TREINTA Y SEIS

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Me rehusaba a abrir los ojos, seguía teniendo demasiado sueño, pero Tom me estaba acariciando el abdomen y me hacía cosquillas.

—¿Por qué no me dejas dormir? —le pregunté, todavía con los ojos cerrados.

—Porque tengo que hablar contigo —respondió.

Abrí los ojos lentamente y lo miré. Estaba bastante despeinado, pero cada mañana que despertaba junto a él, lo veía más atractivo.

—Te escucho —dije.

Se cubrió de la cintura para abajo con las sábanas y me miró fijamente.

—Necesito que aproveches que vas a ir a los mundiales de quidditch y me traigas a Barty Crouch junior.

—¿Estás seguro de que va a estar ahí?

—Sí, pero va a estar bajo una capa invisible y lo acompaña una elfina doméstica, no creo que te cueste mucho encontrarlo y traerlo aquí.

—Bien, haré lo que dices.

Sonrió y se acercó para besarme. Miré el reloj y me di cuenta de que ya debía levantarme, pues la idea era llegar temprano a los mundiales porque había quedado de ver a Fred y George, además, Tom me había puesto trabajo y no sabía qué tan fácil sería encontrar al tal Barty.

Después del desayuno, nos aparecimos en el lugar que habían elegido para el mundial. Me pregunté cómo encontraría a Fred y George entre la gran cantidad de tiendas que había. Nunca había visto a tantas personas juntas en un solo lugar. Mis padres y Draco entraron en nuestra tienda, pero yo inventé una excusa rápida y me fui a buscar a los gemelos. Por suerte, no tardé mucho en encontrarlos, ellos me vieron primero y se acercaron casi corriendo.

—¡Cassiopeia! —exclamaron al verme, como si les causara mucha emoción.

—¡Hola, chicos! —dije y me acerqué para darle un breve abrazo a cada uno.

—¿Cómo va todo? —preguntó Fred.

—Muy bien —respondí y sonreí— ¿Cómo están ustedes?

—Excelente. Hicimos una apuesta con uno de los funcionarios del ministerio, estamos casi seguros de que vamos a ganar.

—Buena suerte con eso.

Ellos intercambiaron una mirada, George murmuró una disculpa y se escabulló para ir a hablar con alguien.

—Escuché que ahora tu apellido es Riddle —dijo Fred, y su voz sonaba tan triste, como nunca la había escuchado.

—Así es. Todavía no me acostumbro.

—Y... Él... Quien Tú Sabes... ¿te trata bien? —su expresión cambió de la tristeza al nerviosismo.

—Sí, hasta ahora siempre lo ha hecho.

—Creía que tu vida al lado de él sería un infierno.

—No, la verdad es que no es así.

—¿Piensas pasar el resto de tu vida con él?

—Bueno... es mi esposo —me encogí de hombros.

—Cassiopeia... no tienes por qué. Yo he pensado mucho en eso... y creo que podrías dejarlo, si quisieras. Mis padres hacen parte de la orden y ellos podrían ayudarte y mantenerte a salvo... en un lugar seguro. Cerca de Dumbledore, Quien Tú Sabes no te hará ningún daño.

Fruncí un poco el ceño, pues no entendía a qué venían las palabras de Fred. Respiré profundo y me dispuse a explicarle mejor mi situación.

—Mi vida está unida a la de él, pero no es solo por esto —levanté mi mano derecha para mostrarle el anillo de bodas—, tampoco por esto —me recogí la manga hasta el codo y señalé la marca tenebrosa en mi antebrazo—. Lo que me une a él es algo que va más allá. Un sentimiento que tal vez no debería ser, pero que nació y ha crecido dentro de mí, desde la noche en que salió de la cámara de los secretos y chocó conmigo en un pasillo de Hogwarts. Tal vez, si quisiera, podría dejarlo, pero no quiero, porque mi lugar está a su lado.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora