Era una noche particularmente calurosa en aquel verano, por lo que decidí tomar una ducha antes de irme a dormir. Mientras dejaba que el agua fría cayera sobre mí, pensaba en Tom, que no me había dicho ni una sola palabra desde lo sucedido con mi padre. Largo rato después, salí y mientras estaba envolviendo una toalla alrededor de mi cuerpo, llamaron a la puerta.
—¡Voy! —exclamé.
Estaba casi segura que se trataba de Draco o de alguno de mis padres, así que fui a abrir sin preocuparme por ponerme nada más. Se trataba de Tom. Me miró de arriba abajo y yo no recordaba haber sentido tanta vergüenza en toda mi vida.
—Buenas noches, Cassiopeia —saludó cuando por fin volvió a mirarme a la cara.
—Buenas noches, Tom —dije.
—¿Puedo pasar un momento?
Me hice a un lado y lo dejé pasar para luego cerrar la puerta. Lo observé mientras recorría mi habitación con la mirada. Era bastante grande, con una ventana enorme que dejaba pasar mucha luz, todos los muebles eran de madera oscura, había una cama con dosel en el centro, dos mesas de noche a cada lado, un armario gigante, un escritorio y un tocador con un espejo grande. Después de un rato, se volvió hacia mí.
—Quiero que mañana me acompañes a un lugar, Cassiopeia —dijo, parecía más una orden que una petición.
—Está bien —acepté—. ¿Puedo saber a dónde?
—Cuando lleguemos lo sabrás. Por ahora es suficiente con que sepas que necesito hablar contigo, pero no puede ser aquí.
Me pregunté de qué tendría que hablar conmigo, no se me ocurría ningún tema que no pudiéramos tratar ahí mismo. Mi mente comenzó a buscar desesperadamente una explicación y se me ocurrieron ideas tan descabelladas como que me iba a sacar de mi casa para matarme o algo así. Sacudí un poco la cabeza para alejar esas ideas absurdas y lo miré a los ojos.
—Bien. ¿Saldremos muy temprano o después del desayuno? —dije.
—Después del desayuno, no tiene por qué ser tan temprano —me respondió.
Su mirada volvió a recorrer mi cuerpo, comenzaba a ponerme muy nerviosa y eso no me gustaba para nada. Esperaba que ya dijera que se iba, en mi opinión, no había más que hablar. En lugar de eso, dio un par de pasos hacia mí, estaba a muy poca distancia y mis manos comenzaron a temblar ligeramente. No era el primero que se me acercaba así, en todos los años que había estado en Hogwarts, había salido con varios chicos, había besado a algunos, pero ninguno me había puesto así de nerviosa. Mi mirada bajó de sus ojos a sus labios y me pregunté cómo sería un beso suyo. Al momento me sentí muy tonta, ¿qué me estaba pasando? Volví a mirarlo a los ojos, lo mejor era alejarme, debería retroceder, pero parecía que me había quedado pegada al piso.
—Tus ojos son muy bonitos —dije de repente y tan pronto las palabras salieron de mi boca, me arrepentí. ¡Qué estúpida me sentía!
Él sonrió y se acercó un poco más. Estaba tan cerca, que solo hubiera tenido que moverme un par de centímetros para poder besarlo. Pero yo no podía hacer eso, tenía que controlarme, nada bueno podía resultar de intentar una cosa de esas.
—Gracias, Cassiopeia —dijo, en un susurro que sonó muy seductor.
—De nada, aunque ya lo habrán dicho muchas veces.
Negó lentamente con la cabeza.
—No.
Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no tocarlo de ninguna manera. Me repetía mil veces en la mente que debía mantenerme en mi lugar, que ni siquiera debería estar ahí con él. Si mi padre viera que estaba en mi habitación, con la puerta cerrada, me ganaría un buen regaño, pero con suerte, ya se habría ido a dormir. Sentía la garganta seca, hacía calor y me sudaban las manos.
—Hasta mañana, Cassiopeia —dijo de repente, retrocedió y comenzó a caminar hacia la puerta.
—Buenas noches, Tom —dije, y mi voz salió áspera y extraña.
Cerró la puerta al salir y por unos segundos tuve la sensación de que todo el aire de la habitación había salido tras él. Me dirigí al armario y abrí el cajón donde guardaba mi ropa interior. Saqué lo que necesitaba y empujé el cajón con la cadera para cerrarlo. No recordaba haberme sentido tan extraña antes, era como si mi cerebro no estuviera funcionando correctamente. Me puse la pijama y me senté en la cama. De repente, la puerta se abrió y entró Draco. Me miraba con una expresión muy difícil de descifrar. Cerró la puerta y se sentó a mi lado.
—Lo vi entrar —dijo en voz baja—, y tardó bastante en salir. ¿Pasó algo?
Lo miré frunciendo el ceño.
—¿Qué crees que pudo haber pasado? —pregunté.
Se encogió de hombros.
—No sé, por eso te pregunto.
—Venía a decirme que quiere que vaya con él mañana a alguna parte.
Me miró alzando las cejas.
—¿A dónde?
—No sé, solo me dijo que tenía algo que decirme, pero que no podía ser aquí.
Su expresión pasó de la incomprensión al pánico.
—¿Será que va a matarte o algo así?
—Yo ya pensé en eso también, pero no creo, no considero que yo le haya hecho nada malo.
—De él se puede esperar cualquier cosa.
—En eso tienes razón...
—Deberías escribir una carta de despedida, por si acaso.
—¡Qué gran idea, Draco! —lo golpeé en el hombro con el puño— no me digas esas cosas, ahora no voy a poder dormir esta noche.
—Lo siento, pero es que esto es algo muy extraño.
Resoplé, cada vez más preocupada. Entonces supe que esa sería una noche muy larga, seguramente no podría dormir.
—Parece que vas a desmayarte, Cass.
—Estoy pensando en que esta podría ser mi última noche en este mundo.
Draco sonrió y se acercó para pasar el brazo sobre mis hombros.
—Si esta es tu última noche, ¿puedo quedarme contigo?
—Está bien.
Me acosté en la cama y apagué la luz, todavía preguntándome qué me esperaría al día siguiente.
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𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮
Fanfiction«Soy un recuerdo, guardado en un diario durante cincuenta años». Lucius Malfoy le entrega el diario de Tom Riddle a la pequeña Ginny Weasley, y encarga a su hija mayor, Cassiopeia Malfoy, la misión de vigilarla de cerca. ¿Qué pasaría si el gran Har...