SESENTA Y CINCO

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Y Potter volvió a desaparecer, en las siguientes semanas, nada se supo de él, y no tuvimos más remedio que seguir buscándolo, con la esperanza de atraparlo y acabar con él de una vez por todas. Había llegado el día de mi cumpleaños número veintidós, pero ese no iba a ser como los anteriores. Seguía teniendo trabajo en el ministerio, y tenía que asistir a una reunión que se celebraba una vez al mes con los directores de cada departamento. Tom me había pedido que fuera, porque él tenía algo importante qué hacer.

—¿No podemos dejar eso para otro día? —le pregunté, antes de que saliéramos de casa. No tenía ganas de ir, y desde que había despertado, no me sentía muy bien.

—No —me respondió y se acercó para darme un beso—, solo ten un poco de paciencia. Te acompañaría, pero tengo cosas que hacer.

Resoplé y le di un beso más. Se desapareció y yo iba a hacer lo mismo, cuando llegó Draco.

—Cass, qué bueno que no te has ido —me dijo.

—¿Pasa algo? —me di cuenta de que se veía bastante nervioso.

—Es que... como hoy vamos a hacer una cena especial por tu cumpleaños... yo estaba pensando... es que quiero que conozcan a alguien importante.

Lo miré, alzando las cejas.

—Bien —dije—, imagino que no vas a decirme de quien se trata.

Miró a un lado y otro, como asegurándose de que nadie más escuchara. Luego, se acercó para hablarme al oído.

—Es algo así como... como mi novia.

Me parecía sorprendente que se viera tan incómodo hablando de eso conmigo, si era algo muy normal.

—¿Entonces por qué tanto misterio? —pregunté—, te felicito, pero veo que te lo tenías muy bien guardado.

Lo miré con suspicacia y sonreí. Luego me di cuenta de que se me iba a hacer tarde y yo odiaba llegar tarde, así que me apresuré a darle un beso en la mejilla.

—Nos vemos, hermanito —le dije.

—Adiós, Cass.

Cuando aparecí en el ministerio, consulté de nuevo el reloj y caminé rápidamente hacia donde haríamos la reunión. Ya iba llegando, cuando me encontré con Rodolphus. Nos saludamos, e íbamos a entrar en la sala cuando sentí que todo daba vueltas a mi alrededor. Me detuve e intenté que la desagradable sensación de mareo desapareciera. Rodolphus me tomó del brazo, cosa que agradecí, porque sentía que iba a caerme en cualquier momento. Cerré los ojos y tuve que esperar un rato hasta que me sentí mejor.

—¿Estás bien? —me preguntó Rodolphus, mientras me miraba con preocupación.

—Sí —le respondí—, no fue nada.

Me miró, no muy convencido, pero no dijo nada más, y entramos en la sala de reuniones. Allí, los directores de todos los departamentos esperaban. Yo seguía sin sentirme del todo bien, pero hice lo posible por atender a la reunión, aunque por momentos sentía que todo daba vueltas a mi alrededor, de nuevo. Esperé con ansias a que fuera de noche para poder irme a casa y sentí gran alivio cuando llegó la hora de salir.

Me aparecí en la sala de la mansión Malfoy y lo primero que vi fue a una chica muy bonita, con una larga cabellera castaña que le caía sobre los hombros. Me miró y esbozó una sonrisa amable. Junto a ella estaba Draco, y tardó en darse cuenta de que yo ya había llegado, porque estaba mirando a la chica con mucha atención.

—Buenas tardes —saludé.

—Hola, Cass —me respondió Draco—. Ella es Astoria Greengrass.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora