SESENTA Y DOS

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Era temprano todavía cuando desperté, y me quedé mirando a Tom, hasta que abrió los ojos y se pasó los dedos entre su cabello oscuro.

—Buenos días —saludó.

—Hola.

Le sonreí y me acerqué para darle un beso.

—Voy a aprovechar para pedirte una opinión sobre este asunto del ministerio —dijo, mientras le daba vuelta a la almohada y me miraba con atención. Lo pensé unos momentos antes de responderle.

—Yo... estaba pensando en decirte que sería mejor cambiar a algunos funcionarios. Es necesario tener bien vigilados a todos, al menos mientras organizamos mejor el ministerio, así evitamos que conspiren para sacarnos de ahí. Poniendo a los nuestros al frente de algunos departamentos, tendremos todo mucho más controlado.

Esbozó una enigmática sonrisa y buscó mi mano para entrelazar nuestros dedos.

—Y de nuevo, tienes toda la razón.

—Creo que lo más importante es tener muy controlada la oficina de aurores y el departamento de seguridad mágica.

—¿A quiénes sugieres para eso?

—A mí tía Bella y a Rodolphus. ¿No te parece?

Lo pensó unos momentos y después asintió.

—Ellos sabrán tener todo bajo control.

Asentí y me acerqué un poco más a él.

—Sabes que... —dijo en voz baja—, la guerra no ha terminado aunque tengamos el ministerio en nuestras manos. Me siento más tranquilo ahora, pero no lo estaré del todo hasta que pueda acabar con Potter.

—Eso ha sido un verdadero problema —me quité un mechón de cabello que me picaba en el cuello y seguí mirándolo—, pero yo creo que ahora será un poco más fácil atraparlo.

—No sé cómo ha corrido con tanta suerte y se ha salvado todas esas veces.

—Esa suerte no va a durarle para siempre.

Resopló y cerró los ojos unos instantes.

—No sabes cuánto me frustra esto.

Le acaricié la mejilla.

—Lo sé, pero piensa en que pronto terminará.

Sonrió y se acercó para darme un beso.

—¿Sabes una cosa? Me gusta sentir que puedo compartir todo contigo —confesó, como si fuera un secreto.

—Es así, sabes que siempre voy a estar de tu lado.

—Casarme contigo fue una de las mejores ideas que se me han ocurrido.

—Somos un gran equipo, lo sé.

Sonreí y le di otro beso. A mí me parecía que funcionábamos muy bien juntos, y recordé las palabras de la profecía que había escuchado. Después de un rato, me animé a hacerle una pregunta que rondaba en mi cabeza desde hacía tiempo.

—¿Eres feliz conmigo?

Me miró, un poco sorprendido, pero después sonrió.

—¿Quién no sería feliz contigo?

—Bueno... algunos me encontrarán insoportable —me encogí de hombros.

—Por favor, Cassiopeia, más de uno haría lo que fuera por ocupar mi lugar.

—Entonces puedo decir que muchas quisieran ocupar mi lugar también.

Me miró con algo de incredulidad.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora