Por días habíamos planeado el ataque a Azkaban, pero cuando el día llegó, yo no me sentía lista. Mientras volábamos hacia la prisión, trataba de convencerme a mí misma de que iba a lograrlo, de que todo saldría bien y al final, llevaría a mi padre de regreso a casa, sano y salvo. Los dementores habían abandonado la fortaleza, quienes se encargaban de cuidarla en esos momentos eran los aurores y aunque en un principio no parecían haber advertido nuestra presencia, cuando hicimos un gran agujero en una de las paredes para poder entrar, era imposible que no nos hubieran notado. Miré a Tom una vez más antes de entrar en la fortaleza, y respiré profundo, tratando de llenarme de valor. Mientras caminaba, sostenía con fuerza la varita en mi mano derecha, y esperaba poder encontrar a mi padre pronto. Aceleré el paso cuando comencé a escuchar unos ruidos que me anunciaban que el enfrentamiento había comenzado. Aunque solo habían pasado unas cuantas semanas desde su captura, el encarcelamiento había cambiado a mi padre. Por primera vez, se veía indefenso y triste. Cuando por fin lo localicé, no estuve muy segura de que fuera él.
—¡Reducto! —dije, e hice saltar la puerta en pedazos.
—Cassiopeia —murmuró él, y yo no recordaba algún momento en el que hubiera parecido tan feliz de verme.
—Padre.
Sin pensarlo dos veces, corrí hacia él y le di un fuerte abrazo. Yo también estaba feliz de verlo. El momento hubiera podido ser muy emotivo, pero estábamos en el lugar equivocado. Tomé a mi padre del brazo y salí de la celda caminando rápido. Había dado unos cuantos pasos, cuando el primer auror apareció.
—¡Expelliarmus! —exclamé.
Cuando la varita salió despedida de la mano del hombre, la atrapé en el aire y se la di a mi padre. Lo aturdí, y aceleré el paso. Todo era caos alrededor, había muchos escombros repartidos por todas partes, y era difícil encontrar la salida. Teníamos que irnos lo más rápido que fuera posible, antes de que los aurores pidieran refuerzos y todo se complicara. Fue un alivio cuando llegamos al lugar por donde habíamos entrado, y pudimos irnos.
Mi madre iba bajando las escaleras cuando llegamos y la expresión de alegría que puso al ver a mi padre, fue indescriptible. Llegó corriendo y lo envolvió en un fuerte abrazo. Después, todos los demás comenzaron a llegar también. Una vez más, todo había salido muy bien.
—Veo que pudiste traerlo sano y salvo —me dijo Tom cuando llegó.
—¿Acaso pensabas que no podría? —le pregunté, alzando las cejas.
—Por supuesto que no pensaba eso —se acercó para hablarme al oído—, tú siempre te sales con la tuya. Tal vez es por eso que me gustas tanto.
Esbozó una encantadora sonrisa y yo también sonreí. En ese momento, apareció Draco, que seguramente estaba empacando sus cosas, pues ya tenía que regresar a Hogwarts. Se acercó a mi padre y se dieron un breve abrazo. Poco después, mis padres se fueron a su habitación y yo fui a ayudarle a mi hermano a terminar de empacar.
—Gracias por traer a nuestro padre —dijo, mientras guardaba unos libros en el baúl.
—¿Viste que no era una misión suicida? —le dije.
—Claro que lo era, lo que pasa es que como siempre, salió bien.
—Ojalá siga teniendo tanta suerte como hasta ahora.
Se acercó y le dio un ligero apretón a mi mano.
—Te preocupa lo de la espada, ¿verdad?
Asentí lentamente.
—Sí. No creo que sea tan fácil entrar en la oficina de Dumbledore y salir de ahí con la espada de Gryffindor sin que nadie se dé cuenta.
—Yo creo que todo lo que hay que hacer es buscar el momento adecuado, y de eso me voy a encargar yo.
—Pero ten cuidado, porque si alguien se da cuenta de que estás espiando...
—Créeme, yo voy a correr mucho menos peligro que tú.
Respiré profundo y miré fijamente a mi hermano. Sus ojos eran grises, igual que los de mi padre y los míos.
—Creo que ya voy a dejar de preocuparme tanto —dije—, yo elegí este camino y ya sabía que sería peligroso. Tengo que calmarme y hacer lo que tenga que hacer, lo mejor que pueda.
Draco sonrió.
—Nunca lo he dicho, pero te admiro.
—Debes ser la única persona que lo hace.
Me miró con incredulidad.
—Por favor, Cass. ¿Quieres que te enumere a todos los que te admiran? La lista es larga y creo que ahí entra incluso el señor oscuro.
—Claro que no, Draco. Él solo se admira a sí mismo.
Esbozó una sonrisa que me hizo saber que no estaba de acuerdo con lo que dije. Esas conversaciones con mi hermano me hacían sentirme muy feliz. Terminé de ayudarle a empacar y cerré el baúl.
—Te voy a extrañar —dije.
—Y yo a ti. Pero ya solo me faltan dos años para terminar, después vamos a vernos todos los días, como antes.
Le di un breve abrazo y salí de la habitación para ir a la mía. Tom estaba mirando por la ventana, aparentemente perdido en sus pensamientos. Parecía no haberse dado cuenta de mi llegada, así que me acerqué despacio y lo rodeé con los brazos.
—¿Qué haces? —preguntó, mientras se alejaba un poco para mirarme.
—Esa es una de las muchas maneras que encuentro para que sepas que te quiero —le respondí, y me acerqué para darle un beso en la mejilla.
Él esbozó una tierna sonrisa que nunca le había visto, y me hizo sonreír también.
—Todavía no termino de acostumbrarme.
—¿A mis arranques de cariño?
Negó lentamente con la cabeza.
—A que haya alguien que me quiera.
Me parecía imposible que nadie lo hubiera querido antes, pues finalmente, a mí se me había hecho muy fácil sentir lo que sentía por él.
—Pues planeo seguir haciéndolo por mucho tiempo más —le dije en voz baja.
En verdad esperaba tener mucho tiempo más junto a él. Los pequeños momentos como ese, llenaban mi corazón de felicidad, y me hacían saber lo mucho que crecía mi amor por él, con cada día que pasaba.
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𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮
Fanfiction«Soy un recuerdo, guardado en un diario durante cincuenta años». Lucius Malfoy le entrega el diario de Tom Riddle a la pequeña Ginny Weasley, y encarga a su hija mayor, Cassiopeia Malfoy, la misión de vigilarla de cerca. ¿Qué pasaría si el gran Har...