momento, ha salido mal.

Lo tomé de la mano y sonreí.

—Deberías saber que yo soy la mejor aliada que puedes tener.

—Lo sé, estoy completamente seguro de eso.

Sonrió otra vez y me tomó de la cintura para acercarme a él. Después de un par de besos, me tomó de la mano y salimos al jardín.

—Draco me dijo que te gustan estos dulces —dijo, con un poco de incomodidad, y me entregó una caja de grageas de todos los sabores.

Que se hubiera dado a la tarea de darme algo, me hacía sentirme inmensamente feliz, pero más que todo, me sentía especial, porque sabía que él no hacía ese tipo de cosas por nadie más. Sin pensarlo dos veces, lo envolví en un fuerte abrazo, que, como siempre, tardó un poco en devolverme.

—Gracias.

Abrí la caja y se la di para que tomara una, pero tan pronto la probó, puso cara de asco.

—Cera de oído —dijo, con notable disgusto.

Sonreí y tomé una yo también.

—Sangre —dije, intentando disimular un poco el asco.

Los dos sonreímos y en ese momento, fui un poco más consciente de que, aunque no estuviéramos haciendo nada especial, el simple hecho de estar junto a él, era algo único, que me hacía sentirme mucho más feliz de lo que había sido en toda mi vida antes de conocerlo.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora