DIECINUEVE

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Comenzaba a odiar las despedidas. Mientras le ayudaba a Draco a empacar, tenía que hacer enormes esfuerzos por no ponerme a llorar. No se había ido todavía y yo ya estaba sintiendo su ausencia. Al día siguiente, él regresaría a Hogwarts, sin mí, y yo comenzaría una nueva vida.

—Esto es mucho más duro de lo que pensé —dije en voz baja, mientras cerraba la tapa del baúl y me sentaba en la cama de mi hermano.

Él se acercó y se sentó a mi lado.

—Te voy a extrañar —dijo.

—Y yo a ti.

Lo envolví en un fuerte abrazo y dejé salir las lágrimas que llevaba todo el día reteniendo. Por esa noche, me permitiría llorar, pero de ahí en adelante, tenía que mostrarme fuerte, pues lo que me esperaba no era sencillo.

—¿Te molesta que me quede esta noche contigo? —pregunté, mientras me limpiaba las lágrimas con la manga del suéter.

—Claro que no. Mientras no pases toda la noche llorando, no le veo problema.

Una pequeña sonrisa apareció en mis labios. Ya era hora de cenar, así que fui al baño y me lavé la cara, pues no quería que mis padres y especialmente Tom, vieran que había estado llorando. Como de costumbre, nadie dijo nada durante la cena, y tan pronto terminamos, me fui a mi habitación a cambiarme para ir a dormir con Draco. Entré en el baño y cuando salí, me encontré a Tom, sentado en mi cama.

—Disculpa que haya entrado así —dijo.

—No hay problema.

—No veo tu equipaje, así que imagino que vas a quedarte.

Asentí lentamente, mientras lo miraba con atención, preguntándome una vez más por qué era tan atractivo. Se pasó los dedos entre su cabello oscuro y se levantó.

—Yo... iba a hablar contigo, en cuanto Draco se fuera —dije.

A medida que se acercaba a mí, me sentía cada vez más nerviosa. Lentamente puso sus manos en mi cintura y se acercó hasta estar a escasos centímetros de mis labios.

—Tomaste la mejor decisión —susurró.

En verdad esperaba que tuviera razón, aunque teniéndolo tan cerca, eso dejaba de importar. Sin pensarlo dos veces, rompí la distancia que había entre nosotros y lo besé. Me parecía que jamás podría cansarme de sus labios. Cada vez que me tocaba, aunque fuera un pequeño contacto, desencadenaba una cantidad asombrosa de emociones.

—Mañana hablaremos bien de esto —le dije en cuanto se apartó un poco de mí.

—Muy bien. Buenas noches, Cassiopeia.

—Buenas noches, Tom.

Salió de la habitación, yo fui a tomar mi varita y después me dirigí a la habitación de Draco. Ya se había acostado, así que me acosté junto a él y recordé que, cuando éramos niños, solíamos dormir juntos porque le temíamos a la oscuridad, y nuestros padres jamás permitieron que durmiéramos con ellos. Desde ahí nos hicimos muy unidos. Me pregunté cuánto cambiarían las cosas entre nosotros a causa de la distancia, esperaba que eso no afectara mucho nuestra buena relación.

—Te quiero, hermanito —le dije en voz baja.

Él se acercó y me tomó de la mano.

—Yo también te quiero, Cass.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y de nuevo me puse a llorar, hasta que me quedé dormida.

A la mañana siguiente, nos levantamos temprano. Tan pronto vi el equipaje de mi hermano listo, me invadió la nostalgia. Hogwarts había sido un lugar muy importante en mi vida, pero todo había cambiado. En ese último año, las cosas habían cambiado mucho, como nunca hubiera esperado. Cuando me senté en la mesa a desayunar y vi a Tom, no pude evitar pensar en lo diferente que sería todo si él no hubiera logrado salir de ese diario. Para empezar, Ginny Weasley estaría viva, sana y salva, y yo iría a terminar mis estudios. Pero no valía la pena pensar en lo que hubiera podido ser. Tom estaba ahí, frente a mí, y las cosas pasarían como tenían que pasar. El momento de la despedida fue todavía más difícil, y tuve que hacer un esfuerzo todavía más grande por no llorar, mientras le daba un abrazo fuerte a Draco.

—Cuídate mucho, que tengas un buen año —dije.

—Tú vas a tener que cuidarte mucho más que yo —me dijo él.

—No olvides escribirme y avisarme cuando vayan a ir a Hogsmeade, para ir a verte.

Asintió lentamente y me miró a los ojos.

—La próxima vez que te vea, tendrás la marca.

—Sí, eso creo.

—Adiós, Cass.

—Adiós, Draco.

Le di un beso en la mejilla y traté de sonreír. Cuando él y mi padre se fueron, sentí un vacío enorme en el pecho. En definitiva, yo era una exagerada, me sentía como si no fuera a volver a verlo y eso era improbable. Respiré profundo e intenté calmarme.

—¿Ahora podemos hablar? —preguntó Tom. No me había dado cuenta de que estaba ahí, a pocos pasos de mí.

—Sí... señor.

Me sonrió con diversión y levantó las cejas.

—¿Ahora vas a llamarme así?

—No si no es necesario.

—No lo es.

Subimos a mi habitación y cerramos la puerta.

—¿Y bien? —preguntó, mirándome fijamente.

—Después de mucho pensarlo, concluí que lo mejor era aceptar tu propuesta.

—Tengo que advertirte que una vez te haya puesto la marca, no puedes dar ni un paso atrás. Este es un compromiso que adquieres por el resto de tu vida, y de la mía. Tienes que seguir mis órdenes y, también debes saber que si alguien me traiciona, lo paga con su vida.

Asentí lentamente y vi en sus ojos que no mentía.

—Todo eso lo tengo muy claro. Te aseguro que no tendrás ni una sola queja de mí.

Sonrió y sacó su varita del bolsillo. Respiré profundo y sin dejar de mirarlo, estiré un poco mi brazo izquierdo. Él me tomó de la muñeca con firmeza, pero sin hacerme daño, me miró a los ojos y luego, con la punta de la varita, comenzó a dibujar sobre mi piel. Ardía como si estuviera grabando la marca con fuego, pero no dije ni una sola palabra. No pensaba mostrarle ni un solo signo de debilidad. Él debía saber que yo era fuerte. Cuando terminó, guardó la varita de nuevo en el bolsillo y yo me quedé mirando la marca tenebrosa recién hecha, que brillaba sobre mi antebrazo. Estaba hecho, yo había elegido un bando, estaba a su servicio y debía cumplir con la obligación que acababa de aceptar.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora