SESENTA Y CUATRO

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Nunca me había gustado el invierno, y en Godric's Hollow hacía mucho más frío que en cualquier otro lugar en el que hubiera estado antes. El cielo gris me impedía saber qué hora era, pero sabía que era temprano, porque no se escuchaba ningún ruido, ni en la calle, ni en las demás habitaciones. Casi siempre despertaba primero que Tom, y al verlo, recordé la primera vez que habíamos dormido juntos. Me parecía que habían pasado siglos desde ese día, cuando nuestra historia a penas comenzaba.

—Buenos días —saludó, mientras me miraba con los ojos entrecerrados.

—Hola —le dije, y me acerqué para darle un beso.

Cuando se sentó en la cama, pude ver las profundas marcas que habían dejado mis uñas en la clara piel de su espalda. Me dispuse a levantarme también, nos vestimos rápidamente y salimos. Afuera corría un viento helado, algunos copos pequeños de nieve caían del cielo y había pocas personas en la calle. Tom se acercó y me tomó de la mano. Comenzamos a caminar hasta que encontramos una cafetería y entramos a desayunar algo. El lugar era pequeño, pero cálido, nos sentamos en una mesa junto a la ventana y pedimos chocolate caliente. Me quedé mirando por la ventana, y pensando. Las palabras que Potter me había dicho el día anterior, me habían afectado profundamente. Siempre que recordaba a Ginny, una extraña nostalgia se apoderaba de mí, me sentía muy triste y un poco culpable por su muerte.

—Estás así por lo que te dijo Potter, ¿verdad? —dijo Tom, con voz suave.

Dejé de mirar hacia la calle para mirarlo a él.

—No —respondí. Él estiró su mano y la puso sobre la mía.

—Cassiopeia... me he pasado los últimos años observándote con atención, así que ya sé cuando me ocultas algo.

—Está bien, sí. Me afecta un poco cuando me hablan de Ginny Weasley.

—Una vez dijiste que era algo así como tu amiga, pero nunca me has hablado mucho de tu amistad con ella.

Respiré profundo y comencé a recordar todo lo sucedido en el último año que había pasado en Hogwarts. Luego lo miré a los ojos antes de empezar a hablar.

—Digamos que... me encariñé un poco con Ginny Weasley —dije—. Ella me recordaba mucho a mí cuando tenía su edad.

—¿Qué podría tener ella en común contigo? —preguntó, frunciendo un poco el ceño.

—Muchas cosas. Ella también se sentía sola, como yo cuando llegué a Hogwarts.  También quería que sus padres se sintieran orgullosos de ella, aunque sus padres no son en nada parecidos a los míos.

—Draco me dijo alguna vez que hace años le tenías miedo a Lucius.

Asentí lentamente.

—Es verdad —admití, y recordé mi secreto mejor guardado—. ¿Puedo contarte algo que nunca le he dicho a nadie?

Me miró con mucha atención y asintió.

—Claro que sí.

—El sombrero seleccionador pasó más de cinco minutos tratando de elegir en qué casa ponerme. Decía que... yo tenía muchas de las cualidades de Slytherin, pero que también quedaría muy bien en Gryffindor.

Al principio pareció confuso, luego incrédulo.

—¿Y por qué te puso en Slytherin al final? —preguntó.

—Más que todo porque se lo pedí. Pensaba que mi padre me mataría si quedaba en Gryffindor. Sabes que toda mi familia desde hace muchas generaciones ha estado en Slytherin, yo no podía ser la excepción.

—Eso es algo que no me esperaba.

Me quedé mirándolo a los ojos y me di cuenta de que en realidad le parecía difícil de creer lo que le había contado, y no salía de su asombro.

—Nunca le había contado eso a nadie —dije.

—Entonces soy el único que lo sabe.

Esbozó una cálida sonrisa que me hizo sonreír también. Pensé en que sentía realmente la muerte de Ginny, pero también sabía que si eso no hubiera sucedido, no estaría sentada frente a Tom en esos momentos y toda la historia que habíamos vivido en común en los últimos años, jamás hubiera sucedido. La taza de chocolate que estaba frente a mí, ya no estaba tan caliente, así que me dispuse a beberla antes de que terminara de enfriarse. Me sentía un poco mejor que antes y parte de la nostalgia se había ido.

—¿Te sientes menos triste? —preguntó Tom, mientras dejaba su taza casi vacía sobre la mesa.

—Un poco —le respondí.

—Me di cuenta de que te afectó bastante su muerte.

—Durante todos esos años que pasé en Hogwarts, mi único amigo fue Adrian...

—Pero él nunca te ha visto como una amiga —me interrumpió.

—Lo sé, pero nunca ha habido entre nosotros más que una amistad. Entonces Ginny era como esa amiga que no había tenido antes, y me sentí culpable de su muerte.

Me miró muy fijamente a los ojos.

—El único culpable de la muerte de Ginny Weasley, soy yo —dijo, muy serio—, porque yo fui quien la mató. Si Harry Potter estuviera vivo aún y alguna vez vuelve a decirte algo como lo que te dijo ayer, dile eso y jamás vuelvas a sentirte culpable por algo con lo que no tuviste nada que ver.

Asentí despacio, pensando en que finalmente, tenía razón. Siempre había existido en mí algo de culpa por lo sucedido con Ginny. Y aunque había sido mi padre el que le había dado el diario, yo no tenía ni idea de cuáles eran sus planes. Después de que terminamos el desayuno y pagamos la cuenta, salimos de ahí, e íbamos a desaparecernos para regresar a casa, pero un búho apareció, llevando una carta. La dejó caer y Tom la atrapó en el aire. La abrió y la leyó rápidamente. Cuando me miró, supe que las noticias que había recibido no eran nada buenas.

—Potter sigue con vida —dijo, visiblemente furioso—. Esta es una guerra contra él, y todavía no ha terminado.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora