CUARENTA Y CINCO

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A medida que se acercaba la noche, mi ansiedad crecía, y fue peor cuando Rookwood y Dolohov salieron de la mansión Malfoy. No había avisado a la orden porque no podía dañarle los planes a Tom, pero tampoco pensaba quedarme de brazos cruzados y permitir que mataran al señor Weasley. Después de que se fueron, Tom y yo nos fuimos a descansar. Le di un beso de buenas noches y esperé hasta que supe que estaba profundamente dormido. Me levanté con todo el sigilo que me fue posible, me vestí, tomé una capa y salí. Iba bajando las escaleras cuando me encontré con mi madre.

—¿A dónde vas a esta hora? —preguntó en un susurro.

—Tengo cosas que hacer —le dije—, nos vemos más tarde.

Por la forma en que me miró, supe que iba a decirme algo, así que me fui casi corriendo antes de que pudiera replicar. Cuando llegué al ministerio, tuve unos breves minutos de confusión, porque no conocía muy bien el lugar, pero finalmente supe a dónde tenía que ir. Traté de ir con cuidado de no encontrarme con Rookwood y Dolohov, no convenía que me vieran ahí o tendría problemas serios con Tom. Todo parecía desierto y no se escuchaba ningún ruido. Saqué mi varita del bolsillo y la sostuve en la mano por si acaso la necesitaba. Mi corazón latía a una velocidad antinatural y no entendía por qué estaba tan nerviosa. Cuando llegué a la entrada del departamento de misterios, encontré al señor Weasley en el suelo, en medio de un creciente charco de sangre.

—¡Ay no! —exclamé, y corrí para arrodillarme junto a él— Señor Weasley...

Todavía estaba consciente, lo que me causó un gran alivio. Sin perder tiempo, hice un patronus para avisarle a la señora Weasley de lo sucedido.

—Cassiopeia —me dijo en un débil susurro— no creo que me quede mucho tiempo...

—No se preocupe, señor Weasley, esto no tiene por qué ser el fin, yo vine a ayudarlo en caso de que pasara esto.

Estaba perdiendo sangre a una velocidad alarmante, y yo estaba muy preocupada por él. La única solución  era llevarlo a San Mungo, yo sola no podría hacer mucho por él. Eso fue lo que hice. Una vez estuvimos en el hospital, y los sanadores se lo llevaron para curarlo, tuve tiempo de preguntarme qué habría pasado con Rookwood y Dolohov. Esperaba que hubieran tomado la profecía y que no se hubieran dado por enterados de mi presencia en el ministerio. Me senté en la sala de espera e intenté calmarme, porque me sentía muy nerviosa. Esperaba que la señora Weasley llegara pronto para poder irme y que Tom no se diera cuenta de que había salido. Incapaz de permanecer quieta, me levanté y comencé a caminar por la sala, hasta que llegó la señora Weasley.

—¡Cassiopeia! —exclamó al verme, mientras corría hacia donde yo estaba.

—Señora Weasley —dije—, todavía no me han dicho nada sobre cómo está.

—Pero, ¿qué sucedió?

Me tomó del brazo y pude ver la angustia en sus ojos y el miedo que tenía de perder a su esposo. Desde la primera vez que los había visto juntos, había podido notar el gran amor que se tenían y pude entender lo que estaba sintiendo ella en ese momento, porque yo también amaba a alguien. Tenía suerte de que a ese alguien al que yo amaba no fuera fácil hacerle daño, era casi seguro que jamás tuviera que encontrarme en la situación en la que se hallaba ella.

—Es que Tom... —comencé a decir, pero cuando vi su expresión, me apresuré a corregir— Perdón, Quien Usted Sabe, envió a dos mortífagos por la profecía, pero no me habló sobre eso, cuando me enteré, fue después de que salieron para el ministerio. No tuve tiempo de avisar a nadie, así que fui tras ellos y cuando llegué ya habían atacado al señor Weasley.

Ella parecía cada vez más angustiada.

—Pobre de mi Arthur —dijo, y rompió en llanto—. ¿Estaba muy grave? ¿Crees que se salvará? Si algo le pasa yo...

—No le mentiré... no estaba en el mejor estado, pero creo que se salvará.

Ella me abrazó muy inesperadamente y siguió llorando sobre mi hombro durante largo rato. A pesar de que tenía prisa por regresar a casa, no podía dejarla ahí sola, con su dolor y su angustia, así que traté de calmarme y seguir tratando de darle algo de consuelo. Me pareció que pasaban siglos hasta que vi salir a uno de los sanadores, tan pronto lo vimos, corrimos hacia él y comenzamos a hacerle preguntas.

—El señor Weasley está fuera de peligro —informó—, pero perdió mucha sangre y todavía no ha despertado. Tendrá que quedarse aquí por unos días.

Ni siquiera terminé de escucharlo, sentía un gran alivio al saber que se había salvado. Pensé en Fred y George, esperaba que siguieran teniendo a su padre sano y salvo por mucho tiempo más. La señora Weasley parecía mucho más calmada, me miró y esbozó una afable sonrisa.

—Si Arthur está vivo, es gracias a ti, Cassiopeia —dijo—, no sabes cuánto te lo agradezco.

—No hay nada que agradecer —sonreí—, me alegra que el señor Weasley esté bien.

Miré el reloj y me di cuenta de que era realmente tarde.

—Creo que será mejor que me vaya —informé—, usted entenderá que... tendré problemas si... si mi esposo sabe que estoy aquí.

Ella me miró con una mezcla de comprensión y preocupación, luego se acercó y me dio un fuerte abrazo.

—Gracias otra vez, y espero que... que él no vaya a hacerte ningún daño por esto.

Esbocé una sonrisa tranquilizadora.

—No se preocupe, es probable que ni siquiera se entere de que salí. Una vez que se duerme, despierta hasta la mañana siguiente.

Ella me miró como si lo que dije le pareciera una cosa demasiado extraña.

—Yo creo que tú eres muy valiente, Cassiopeia. Para saberlo basta con ver la forma en que hablas de él. Debes ser la única que no le teme.

Si a ella le parecía inaudito que yo no le temiera, no me imaginaba qué pensaría si le dijera que lo quería. Pero eso no lo iba a decir nunca, para mí era suficiente con que él lo supiera.

—Creo que vendré mañana a ver cómo sigue el señor Weasley —dije—, hasta luego.

—Adiós, Cassiopeia.

Salí de ahí lo más rápido que pude y regresé a casa. Entré en la habitación intentando no hacer ni el menor ruido. Me cambié y me acosté al lado de Tom, que seguía estando profundamente dormido. Lo arropé con las mantas, tratando de no despertarlo, él se acomodó y me rodeó con un brazo. Todavía quedaba algo de tiempo antes del amanecer, así que cerré los ojos y me dispuse a dormir, esperando que Rookwood y Dolohov hubieran conseguido la profecía, y que Tom no se hubiera dado cuenta de mi ausencia.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora