QUINCE

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Mis padres y Draco esperaron hasta que Tom salió de casa para interrogarme acerca de lo sucedido cuando había salido con él.

—¿A dónde te llevó? —preguntó mi padre.

—¿Qué te dijo? —preguntó mi madre.

—¿No te hizo ningún daño? —preguntó Draco.

Resoplé y me senté en uno de los sillones del salón, mientras el resto de mi familia daba vueltas a mi alrededor.

—Quiere que me una a los mortífagos —respondí.

Mi padre frunció el ceño, mi madre me miró levantando las cejas y Draco palideció.

—¿Qué? —preguntaron todos al mismo tiempo.

Asentí y me acomodé mejor en el sillón, esperando a que me dijeran lo que tenían que decirme.

—Eso sería algo muy bueno, Cassiopeia —dijo mi padre, con expresión de satisfacción.

—Es demasiado peligroso, Lucius —dijo mi madre, en un claro tono de reproche—, a veces parece que no te importa la seguridad de tus hijos.

—Pero Narcissa... si el señor oscuro se lo pidió personalmente, estaría muy mal que le dijera que no. Si la considera digna es por algo.

Mi madre negó lentamente con la cabeza.

—No estoy dudando de sus capacidades, pero creo que es demasiado joven para algo así. Tal vez en unos años...

—No, tiene que ser ahora. Además, ya es mayor de edad.

—Sería mejor que termine primero sus estudios en Hogwarts.

—Lo que tenga que aprender, lo aprenderá con los mortífagos.

Mi madre siguió negando con la cabeza, no había manera de que estuviera de acuerdo con eso y en ese momento lo supe. Pero si aceptaba, sería por ellos, para tratar de protegerlos, aunque no pensaba decírselo. Mi padre se acercó y me miró a los ojos.

—Piénsalo muy bien, Cassiopeia, no desaproveches la oportunidad de hacer algo importante con tu vida.

Asentí lentamente, luego lo vi ponerse la capa, darle un beso en la mejilla a mi madre y desaparecerse. Mi madre se sentó junto a mí y me tomó de la mano, sus ojos claros estaban llenos de lágrimas.

—Es tu decisión, pero quiero que sepas que no podré estar de acuerdo con que hagas eso —dijo, casi en un susurro—, es demasiado peligroso y puedes terminar muy mal. Mi hermana Bella... lleva doce años en Azkaban, y yo no quiero que tú termines igual. Tu padre tomó sus decisiones, pero tú no estás obligada a seguir sus pasos.

No sabía qué decirle, pero sabía que tenía razón. Estaba cada vez más confundida y me sentía más lejos de saber qué respuesta darle a Tom. Me acerqué para darle un abrazo a mi madre.

—Todavía no voy a darle una respuesta —dije—, voy a pensar esto muy bien.

Ella asintió y se secó las lágrimas que corrían por sus pálidas mejillas. Le dio un suave apretón a mi mano, se levantó y se fue. Le hice una seña a Draco para que se sentara junto a mí y cuando lo hizo, pude ver la preocupación en sus ojos grises.

—¿Qué piensas hacer, Cass? —preguntó suavemente.

—No tengo ni idea, Draco —respondí—. Siento que sería mejor decir que sí, porque así podría tratar de mantenerlos a ustedes a salvo, podría encontrar la manera de que te dejen fuera de esto.

Él negó lentamente con la cabeza.

—Sabes que si aceptas, jamás podrás tener una vida normal.

—Me importa más que nuestros padres y tú estén con vida, sanos y salvos.

—Lo mejor para ti es que no lo hagas. Lo que dijo nuestra madre es verdad, podrías terminar como la tía Bella.

Pensé en mi tía Bella, eran pocos los recuerdos que tenía de ella, pues cuando se la habían llevado a Azkaban, yo todavía era muy pequeña. Respiré profundo e intenté aclarar mi mente.

En la noche, mientras cenábamos en silencio en el comedor, me quedé mirando con atención a Tom. Parecía perdido en sus pensamientos, pero de repente levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos. No quería admitirlo, pero me estaba acostumbrando a convivir con él. Sabía que todos los días iba a verlo durante el desayuno, y que aunque pasara todo el día fuera, llegaba para la hora de la cena. Aunque nuestras conversaciones fueran esporádicas y no tan extensas, me gustaba hablar con él, me sentía cómoda teniéndolo cerca. Por primera vez, pensé en que si decidía regresar a Hogwarts, pasaría meses sin verlo y habría mucha distancia entre nosotros. ¿Qué me estaba pasado? Yo no podía fijarme en él, aunque pareciera tan inocente, seguía siendo un mago oscuro demasiado peligroso. Quién diría que, tras esa mirada tan bella se escondieran tantas cosas malas. Terminé la cena, le di las buenas noches a todos y me fui a mi habitación. Iba subiendo las escaleras, cuando me percaté de que Tom iba tras de mí. Me giré para mirarlo y él se detuvo un escalón más abajo de donde yo estaba.

—¿También te vas a descansar? —pregunté.

—Sí, tengo cosas que hacer mañana —respondió.

Respiré profundo y por primera vez me di cuenta del olor de su perfume, era algo así como una mezcla de madera y hojas de menta. Pronto, mis manos comenzaron a sudar porque estábamos muy cerca, pero no hice ningún intento de alejarme.

—Entonces, que pases una buena noche —dije.

Sus labios se curvaron en una sonrisa.

—Igualmente, Cassiopeia.

Pasó por mi lado y siguió su camino hacia la habitación que ocupaba. Cuando yo entré en mi habitación, pensé en que necesitaba hablar con Adrian. Era mi mejor amigo y seguramente me ayudaría a aclarar un poco mis ideas. Me dirigí al escritorio y le escribí una carta, pidiéndole que fuera a verme en cuanto le fuera posible.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora