CINCUENTA Y SIETE

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Mientras entraba en Borgin y Burkes, sentía que mi corazón iba a hacer un agujero en mi pecho y a salir despedido. Mi tía Bella abrió la puerta del armario evanescente y entró. Desearía haber estado tan tranquila como ella, pero se me hacía imposible. El otro armario evanescente estaba en Hogwarts, y tal como nos había contado en una de sus cartas, Draco había logrado arreglarlo de alguna manera con el único fin de que pudiéramos entrar en el colegio sin ser vistos. Cuando salí del armario, me encontré en una enorme habitación llena de montañas y montañas de objetos olvidados allí por muchas generaciones de alumnos. Me acerqué a mi hermano y le di un breve abrazo.

—¿Estás bien, Cass? —me preguntó en un susurro.

Asentí, intentando convencerme más a mí misma que a él.

—Dumbledore está en Hogsmeade —informó Draco en voz alta—, yo mismo lo vi salir.

—Tendremos que hacer que regrese —dijo Tom. Se acercó a mí y le dio un ligero apretón a mi mano. Ese pequeño gesto fue muy reconfortante y consiguió calmar al menos en parte el desasosiego que me estaba atormentado en esos momentos.

Caminamos un buen rato entre las montañas de objetos hasta que encontramos una puerta. Saqué mi varita del bolsillo y tuve que hacer enormes esfuerzos por que no resbalara de mi mano, que estaba sudando mucho. Me acerqué a mi hermano y lo tomé del brazo.

—No te alejes mucho de mí, Draco —le dije—, esto puede ponerse peligroso.

Él asintió y seguimos nuestro recorrido por el castillo hasta llegar a la torre de astronomía. Subí las escaleras detrás de Tom y a cada paso que daba, me sentía más y más preocupada. La verdad era que mi angustia no se debía tanto a la inminente batalla, sino a lo que Tom había dicho que me explicaría. Sentía que lo que me estaba ocultando era un secreto demasiado grande y no estaba segura de que mi amor por él pudiera soportarlo. Cuando estuvimos en la parte más alta de la torre, se me ocurrió cómo hacer que Dumbledore regresara al colegio. Levanté la varita y dije:

¡Morsmorde!

La marca tenebrosa apareció, suspendida sobre el castillo, era la primera vez que la invocaba. Esperaba que no hubiera un gran enfrentamiento, que todo terminara lo más rápido posible y sin necesidad de involucrar a toda la orden del fénix. Tal como había pensado, Dumbledore apareció en la torre de astronomía, muy poco tiempo después. Estaba solo, por lo que me pregunté dónde estaría Harry Potter.

—Traiganme a Potter —ordenó Tom, mientras sacaba su varita del bolsillo.

Tomé a mi hermano del brazo y bajamos las escaleras.

—¿Dónde estará? —pregunté, más para mí misma que para él.

—¿En la torre de Gryffindor? —dijo Draco.

—Puede ser.

Entonces, pensé en que sería más fácil encontrar a Potter si nos organizábamos mejor.

—Esperen un momento —dije en voz alta. Los mortífagos se fueron deteniendo poco a poco y se quedaron mirándome—. Vamos a registrar muy bien el castillo, hasta que lo encontremos. Draco y yo lo vamos a buscar en la torre de Gryffindor, tía Bella, Rodolphus y Adrian, deberían venir con nosotros.

Los dividí en grupos y les asigné una parte del castillo para que la registraran. Después de que todos se fueron, seguimos nuestro camino hacia la torre de Gryffindor. Por suerte, Draco había averiguado la contraseña para entrar. Todos los alumnos de esa casa estaban reunidos en la sala común, pero como era de esperar, a quien buscábamos no se veía por ahí.

—Venimos por Harry Potter —dijo mi tía Bella—, más vale que lo entreguen.

—¡Jamás! —exclamó un chico pelirrojo al que reconocí como el hermano menor de Fred y George.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora