VEINTINUEVE

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Y tal como lo había dicho, Adrian se convirtió en un mortífago. Pasaron algunas semanas y, aunque nuestra relación seguía siendo algo tensa, ambos estábamos haciendo lo posible por volver a la normalidad. Tom me había enviado a llevar un mensaje, y cuando regresé a casa, lo encontré en la sala, hablando con Fenrir Greyback. Había visto al hombre lobo en un par de ocasiones, pero nunca había cruzado palabras con él.

—Buenas tardes —saludé al entrar.

Greyback se dio cuenta de mi presencia y me dirigió una mirada que me hizo sentirme muy incómoda.

—¿Y quién es esta belleza? —preguntó, mirándome de arriba abajo.

—Ella es Cassiopeia Malfoy —le respondió Tom, en ese frío tono de voz que usaba a veces y que hacía que los mortífagos lo miraran con miedo—, mi prometida.

Cuando dijo las dos últimas palabras, el hombre lobo dejó de mirarme, y fijó la vista en el suelo, visiblemente avergonzado.

—Perdón, señor —se apresuró a decir—, no sabía que usted y la señorita Malfoy fueran a casarse.

—Ahora lo sabes, Greyback. En unas semanas ella será mi esposa y no permitiré que nadie la mire de la manera en que tú lo hiciste.

Greyback guardó silencio y siguió mirando al suelo. Tom se acercó a mí y me tomó de la mano.

—¿Hiciste lo que te dije? —preguntó en un tono de voz mucho más suave y nada parecido al que había empleado antes.

—Sí, señor —respondí, y me acerqué para darle un beso en la mejilla—. Con permiso.

Sonrió y le dio un ligero apretón a mi mano, antes de ir a continuar su conversación con Greyback. Yo subí las escaleras e iba a ir a saludar a mi madre, cuando me detuve en la puerta de su habitación la escuché hablar.

—Adrian, solo tú puedes ayudarme —decía, en tono de súplica—. Te lo pido en nombre del amor que sé que le tienes a Cassiopeia. Yo te he visto y sé que estás enamorado de ella. Llévatela de aquí, lejos, a donde él no pueda encontrarlos.

—Pero señora Malfoy... —dijo Adrian, con paciencia— él va a encontrarnos igual, y cuando lo haga, nos matará a ambos, no sin antes lanzarnos veinte crucios. Además, ella no va a querer irse conmigo, por si no se ha dado cuenta, no le molesta tanto la idea de casarse con él.

—Yo la convenceré, ella tiene que entender que esto no va a ser nada bueno. Si se casa con él, le espera una vida entera de infelicidad, además, él puede hacerle mucho daño y yo no quiero eso.

Me acerqué un poco más a la puerta, la siguiente en hablar fue mi tía Bella.

—Ya basta, Cissy —dijo, se oía bastante molesta—. Deberías sentirte orgullosa de que la escogió a ella.

—Tú no entiendes, Bella —replicó mi madre.

—Eres demasiado exagerada. Cuántas querrían estar en el lugar de Cassiopeia.

—Empezando por ti, ¿no, Bella?

Mi tía no respondió, yo abrí la puerta despacio y entré.

—Si la conversación es sobre mí, creo que tengo derecho a estar presente —dije.

Mi madre intercambió una mirada con mi tía Bella y se acercó a mí.

—Hija... necesito que me escuches un momento, por favor.

Miré los ojos azules de mi madre, y me fijé en que había estado llorando.

—Dime —le dije.

—No puedes casarte con él, hija, por favor. Hasta ahora, tú no has visto cómo es en realidad. Eres muy joven todavía para comprender bien todo lo que significa estar casada con alguien. Tú no lo amas y él tampoco te ama a ti, no hay manera de que eso pueda funcionar así.

—Madre... yo no puedo decirle que no voy a casarme con él, no puedo, ¿cómo crees que va a reaccionar?

—Tú puedes irte lejos, si sales del país, se le hará casi imposible encontrarte. Podrías comenzar una nueva vida, llevarte a Draco contigo y así ambos estarán a salvo.

—Creo que lo subestimas un poco, si me voy y me encuentra, no quiero ni imaginar lo que va a hacerme.

—Tu padre y yo lo evitaremos a toda costa.

—Mi padre no va a estar de acuerdo. Además, si yo me voy de aquí, a los primeros a los que él va a matar es a ustedes.

—Si tenemos que dar la vida para que tú y tu hermano puedan estar a salvo y tranquilos en algún lugar, estaremos dispuestos a hacerlo.

Pude ver en los ojos de mi madre, que no mentía. Negué lentamente con la cabeza y la tomé de la mano. No iba a decirlo en voz alta, pero en realidad, no quería irme y no volver a ver a Tom. Ni siquiera me asustaba que me encontrara y me diera una muerte lenta y dolorosa, yo quería seguir estando cerca de él.

—Madre, no podemos hacer eso, yo tengo que quedarme aquí, mi lugar está con ustedes.

Mi lugar estaba con ellos, pero también con Tom. Mi madre no entendería que yo en realidad sentía algo real y verdadero por él y yo no iba a explicárselo. Mi tía Bella se acercó y puso su mano sobre mi hombro.

—No vayas a hacerle caso a tu madre, Cassiopeia —dijo, en voz muy baja—. Él no es famoso por su piedad. Si te vas, va entender eso como una traición, te buscará hasta debajo de las piedras y cuando te encuentre, vas a desear no haber nacido. No importa cómo se vea, sigue siendo el señor oscuro. Lo que es en el interior, no cambia, aunque cambie su aspecto físico.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora