TREINTA Y TRES

6.6K 573 163
                                    

Cassiopeia's POV

La puerta se abrió de golpe y yo me desperté sobresaltada. A pesar de que todo seguía estando muy oscuro, reconocí de inmediato la figura que estaba de pie en la puerta. No sabía cómo, pero Tom me había encontrado. Mi corazón saltó de alegría dentro de mi pecho, tomé mi varita de la mesa de noche y sin si quiera pensarlo, me levanté de la cama y me fui corriendo hacia él. Cuando lo envolví en mis brazos, se quedó quieto, como si se hubiera convertido en piedra.

—Tu lugar es a mi lado —susurró en mi oído—, y si te vas al fin del mundo, allá voy a ir a buscarte.

Cuando me aparté, me di cuenta de que tras él estaban mi tía Bella y Rodolphus. Tom se volvió para mirarlos y ordenó con aquella fría voz:

—Lleven a mi prometida a la mansión Malfoy. Yo voy a encargarme primero de este.

Con un momento de cabeza, señaló a Adrian, que se estaba levantando del sofá. Luego, le dirigió una mirada llena de odio, y entonces supe que era más que seguro que ni él ni yo, saliéramos con vida de eso. Miré una última vez a mi mejor amigo, e intenté decirle, sin palabras, lo mucho que lo quería. Mi tía Bella me tomó del brazo con fuerza y nos desaparecimos.

—Definitivamente, eres mucho más estúpida de lo que pensaba —dijo, cuando nos aparecimos en la mansión Malfoy—. Te mereces que te lancen mil maldiciones por eso. Te advertí que no le prestaras atención a tu madre y fue lo primero que hiciste.

—No te preocupes, tía Bella, ya vendrá él a encargarse de mí —le dije.

Iba a decirme algo más, pero me fui corriendo a mi habitación. Quería estar al menos un poco tranquila, pues estaba casi segura de que esas iban a ser mis últimas horas de vida. Cerré la puerta y me dejé caer en la cama. Todavía faltaba algo de tiempo para el amanecer y me pregunté cuánto tardaría Tom en regresar. El tiempo pasa mucho más lento para los que esperan y yo tenía la sensación de estar esperando una sentencia de muerte. Ya había amanecido cuando Tom llegó. Abrió la puerta y yo me levanté rápidamente.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó. Me acerqué despacio y pude ver en sus ojos la decepción.

—Porque soy una estúpida y una cobarde —respondí, con toda sinceridad—. Pero admito mis errores y asumo las consecuencias, así que, si vas a matarme ahora, está bien.

Levantó las cejas y me miró muy serio.

—¿Qué ganaría con matarte? —dio un paso hacia mí, de manera que estuvimos muy cerca— lo que quiero es que estés conmigo, y si te mato ahora, no volveré a verte.

—En eso tienes razón.

—No puedo hacer contigo lo mismo que hago con todo el mundo, Cassiopeia.

—¿Por qué?

—Tú no eres como los demás. Mírame.

Había evitado mirarlo a los ojos, porque no soportaba ver la decepción que reflejaban. Jamás hubiera pensado que yo fuera alguien importante para él y saberlo me llenóde alegría. Levanté la mirada y tomé su mano.

—Nadie me había mirado de la manera en que tú lo haces —dijo, en voz baja, como si me estuviera contando su secreto mejor guardado—. Me habían mirado con miedo, con envidia, con odio... pero nunca con amor.

Una cálida y agradable sensación apareció en mi pecho y no pude evitar sonreír. Me acerqué para besarlo y me di cuenta de lo mucho que lo había extrañado, aunque no habíamos pasado tanto tiempo lejos. Por primera vez, fui consciente de que había un vínculo invisible que nos unía. Me prometí a mí misma que jamás iba a volver a hacer la misma estupidez que había hecho. Tal como él había dicho, mi lugar era a su lado.

—¿Todavía quieres casarte conmigo? —pregunté con cautela, e intenté prepararme para escuchar su respuesta.

—Sí, no voy a romper el compromiso —respondió—, además, falta muy poco para la boda.

Sentí un alivio inmenso, pues estaba casi segura de que me iba a mandar al infierno. Le di un beso en la mejilla y sonreí.

—Gracias por no darme mi merecido —dije. Ese comentario lo hizo sonreír y su expresión, que había permanecido muy seria durante toda nuestra conversación, se suavizó un poco y se encogió de hombros. De repente, me acordé de Adrian—. ¿Qué hiciste con Adrian?

—Cuando lo dejé, aún estaba vivo, pero no puedo asegurarte que todavía lo esté —me respondió con toda tranquilidad.

Esperaba que siguiera vivo y que fuera a recuperarse, aunque hasta que no lo viera, no estaría del todo tranquila. Sabía que Tom no era famoso por su piedad, y que debía estar realmente furioso. Lo miré levantando las cejas.

—Me imagino cómo lo habrás dejado —dije, intentando no sonar muy preocupada.

—Lo más probable es que siga vivo, va a recuperarse, aunque sea muy lentamente —por el tono en que hablaba, supe que Adrian tardaría mucho tiempo en volver a estar al menos un poco bien.

Me pregunté cuándo volvería a verlo. Yo había salido ilesa, pero finalmente, él era el que había recibido todo el castigo.

—Una cosa más, Cassiopeia —dijo Tom, sacándome de mis pensamientos. Sacudí un poco la cabeza y lo miré con atención—: vas a tener que esforzarte un poco, porque aunque no te haya hecho daño, mi confianza en ti no es la misma, como era de esperar.

Asentí.

—No te preocupes por eso, Tom, yo voy a hacer lo que haya que hacer para que puedas olvidarte de que esto pasó.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora