CUARENTA Y NUEVE

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—Las puertas cambian de lugar —me explicaba Rookwood, intentando que me hiciera una idea de cómo era el departamento de misterios—, intenta no distraerte cuando entres a una habitación equivocada y sal cuanto antes.

Asentí e intenté no demostrar que estaba poniéndome muy nerviosa a medida que se acercaba la noche.

—Bien, creo que estoy mucho más lista ahora —dije, intentando convencerme a mí misma.

Nadie dijo ni una palabra durante la cena y tan pronto terminamos, me fui a mi habitación.

—¿Estás segura de esto? —preguntó Tom mientras entraba tras de mí.

—Por supuesto —le respondí, sin dejar lugar a dudas.

Saqué una capa del armario, me la puse y guardé mi varita en el bolsillo. Luego me acerqué a él y lo tomé de la mano.

—Por una vez, confía en mí —le dije.

—Yo confío en ti —replicó.

—A veces no parece.

Puso un mechón de cabello tras mi oreja y se acercó para besarme.

—Solo ten cuidado —dijo en un susurro.

Asentí y le di otro beso antes de salir de la habitación. Cuando llegué al ministerio, todo estaba desierto. Mientras cruzaba el atrio, solo escuchaba el sonido de mi corazón que latía a una velocidad antinatural. Intenté calmarme y pensar en que no era para tanto, solo tomaría la profecía y saldría de ahí lo más rápido que me fuera posible. Entré en el ascensor y me pareció que el viaje duraba una eternidad. Cuando se detuvo en el departamento de misterios, respiré profundo y me dispuse a cumplir con mi misión. Saqué mi varita del bolsillo y la sostuve con fuerza en la mano por si acaso. Me detuve ante varias puertas, en una habitación oscura iluminada por tenues luces azules, esperé y me dejé guiar por mi instinto. Algo me decía cuál era la puerta por la que tenía que entrar, así que la abrí y me encontré en una habitación mucho mejor iluminada.  Había relojes de todas formas y tamaños repartidos por la habitación, con cuidado, pasé entre las mesas y demás muebles y me acerqué a una enorme campana de cristal. Recordé lo que me había dicho Rookwood e intenté no distraerme. Localicé una puerta al otro lado de la habitación y me encaminé hacia ella a paso rápido. Cuando abrí la puerta, me encontré con una habitación de techo alto, llena de estanterías en las que habían muchas esferas de cristal pequeñas. Estaba en el lugar correcto. Me dispuse a buscar el pasillo número noventa y siete. Cuando lo encontré, entré lentamente y busqué, pero antes de encontrar la profecía que buscaba, una en específico llamó mi atención. Un papel amarillento y con una caligrafía perfecta, que estaba pegado al estante, debajo de una de las esferas, decía:

Dieciocho de febrero de 1976
S.P.T a L.M, A.M y N.B.M
Cassiopeia Malfoy y Tom Riddle, heredero de Salazar Slytherin.

Entonces había una profecía que hablaba sobre mí, tenía mi nombre y mi fecha de nacimiento. Sin pensarlo dos veces, tomé la esfera de cristal, descubriendo que estaba tibia. Me quedé pensando unos momentos en qué tenía que hacer para escucharla. La sostuve en alto y me quedé observándola. Al instante, una figura de un blanco nacarado se elevó en el aire y comenzó a hablar con una voz femenina cargada de misterio.

Cuando el recuerdo del heredero de Salazar Slytherin logre salir de donde se halla escondido, la encontrará. Y si separados son poderosos, juntos serán invencibles. Un vínculo invisible los une desde antes de nacer y una vez se encuentren, no habrá nada que no puedan lograr.

Se esfumó de repente, pero las palabras que dijo, quedaron como suspendidas en el aire de la habitación. Una extraña sensación se apoderó de mí. Entonces ese era mi destino. Me preguntaba si mis padres conocerían la existencia de la profecía, aunque algo me decía que las iniciales escritas en el papel eran las suyas. Intenté salir de mi estupor y buscar la profecía por la que iba, pero las palabras que había escuchado se repetían muchas veces en mi mente. Seguí por el pasillo hasta que la hallé. El papel que la marcaba decía:

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora