SEIS

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Las cosas estaban cada vez más tensas en Hogwarts, todo iba de mal en peor, pero yo no pensaba que empeoraría tanto. Draco pasó varios días sin hablarme, completamente molesto conmigo, pero al final y al igual que siempre que peleábamos, lo olvidamos y regresamos a la normalidad. A pesar de eso, cada vez que me veía hablando con Fred y George, o con Ginny, me dirigía una mirada de decepción igual a la que mi padre ponía a veces, odiaba que se parecieran tanto. La situación de Ginny no mejoraba, estaba cada vez más pálida, como si algo le estuviera quitando poco a poco la vida, era realmente preocupante. Pensé incluso en escribirle una carta a sus padres y decirles lo que estaba pasando, pero no sabía lo que dirían ellos o si me creerían, así que no lo hice.

—Ya no sé qué hacer —me dijo Ginny una mañana, cuando nos encontramos por casualidad en el baño—, es imposible deshacerse del diario.

—Lo mejor sería decirle a alguien, hablar con tus padres, o con McGonagall —le aconsejé.

—No, ¿qué dirán cuando sepan todo lo que he estado haciendo?

—No lo has estado haciendo por voluntad propia, alguien más te está controlando.

Me miró con los ojos llenos de lágrimas, la consideraba mi amiga, y eso que le estaba pasando, no se lo deseaba a nadie. Me acerqué y le di un abrazo, tal vez lo mejor sería ir a hablar con McGonagall, había pensado en decirle a Dumbledore, pero gracias a mi padre, que estaba en el consejo escolar, lo habían apartado de su cargo. No tenía idea de dónde podría encontrar a la profesora, así que me salté la clase de defensa contra las artes oscuras y la estuve buscando hasta que la encontré.

—Señorita Malfoy —dijo a modo de saludo, mientras salíadel aula donde estaba dictando clase.

—Necesito hablar con usted, profesora McGonagall, es algo urgente —dije.

Pero no tuve oportunidad de hablarle, pues al parecer algo grave había pasado y fueron a buscarla para avisarle. Se apoderó de mí una horrible sensación de angustia, y con toda la cautela que pude, seguí a la profesora. Poco después, estaba en la puerta de la sala de profesores, escuchando con la oreja pegada a la puerta. Sentí que el alma se me caía a los pies cuando dijeron que el monstruo de Slytherin se había llevado a Ginny a la cámara de los secretos. Me cubrí la boca con una mano y me fui corriendo, con la intención de decirle a Fred y George. Cuando los encontré, cerca de la entrada a la torre de Gryffindor, supe que no sabían nada aún, odiaba ser yo quien les dijera esa noticia para nada agradable.

—Hola, chicos —saludé.

—Hola, Cassiopeia —dijeron, sonrientes, pero pocos segundos después, cambiaron su expresión, y me miraron frunciendo el ceño.

—¿Te sucede algo? —preguntó Fred— traes cara de tragedia.

Las manos me sudaban, así que pasé las palmas por la túnica varias veces e intenté encontrar la manera de decirles lo que había oído.

—Acabo de escuchar que... el monstruo se llevó a Ginny a la cámara de los secretos —dije, sin rodeos. La expresión de dolor y angustia en los rostros de los chicos me hizo sentirme muy mal, así que me acerqué para abrazarlos—. Lo siento mucho, de verdad. Espero que pronto podamos verla de nuevo, sana y salva.

Ellos no dijeron ni una sola palabra, solo asintieron y me abrazaron más fuerte. Se escuchó la voz de la profesora McGonagall anunciando que todos debíamos ir a nuestras salas comunes, de manera que los chicos se alejaron un poco de mí y me miraron con los ojos llenos de lágrimas.

—Tenemos que irnos —dijo George.

—Adiós, chicos —dije.

—Gracias por habernos dicho —dijo Fred.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora