CUATRO

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Draco había entrado en el equipo de quidditch de Slytherin y la mañana de su primer partido, caminaba muy nervioso por la sala común.

—¿Puedo saber qué te sucede? —le pregunté cuando lo vi.

—Tengo que jugar muy bien porque mi padre va a venir —me respondió—, además, no puedo dejar que ese tonto de Potter atrape la snitch primero.

Me acerqué a él y lo rodeé con un brazo.

—Lo harás bien, pero ya cálmate.

—Ya casi es hora.

—Buena suerte, hermanito.

Le di un beso en la mejilla.

—¿A mí no me vas a desear buena suerte? —preguntó Adrian, que también estaba en el equipo. Sonreí y me acerqué a él.

—¿Es necesario? —pregunté.

—Claro que sí.

Me estiré un poco para estar a su altura y también le di un beso en la mejilla.

—Buena suerte también para ti.

Él sonrió y se dispuso a salir de la sala común junto a Draco y el resto del equipo. Más tarde, cuando iba saliendo del gran comedor, me encontré con Fred y George, que también iban a jugar. Me acerqué para saludarlos con una sonrisa.

—¿Listos para perder hoy? —pregunté. Los dos sonrieron.

—Eso no va a pasar —dijo Fred—, tenemos todo para ganar.

—Les deseo suerte, porque la van a necesitar.

—Eso está por verse —dijo George.

Les sonreí y me alejé en dirección al campo de quidditch. En los últimos días había visto muy poco a Ginny, y teníauna actitud bastante extraña. Cuando pude localizarla entre la multitud de estudiantes, me acerqué con cautela, al verme, se asustó notablemente.

—¿Sucede algo? —le pregunté.

Ella miró a su alrededor, la tomé del brazo con cuidado y la llevé aparte.

—Lo que te dije, ha seguido sucediendo —me respondió, en voz muy baja e insegura.

—¿Todavía no tienes ninguna idea de qué pueda ser?

—Creo que es algo que tiene que ver con el diario.

Recordé entonces aquel diario tan particular, era muy posible que estuviera maldito o alguna cosa así.

—Creo que lo mejor sería que intentes deshacerte de él de alguna manera.

—Voy a intentarlo.

—Espero que funcione, porque no te ves nada bien, Ginny, y eso es preocupante.

Ella asintió despacio. Yo advertí que mi padre había llegado, así que murmuré una despedida y me dirigí hacia donde estaba.

—Padre —dije a modo de saludo. Él me miró con la misma expresión de siempre.

—Cassiopeia —saludó.

—Nos vemos luego.

Fui a buscarme un lugar para poder ver el partido. Para ser sincera, Draco no era un buscador excepcional, pero como siempre, hacía lo que podía. El que realmente jugaba de maravilla era Adrian, Slytherin iba ganando con varios puntos de diferencia. Comencé a preocuparme por mi hermano cuando apareció una bludger loca, que perseguía a Harry Potter, que trataba de esquivarla mientras intentaba atrapar la snitch. Como presentía, Draco se cayó de la escoba, y por lo que pude ver, se dio un golpe muy fuerte. Sin pensarlo dos veces, me dirigí al campo, a ver cómo estaba. Mientras llegaba, Potter atrapó la snitch y Gryffindor ganó el partido. Corrí hasta llegar al lado de mi hermano y lo ayudé a levantarse.

—¿Estás bien? —pregunté, mientras lo ayudaba a apoyarse en mi hombro.

—Me duele mucho, Cass —respondió.

—Vamos a la enfermería, puede que te hayas roto algo.

Con cuidado, lo llevé hacia la enfermería, aunque tardamos un largo rato y tuve que escucharlo quejarse y decir una y otra vez que el golpe había sido casi mortal. La señora Pomfrey le dio algo para el dolor y le dijo que nada grave había pasado y que nos podíamos ir, pero él insistía en que no soportaba el dolor. Mi padre llegó poco después, como siempre, no se veía nada preocupado.

—Ya deja de quejarte, Draco —dijo, con tono de fastidio—. No te sucedió nada grave.

Salimos de la enfermería justo en el momento en que iban entrando con Harry Potter. Por la expresión de mi padre, sabía que estaba molesto y me preparé para escuchar sus interminables reclamos. Tan pronto estuvimos en un lugar donde nadie nos escuchara, comenzó a hablar.

—No puedo creer que hayas dejado que ese Potter atrapara la snitch, tú debiste hacerlo primero, es que no puedes hacer que me sienta orgulloso de ti por lo menos por una vez. ¿Siempre vas a dejar que otros te superen? ¿No puedes hacer nada bien? Recuerda lo que te dije, si dejas que ese mocoso estúpido te gane, o que esa sangre sucia saque mejores notas que tú, vamos a tener un problema muy serio.

Aunque no me estuviera diciendo todo eso a mí, sus palabras hirientes me afectaban. Era muy grande el cariño que le tenía a mi hermano. Él tenía una lista muy larga de defectos, pero no me gustaba para nada que mi padre lo tratara de esa manera. No podía quedarme callada, aunque sabía que si intervenía, comenzaría a insultarme.

—Padre —le dije con voz suave, pero segura—, no seas tan duro con él, era su primer partido, y no siempre se gana.

La mirada llena de ira que me dirigió, me causó escalofríos. Es increíble que tu propio padre pueda inspirarte tanto miedo.

—Yo jamás he permitido que se me cuestione, Cassiopeia —dijo, y me tomó del brazo con brusquedad—, y esta vez no va a ser la excepción. Si soy duro con ustedes es porque no quiero que sean unos mediocres, les he dado todo para que sean los mejores, porque quiero que lleguen lejos, pero a veces pienso que estoy perdiendo el tiempo y el dinero, se dedican a hacerme sentir vergüenza. En fin, ya me voy, no quiero que nadie me hable de lo mal que juegas, Draco. Adiós.

Nos dirigió una última mirada furiosa, se acomodó la capa y se fue. Respiré profundo y me acerqué para abrazar a Draco.

—Ya sabes cómo es —le dije—, no le prestes mucha atención.

—No debiste decirle eso, Cass, le diste una excusa para que siguiera diciéndonos cosas para nada agradables.

Me alejé un poco y miré fijamente sus ojos grises.

—Escúchame bien, Draco, no podemos permitir que nos haga sentir mal toda la vida solo porque le tenemos miedo. Tú y yo hacemos lo que podemos, pero para él nunca es suficiente. Nunca ve nuestros logros, solo se fija en lo que hacemos mal, entonces, no hay que hacerle caso. Sé que es difícil, pero hay que aprender a no prestarle atención, él es así y no va a cambiar.

Asintió lentamente y se acercó para abrazarme de nuevo.

—¿Tú crees que él nos quiere? —preguntó en voz baja.

—Sí, pero su manera de querer es un poco extraña.

Muchas veces me había hecho esa misma pregunta, pero prefería pensar en que, aunque fuera de una manera inusual, Lucius Malfoy nos quería. Si alguna vez tenía hijos, no iba a tratarlos de la manera en que mi padre nos trataba a nosotros, de ninguna manera haría que me temieran, eso lo tenía muy claro.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora