TREINTA Y SIETE

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Faltaba poco para el amanecer y yo estaba buscando una capa en el armario, pues iría con Barty Crouch a secuestrar a Alastor Moody.

—Ten cuidado —me dijo Tom, muy serio. Me volví para mirarlo, levanté mi mano y le acaricié la mejilla.

—Tranquilo, todo va a salir bien —dije, y esbocé una sonrisa tranquilizadora. Me miró a los ojos y se acercó un poco más.

—Antes, ninguna vida, además de la mía, tenía ningún valor —dijo en voz baja—. Ahora, tú vida vale mucho para mí, porque todo es mejor cuando estás conmigo, porque tú me haces ser alguien distinto y me gusta lo que soy cuando estamos juntos. Sé que puedes cuidarte muy bien sola, pero no quiero que te pase nada malo.

Sus palabras hicieron que mi corazón saltara de alegría dentro de mi pecho.

—Nada va a pasarme —le dije—, es casi imposible que Barty y yo no podamos contra Moody.

—No lo vayas a subestimar. Es prácticamente el mejor auror que ha tenido el ministerio, se dedicó a perseguir a mis seguidores y no se va a dejar reducir tan fácilmente.

Me acerqué y le di un beso corto.

—Tendré cuidado, no te preocupes.

Me tomó de la cintura para acercarme a él y noté ese ligero temblor que aparecía en mis manos cuando estábamos a tan poca distancia. Me parecía increíble que tantas sensaciones se apoderaran de mi cuerpo con el más mínimo contacto físico entre nosotros. Sus labios se posaron suavemente sobre los míos y cerré los ojos, olvidándome de todo una vez más.

—Nos vemos más tarde, Tom —le dije al apartarme.

Barty me esperaba en la sala, mientras conversaba con mi tía Bella.

—¿Ya es hora? —preguntó al verme.

—Sí —respondí. Me puse la capa sobre los hombros, la abroché y esperé a que llegara a mi lado.

Aparecimos en un vecindario muggle. A esa hora, todo estaba muy en calma y no había nadie en la calle. Con todo el sigilo que nos fue posible, entramos en el patio de atrás de la casa donde vivía Moody y nos ocultamos tras unos arbustos.

—¿Y si pone demasiado problema y tenemos que matarlo? —susurró Barty, mientras buscaba su varita en el bolsillo.

—No seas tonto, Barty —le dije en un tono a penas audible—. Sé que te estás muriendo de ganas de matar a alguien, pero vas a tener que aguantarte, es necesario mantener a Moody con vida.

Hizo un gesto de impaciencia, pero guardó silencio. Saqué mi varita del bolsillo y con una seña le indiqué que me siguiera.

¡Alohomora! —dije.

Abrí la puerta muy lentamente y me asomé. Por alguna razón que desconocía, Moody se había dado cuenta de nuestra presencia, por suerte había entrado con cuidado y pude apartarme para dejar pasar de largo el hechizo que me lanzó. Cuando volví a abrir la puerta, Barty y yo comenzamos a lanzarle hechizos aturdidores, pero no lográbamos darle, era un verdadero problema.

¡Imperio! —exclamé, y por fin logré impactarlo. Una sensación de poder me invadió y Moody se quedó quieto por fin.

Barty arregló con magia todo lo que habíamos roto, de manera que parecía que no había sucedido nada. Subimos a la habitación de Moody y encontramos que tenía todo el equipaje listo para irse a Hogwarts. Registramos todo y descubrimos una gran cantidad de detectores de tenebrismo y otros artefactos que usaban los aurores.

—Con razón se dio cuenta de que estábamos aquí —dije.

Recogimos todos esos objetos y los guardamos en un extraño baúl que tenía Moody.

—¿Ahora qué hacemos con él? —preguntó Barty.

Me fijé en que ese baúl era un buen lugar para ocultarlo, pues uno de los compartimientos en que estaba dividido, estaba amplificado con magia.

—Saca la poción multijugos —dije.

Le arranqué unos cuantos cabellos a Moody, que seguía bajo la maldición imperius, y los agregué a la poción. Barty la bebió y se convirtió en el doble del auror. Le ordené al Moody original que se metiera en el baúl y cerré con llave desde fuera.

—¿Crees que habrá logrado comunicarse con alguien? —pregunté mientras caminaba hacia la ventana.

—Es probable, aunque en el ministerio ya no le hacen mucho caso, está medio loco de tanto perseguir magos oscuros —respondió Barty, mientras se sentaba en la cama.

Abrí las cortinas y me di cuenta de que los muggles que vivían en el vecindario ya se habían dado cuenta del altercado, lo que significaba que pronto llegarían los funcionarios del ministerio a encargarse del problema. Iba a decirle algo a Barty, pero reconocí a Arthur Weasley, que acababa de llegar.

—Tienes que ir a inventarte una buena excusa —dije.

—Ya me encargaré de ese Weasley y los demás —dijo él, con tranquilidad.

Bajé las escaleras corriendo y cambié de sitio unos contenedores de basura que estaban en el patio de atrás. Barty bajó a hacerse cargo del problema y yo subí a ocultarme en la habitación de Moody. Busqué en sus cosas y encontré dos capas invisibles. Tomé una, me cubrí con ella y me quedé muy quieta en un rincón. Escuché muchas voces que hablaban en el primer piso, pero no me moví. Comencé a preocuparme cuando escuché pasos que se acercaban, la puerta se abrió y entró Arthur Weasley.

—Sé que estás ahí, Cassiopeia —dijo, mientras se paseaba por la habitación con la varita en la mano—, pero mi hijo Fred... y también George, me pidieron que de encontrarme contigo, no te hiciera daño. Igualmente, el día de tu boda, tú evitaste hacernos daño a mi esposa y a mí. Eres alguien importante para Fred y George, por eso voy a dejar pasar tu presencia aquí. Ellos dicen que... que fuiste muy buena con Ginny —al pronunciar el nombre de su hija, su voz se rompió e hizo una mueca de dolor—, en el último año que estuvo con vida y eso es algo que tengo que agradecer, aunque ahora hayas elegido ese bando.

Despacio me quité la capa invisible y la dejé sobre la cama.

—Señor Weasley —dije, en tono amable—, le prometo que me iré de inmediato. Como debe saber, yo estoy aquí cumpliendo órdenes.

—Lo sé, pero me gustaría saber qué haces aquí.

Mi mente trabajó a una velocidad impresionante en inventar una excusa.

—Mi señor me envió a averiguar dónde está Harry Potter —dije.

—Dile que no va a ser tan fácil que se acerque a Harry y le haga daño, porque muchos estamos dispuestos a dar la vida por él.

Asentí despacio y guardé mi varita en el bolsillo.

—Cuando vea a Fred y George, les daré las gracias porque se han preocupado por mí.

El señor Weasley asintió y salió de la habitación. Me cubrí de nuevo con la capa y esperé a que los funcionarios del ministerio se fueran, mientras pensaba en Fred y George. Pedirle a sus padres que no me hicieran daño, era algo que valoraba mucho. Esperaba poder verlos pronto y darles las gracias. Largo rato después, Barty volvió a subir.

—Quedaron convencidos de que no fue más que un momento de paranoia —dijo.

—Bien, yo creo que me voy —dije—. Ten mucho cuidado, no queremos que te descubran y te regresen a Azkaban.

Él asintió.

—No te preocupes, Cassiopeia, voy a seguir el plan que trazamos, al pie de la letra.

—Bien.

Iba a salir, e irme, pero pensé en algo y tenía que decírselo.

—Una cosa más, Barty: si se presenta la oportunidad de que Harry muera durante alguna de las pruebas del torneo, no la desaproveches.

—No lo haré, ese mocoso es un estorbo para mi señor y vamos a quitarlo del camino.

—Adiós Barty, y mucha suerte.

Le di una palmada amistosa en el hombro y salí de la habitación.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora