CUARENTA Y SEIS

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Cuando desperté, Tom ya se había levantado y salía del baño con una toalla alrededor de su cintura. Lo observé en silencio mientras abría el armario y buscaba algo qué ponerse. Dejó la ropa sobre la cama y se dio cuenta de que yo ya había despertado.

—Hola —le dije.

—Hola.

Las gotas de agua caían de su cabello oscuro y bajaban por su torso. Me levanté y fui a bañarme, pues tenía la intención de ir a San Mungo a ver cómo estaba el señor Weasley. No había noticias de Rookwood y Dolohov, y eso me estaba haciendo pensar en que probablemente habrían fallado. Tom no decía nada, pero sabía que estaba pensando lo mismo que yo. Casi lo lamenté por ellos, nada iba a salvarlos del castigo. Cuando terminé de desayunar, me acerqué para darle un beso de despedida a Tom.

—Tengo que salir un momento —dije—, pero no tardo.

Me miró muy serio.

—Cuando regreses quiero hablar contigo —dijo.

—Bien, ya nos vemos.

Le di otro beso y salí rápidamente. Al llegar a San Mungo, pregunté en dónde estaba el señor Weasley, y fui a la habitación que me dijeron. Allí estaba la señora Weasley, con Tonks y Moody. Me acerqué despacio, tratando de no interrumpir su conversación.

—Buenos días —saludé.

Tonks y la señora Weasley sonrieron amablemente, pero Moody no dejaba de mirarme con desconfianza.

—Buenos días, querida —me saludó la señora Weasley mientras se acercaba para darme un breve abrazo.

—Hola, Cass —dijo Tonks.

—¿Cómo está el señor Weasley? —pregunté.

El aludido abrió los ojos y esbozó una sonrisa llena de agradecimiento.

—Estoy bien —dijo—, y voy a aprovechar que viniste para darte las gracias.

—No se preocupe, señor Weasley, me alegra haber podido ayudar.

—Ya que está hablando de ayudar —dijo Moody con el tono que siempre usaba para hablarme—, debería decirnos si los mortífagos tomaron o no la profecía.

Como siempre, intenté disimular la incomodidad que me causaba su actitud.

—Todavía no puedo decirle, porque no lo sé, pero lo más probable es que no la tengan, cuando salí de casa no estaban por ahí.

Apartó la mirada e hizo un gesto de indiferencia.

—¿A dónde habrán ido los chicos? —preguntó la señora Weasley mientras miraba hacia la puerta.

—¿Sus hijos están aquí? —pregunté.

—Sí —respondió ella—, pero no sé a dónde fueron.

Me alegró la posibilidad de ver a Fred y George, pues hacía tiempo que no hablábamos.

—Creo que voy a salir un momento —dije, pues tenía la intención de ir a buscar a los gemelos.

—Te acompaño —dijo Tonks.

Salimos de la habitación y una vez estuvimos afuera, ella me dio una palmada amistosa en el hombro.

—No le hagas caso a Moody —dijo.

—Eso intento, pero me incomoda su actitud —le dije, con algo de impaciencia—, he tratado de demostrar que pueden confiar en mí, pero él sigue tratándome igual.

—Ya se le pasará, entenderá que si los demás confiamos en ti, él debería hacer lo mismo.

Estuve a punto de decirle que él tenía razón, no podían confiar en alguien como yo, pero en ese momento, aparecieron Fred y George, y me miraron como si no pudieran creer que yo estaba ahí.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora