CINCUENTA Y UNO

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En los días siguientes, descubrí que mi madre en realidad amaba mucho a mi padre. Casi no salía de su habitación y se pasaba el día preguntando qué sería de él. Yo sentía su ausencia, aunque nunca hubiéramos tenido la relación más armoniosa y él no fuera el padre más cariñoso, la mansión Malfoy no era lo mismo sin su presencia. Desde lo ocurrido en el departamento de misterios, el mundo mágico había caído en una especie de pánico generalizado y caos. Muchos exigían la renuncia de Fudge y hablaban de elegir a un nuevo ministro cuanto antes. Dumbledore me había enviado un mensaje en el que me decía que necesitaba hablar conmigo con urgencia. Lo pensé muchas veces antes de ir, porque suponía que Potter le habría contado que me vio en la sala de las profecías, y eso comprometía mi lugar dentro de la orden del fénix. Al final, me decidí y fui a Hogsmeade. Cuando entré en el bar, ya estaba esperándome, aparentemente perdido en sus pensamientos. Levantó la vista hacia mí y sus ojos azules me observaron con mucha atención.

—Cassiopeia —dijo a modo de saludo.

—Profesor Dumbledore —dije, y me senté frente a él. Pasaron unos minutos sin que dijera nada, y al final pensé en hacerle una pregunta que rondaba en mi cabeza desde hacía algún tiempo—. ¿Puedo preguntarle algo?

—Por supuesto —respondió con voz amable y entrelazó las manos sobre la mesa.

—¿Por qué el patronus de Tonks cambió de forma y ahora es igual al de Remus? Es que la primera vez que la vi hacerlo, era una liebre y ahora, es un lobo.

El anciano profesor sonrió y me miró fijamente antes de responder.

—Eso es algo muy interesante. El patronus de Tonks cambió porque ella se enamoró profundamente de Remus —hizo una pausa y se inclinó un poco sobre la mesa—. Si Tom pudiera hacer un patronus, sería una serpiente, como el tuyo.

Sacudí un poco la cabeza, porque me parecía que no lo había oído bien.

—¿Cómo sabe que...?

Sonrió y me interrumpió.

—Has corrido muchos riesgos por él. Los demás mortífagos lo hacen por miedo, pero todos hemos podido ver que tú no le temes, así que la única explicación es que lo haces por amor.

—¿Es tan evidente?

Sonrió de nuevo y me dedicó una mirada comprensiva.

—Solo para los que somos buenos observadores.

—Yo... imaginé que me había llamado para hablarme de lo ocurrido en el departamento de misterios.

—En parte. Me dijeron que fuiste tú quien tomó la profecía y la sacó del ministerio.

Asentí lentamente y me acomodé un mechón de cabello tras la oreja.

—Es verdad... yo tenía que entregársela. Tal vez no debería, pero...

—Las cosas que hacemos por amor están más allá del bien y del mal —me interrumpió, con aquella voz tranquila que lo caracterizaba.

—Él ya la escuchó en su totalidad.

—Me pregunto qué pensaría al escucharla completa.

—La verdad es que no lo sé... no me dijo nada sobre eso.

—¿No sabes por qué tenía tanto interés en escucharla?

Negué con la cabeza lentamente.

—No.

—Habla de su caída.

—¿Todas esas profecías se cumplen?

—No todas, y te aseguro que él hará lo que sea para que esta en particular nunca llegue a cumplirse.

Guardé silencio mientras me preguntaba qué pensaría Tom, si se habría sentido como me había sentido yo al escuchar mi profecía. El mesero nos trajo dos cervezas de mantequilla y yo bebí casi toda la mía en un par de sorbos, porque de repente sentía que tenía la garganta seca.

—La verdadera razón por la que te llamé —dijo Dumbledore, sacándome de mis pensamientos—, es porque esa noche, en el ministerio, quienes no creían que Tom había regresado, pudieron verlo con sus propios ojos. Ahora, todos están en guardia, todos saben que cualquier cosa podría pasar. La guerra ha comenzado, Cassiopeia, y todos, absolutamente todos, tenemos que elegir un bando. Tú no eres la excepción, y yo sé muy bien con quién está realmente tu lealtad.

Cuando lo miré a los ojos, lo supe. Durante todo ese tiempo, él sabía muy bien que yo era una espía.

—Usted... lo sabía —murmuré.

—Tú no eres una mala persona, Cassiopeia, pero estás realmente enamorada de Tom, y no te juzgo por ello.

—Eso es cierto —admití, bajando la mirada.

—Ha sido un placer conocerte, y sé que el resto de la orden piensa lo mismo, pero tú elegiste tu camino y aunque lo sentimos mucho, llegará el día en que tengamos que enfrentarnos.

—Gracias —le dije con toda sinceridad mientras me levantaba lentamente, apoyándome en la mesa—, y buena suerte en la guerra que acaba de empezar.

Esbozó una sonrisa amable y yo bebí de un sorbo la cerveza que quedaba, antes de salir del bar. Sabía que de ahí en adelante, todo iba a ser mucho más complicado, pero Dumbledore tenía razón, mi lealtad estaba con Tom.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora