CUARENTA Y UNO

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Un búho estaba golpeando en la ventana, pero yo tenía demasiado sueño como para levantarme a abrir.

-Tom -lo llamé en voz baja. Aparentemente estaba dormido, pero cuando me escuchó, abrió lentamente sus bonitos ojos y me miró como si fuera a lanzarme un avada kedavra.

-Espero que tengas una buena razón para despertarme -dijo.

Me acerqué y le di un beso.

-Una carta.

Señalé la ventana, donde el búho esperaba. Él resopló, se apartó el cabello de la cara y se levantó. Muy bruscamente, tomó la carta y regresó a la cama.

-Debe ser para ti, no conozco esa letra.

Asentí y la recibí. Yo sí conocía la letra, era de Fred. La leí rápidamente, en ella decía que necesitaba que habláramos, y me daba una dirección en Londres para vernos. Todavía era bastante temprano, así que dejé la carta sobre la mesa de noche y volví a acostarme, recostando la cabeza sobre el pecho de Tom. Estuvimos así un rato, hasta que se hizo más tarde y fuimos a darnos una ducha juntos.

-Voy a salir en un rato -informé, mientras buscaba algo qué ponerme en el armario.

Él se estaba abrochando los botones de la camisa, se detuvo y se quedó mirándome con seriedad.

-Hasta que no me encargue de Severus no deberías andar por ahí sola -dijo.

-Yo puedo defenderme sola, si es necesario.

Me miró con impaciencia, luego se acercó y tomó mi mano.

-Yo sé que puedes defenderte sola, pero no voy a estar tranquilo -lo miré a los ojos y pude ver en ellos la preocupación-. Tú eres la única persona que me importa en el mundo y no me gusta la idea de perderte.

Sus palabras hicieron que mi corazón saltara de alegría dentro de mi pecho, tal vez, yo era tan importante para él como él para mí. Me acerqué y le di un beso en el que intentaba expresarle todo lo que sentía por él. Luego, puse mi mejor sonrisa tranquilizadora.

-No tardaré -le dije.

Por la forma como me miraba, supe que le parecía una idea terrible, pero no iba a decirme nada más. Me vestí, me arreglé y salí después del desayuno. Toda la calle estaba desierta y no se escuchaba ningún ruido. Miré a mi alrededor, preguntándome dónde estaría Fred, y caminé unos pasos mientras miraba las fachadas de las casas a ambos lados de la calle.

-Sabía que vendrías -dijo la fría voz de Severus.

Rápidamente di media vuelta para mirarlo y supe que todo había sido una trampa.

-¿Qué demonios...? -pregunté, mientras pensaba en lo estúpida que había sido.

-Te he tenido muy bien vigilada, Cassiopeia, por eso se me hizo fácil engañarte.

-Sabes que él no va a perdonarte que me mates ¿verdad?

Permaneció tan inexpresivo como siempre y dio un par de pasos hacia mí.

-Es que no me importa tener su perdón. Él y tú juntos son algo nefasto para todo el mundo mágico. Años atrás, él me quitó a la única persona a la que he podido amar en mi vida, y ahora que tengo la oportunidad, voy a hacer que sufra lo que yo he sufrido. Casi puedo imaginarme lo que sentirá cuando vea que estás muerta.

Saqué mi varita del bolsillo y le apunté.

-No voy a dejar que me mates tan fácilmente, Severus.

En segundos, me lanzó una maldición, pero logré bloquearla, tal como Tom me había enseñado a hacerlo, un tiempo atrás. Mientras nos lanzábamos maldiciones, me pregunté cuántos muggles nos estarían viendo. Intenté mantenerme concentrada en el duelo, pero pensé en que, al final, tendría que matarlo o él me mataría a mí. Intenté encontrar fuerzas para lanzarle la maldición asesina de una buena vez, pero matar no era tan fácil y no sabía por qué me estaba costando tanto.

-¡Sectusempra! -no recordaba haber escuchado ese hechizo jamás en mi vida, y tal vez fue el desconcierto, pero ese sí logró alcanzarme.

Un dolor indescriptible me invadió, aparecieron unos cortes profundos sobre mi cuerpo y pronto la ropa se me llenó de sangre. Sentía que la muerte me respiraba en la nuca, pero no me iba a ir al infierno sin llevarme a Severus conmigo. No tardé en caer al suelo, incapaz de permanecer de pie. Él se acercó a mí y con las pocas fuerzas que me quedaban, levanté la varita y dije:

-¡Avada kedavra!

Lo último que vi fue un destello verde que salía de la punta de mi varita. Pensé en Tom, recordé su atractivo rostro, aquellos ojos cafés que me gustaban tanto y esa sonrisa que tenía reservada para mí. Mis ojos se cerraron lentamente y me pareció que hasta ahí había llegado mi vida.

-Por favor, Cassiopeia, despierta -escuché la voz de Tom, que no era más que un susurro. ¿Estaba soñando? ¿Todavía seguía con vida? ¿Al abrir los ojos lo vería?

Sentía que me dolía todo el cuerpo, y que la cabeza me pesaba una tonelada. Abrir los ojos me costó un esfuerzo demasiado grande, pero valió la pena cuando vi a Tom. Miré a mi alrededor y me encontré con los rostros asustados de mis padres, Draco, mi tía Bella, Rodolphus y Adrian.

-¿Estás bien? -preguntó mi madre.

-Dale la poción, Cissy -dijo mi tía Bella.

-Estábamos casi seguros de que estabas muerta, Cass -dijo Draco.

Mi madre se acercó a la mesa de noche y me dio una extraña poción que tenía un sabor para nada agradable. Después de tomarla, me sentí un poco menos débil, me aclaré la garganta y hablé:

-¿Qué pasó con Severus? -pregunté.

Todos intercambiaron miradas extrañas y tardaron un poco en responder.

-Está muerto -respondió Tom.

Entonces recordé que le había lanzado la maldición asesina. Me parecía improbable que yo hubiera podido matarlo, cuando estaba desangrándome en el suelo. Levanté las sábanas, que me cubrían hasta el pecho y pude ver que, bajo la ropa, estaba envuelta en vendajes.

-¿Yo lo maté? -pregunté.

Todos asintieron lentamente, pero yo seguía sin creer que me hubiera atrevido a eso. Miré hacia la ventana y me di cuenta de que ya era de noche. ¿Cuántas horas había estado inconsciente?

-Deberíamos dejarla descansar -sugirió mi padre. Por primera vez su voz sonaba preocupada y no parecía estar dándole órdenes a nadie.

Los demás se mostraron de acuerdo y salieron de la habitación, dejándome a solas con Tom. Él se sentó junto a mí en la cama y se pasó los dedos entre su cabello oscuro.

-¿Te sientes bien? -preguntó, con notoria preocupación.

-Sí -le respondí- pero me duele todo.

-¿Prefieres que no duerma contigo esta noche? -parecía cada vez más preocupado, así que reuní fuerzas para estirar mi brazo y tomarlo de la mano.

-Yo prefiero que te quedes.

Pareció algo aliviado y se acercó un poco más a mí.

-Pensaba que... nunca iba a poder volver a mirarte a los ojos -confesó en voz baja, mientras me miraba.

-No te vas a librar tan fácilmente de mí -le dije, y sonreí, tratando de que estuviera más tranquilo. Él sonrió también.

-Qué suerte.

-Yo... no pensé que hubiera podido matar a Severus.

Él me miró con incredulidad.

-Pues lo hiciste, acabaste con ese maldito traidor. El único problema es que nos quedamos sin quién espíe a la orden para nosotros.

Me quedé unos instantes pensando, y se me ocurrió una idea.

-Yo puedo hacerlo ahora.

Él se alejó un poco para mirarme y frunció el ceño.

-Cassiopeia...

Levanté mi mano para indicarle que guardara silencio y lo miré a los ojos. Habíamos alcanzado ya un nivel de conexión, que hacía que no necesitáramos palabras para entendernos.

-Yo moriría antes que traicionarte -le dije, tratando de terminar así con las dudas que veía en sus ojos-. Voy a hacer esto por la misma razón por la que he hecho tantas cosas: por ti. No te preocupes, ahora yo espiaré a la orden.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora