Septiembre veintitrés.
¿Por qué será que cuando estás sintiendo dolor, el tiempo pasa tan despacio? Habían pasado varias horas desde que habían comenzado las contracciones, y el dolor se hacía cada vez más insoportable. Por momentos sentía que perdía la fuerza y me decía a mí misma que si sobrevivía, no iba a tener más hijos. Sostenía con fuerza la mano de Tom, y ocasionalmente, lo miraba a los ojos. Jamás pensé que él pudiera sentir miedo, pero en ese momento, estaba más que asustado.
—Esto terminará pronto —me decía en voz baja—, solo tienes que ser un poco más fuerte. Todo va a estar bien. Ya va a pasar.
Sus palabras de aliento me ayudaban a seguir manteniéndome fuerte. Muchas veces en los últimos años, había estado en situaciones peligrosas, pero en ese momento, no podía quitarme la sensación de que la muerte me estaba respirando en la nuca. Trataba de convencerme a mí misma de que eso era solo mi impresión, porque el dolor que estaba sintiendo era indescriptible y porque el parto se había complicado un poco. Yo no podía morir, no podía dejar a mi hijo y a Tom, solos. Ellos me necesitaban, tenía que seguir luchando. Me sentía desesperada, porque las fuerzas me abandonaban, y me parecía que en cualquier momento iba a desmayarme. De repente, me di cuenta de que era más que seguro que no sobreviviera, así que hice un esfuerzo enorme por hablar.
—Tom... —le dije, y mi voz no era más que un susurro débil— si algo me pasa... cuida mucho a nuestro hijo...
Me miró, todavía más asustado, y me acarició la mejilla.
—No —dijo—, no digas eso. Tú no puedes dejarme, no puedes dejarnos...
—Y dile... dile que lo amo mucho... si no... si no puedo llegar a verlo... dile que lo amo mucho... por favor...
Pude ver en sus ojos una mezcla entre miedo, preocupación y frustración.
—Vas a estar bien —dijo—, y vas a poder conocerlo.
—Te amo, Tom...
—Yo también te amo, Cassiopeia, eres la única persona a la que he podido amar. Por eso no puedes dejarme, tu lugar es a mi lado, no sé qué haría sin ti.
Sonreí, a pesar de que sentía que no tenía fuerzas ni siquiera para eso. Los sanadores comentaban cosas en voz baja, pero yo no entendía lo que decían, cada vez me sentía más cerca de la muerte, y más lejos de la vida. Pero seguía esforzándome por seguir ahí. Cuando por fin escuché llorar al bebé, supe que lo había logrado. Los ojos se me llenaron de lágrimas y miré a Tom, que sonreía. Lo contemplé, sabiendo que esa sería la última vez que lo vería. Y pensé en lo mucho que había llegado a amarlo. Poco a poco, comencé a recordar todo lo que habíamos vivido juntos, cómo me había enamorado de él y lo feliz que me había hecho. Al menos no iba a morir sin haber conocido el amor. Me quedé mirando aquellos ojos, que me parecían los más hermosos del mundo y después sentí cómo lentamente caía en un profundo sueño.
Por fin el dolor se había ido, y me sentía tranquila. Cuando abrí los ojos, estaba en una habitación blanca, iluminada con una luz resplandeciente que me hería los ojos. ¿Dónde estaba?
—Ya estás aquí —decía la voz de... ¿Ginny Weasley? En efecto era ella, se veía exactamente igual a la última vez que la había visto con vida.
—¿Ginny? —pregunté— ¿pero qué significa esto? ¿Estoy muerta?
Ella sonrió.
—Todavía no lo estás.
—Pero, ¿pronto lo estaré?
—No puedes morir todavía, Cassiopeia. Tu hijo te necesita, tus padres y tu hermano te necesitan... en realidad, el que más te necesite es Tom, no podrá criar a ese bebé solo.
—Entonces tengo que volver con él.
Ella asintió.
—Claro que sí. Él te necesita a su lado, eres la única persona que ha podido amarlo de verdad y a quien él también ama.
—Fue bueno verte otra vez.
Sonrió de nuevo.
—Igualmente. Buen viaje de regreso.
Iba a decirle algo más, pero desapareció. Cerré los ojos y cuando volví a abrirlos, me encontré con la escena más conmovedora que había visto en toda mi vida. Tom sostenía en sus brazos a nuestro hijo, que estaba envuelto en una manta. Tardó un poco en darse cuenta de que yo había despertado, pero al verme, esbozó una sonrisa radiante y pareció más que aliviado.
—¿Estás bien? —preguntó.
Asentí despacio y me di cuenta de que me dolía todo el cuerpo, pero no era nada que no pasara con un poco de descanso.
—¿Y él está bien? —pregunté, mirando al bebé.
—Está perfectamente. Me diste un gran susto, pensé que te había perdido.
Esbocé una sonrisa tranquilizadora.
—Todavía no te libras de mí, Riddle.
Él también sonrió.
—Me parece muy bien tener que seguir viviendo contigo.
En ese momento, entraron mis padres, Draco y mi tía Bella.
—Cass —dijo Draco—, ¿Estás bien?
Asentí lentamente y esbocé una sonrisa tranquilizadora.
—Felicidades —dijo mi tía Bella—, parece que todo salió muy bien.
Al ver al bebé, mis padres sonrieron y mi madre se acercó para tomarlo en brazos.
—¿Qué nombre van a ponerle? —preguntó mi padre, y supe que iba a sugerir que se llamara Lucius, igual que él.
—Se va a llamar Tom Riddle —le respondió Tom—. Tiene que llamarse como su maravilloso padre.
Ese comentario me hizo sonreír.
—Se va a llamar como su egocéntrico padre —repliqué.
—¿Puedo ser el padrino? —preguntó Draco, con algo de impaciencia.
—Está bien —le respondió Tom—, tú vas a ser el padrino entonces.
Draco sonrió, más que feliz y le hizo una seña a mi madre para que le pasara al bebé y poder tenerlo en brazos un rato. No pude evitar sonreír al ver la alegría en los rostros de las personas que más quería. El dolor había valido la pena.
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𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮
Fanfiction«Soy un recuerdo, guardado en un diario durante cincuenta años». Lucius Malfoy le entrega el diario de Tom Riddle a la pequeña Ginny Weasley, y encarga a su hija mayor, Cassiopeia Malfoy, la misión de vigilarla de cerca. ¿Qué pasaría si el gran Har...