CINCUENTA Y DOS

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En ausencia de mi padre, yo tenía que encargarme de muchas de las cosas que él hacía, ya que mi madre no estaba de ánimo para nada de eso. Tuve que ir a Gringotts a sacar algo de dinero de nuestra cámara y como había escuchado que Fred y George habían abierto una tienda de artículos de broma, decidí aprovechar que estaba en el callejón Diagon, e ir a ver cómo era. Cuando entré, no podía creer que hubiera tanta gente comprando. Recorrí la tienda despacio, mientras miraba la gran cantidad de artículos que había exhibidos. Me detuve al lado de una estantería llena de filtros de amor, y tomé uno de los frascos para mirarlo con detenimiento.

—¿Vas a llevar uno? —preguntó Fred, detrás de mí. Me giré lentamente para mirarlo y sonreí.

—¡Hola, Fred! —saludé— ¿para qué querría un filtro de amor?

Se encogió de hombros y se acercó un poco más a mí.

—Para dárselo a Quien Tú Sabes —dijo en voz muy baja, pero por su expresión, supe que estaba bromeando.

—Por supuesto que no —dejé el frasco donde estaba y me acerqué para darle a Fred un breve abrazo—. Felicidades, tu tienda está genial.

Él sonrió y yo localicé a George, que estaba explicándole algo a una chica. Fred le hizo una seña y poco después, se acercó.

—Hola, Cassiopeia —saludó.

—Hola, George —le dije—. Me alegra que hayan podido abrir la tienda que querían.

—Gracias, la verdad es que nos ha ido muy bien.

Miré a mi alrededor y sonreí.

—Puedo verlo.

En verdad me alegraba que les estuviera yendo muy bien, ellos me agradaban mucho y los consideraba mis amigos, era bueno que pudieran cumplir su sueño.

—¿Puedo preguntar por sus padres? —pregunté, mientras caminábamos por la tienda. Ellos intercambiaron una mirada.

—Bien, mi madre en casa y mi padre trabajando en el ministerio —respondió Fred—. Aunque no estamos viviendo con ellos ahora.

—¿Se mudaron? —levanté las cejas y me acomodé el cabello sobre el hombro izquierdo.

—Sí —respondió George—. Ahora vivimos aquí.

—Me alegra.

Intercambiaron una mirada de nuevo, y parecía que no se decidían a decirme lo que estaban pensando.

—Queríamos preguntarte cómo has estado —dijo Fred, con cautela—, ya sabes, por lo que pasó con tu padre.

Algo me decía que iban a preguntar eso.

—Yo estoy bien —respondí—. Puede sonar un poco extraño, pero... me hace falta.

—Es tu padre —dijo George—, sería más extraño que no te importara que esté... bueno... donde ya sabemos que está.

La forma en que lo dijo, me hizo sonreír.

—Tienes razón —le dije.

Dimos un par de vueltas por la tienda mientras me hablaban sobre lo que vendían y otras cosas. Al final, compré un par de detonadores trampa, el polvo de oscuridad instantánea y unos surtidos salta clases para darle a Draco.

—Nos alegra que hayas venido —dijo George cuando me entregó las bolsas con las compras.

—A mí también me alegra mucho verlos, chicos —dije.

Le di a cada uno un breve abrazo de despedida y consulté mi reloj, se me hacía tarde para ir a King's Cross por Draco. Me desaparecí y aparecí en la estación. En efecto, se me había hecho tarde, y mi hermano me esperaba con una expresión de impaciencia.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora