VEINTISÉIS

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A la mañana siguiente, tan pronto abrí los ojos, tuve la sensación de que no había visto nada tan bello en toda mi vida. Tom seguía durmiendo tranquilamente a mi lado, y me rodeaba la cintura con un brazo. Con mucho cuidado, porque no quería despertarlo, pasé mis dedos entre su cabello, descubriendo lo suave que era. Así, no se veía nada peligroso, parecía tan inofensivo, que nadie hubiera creído que era el mago oscuro más grande de todos los tiempos. Cuando abrió los ojos, parecía que no recordaba dónde estaba. Luego, esbozó una pequeña sonrisa.

—Cassiopeia —dijo a modo de saludo.

—Buenos días, Tom. ¿Descansaste?

Asintió y se acercó para darme un beso corto.

—¿Pasará algo si me quedo un poco más? —preguntó.

—No creo que nadie se atreva a decirte nada —le dije, y ambos sonreímos.

Estuvimos un rato dándonos besos, hasta que pensé que sería mejor ir a darme una ducha. Mucho después, mientras estaba envolviendo una toalla alrededor de mi cuerpo, llamaron a la puerta de la habitación. Supuse que Tom ya se habría ido, así que me apresuré a salir. Tan pronto abrí la puerta, me encontré con que Adrian había llegado y Tom estaba con nada más que los bóxers puestos. Recogió su ropa del suelo y salió, pasando por el lado de Adrian, sin decirle nada.

—Es que definitivamente no lo puedo creer —dijo Adrian, mientras me miraba con una mezcla de decepción, rabia y dolor.

—Adrian...

—¡No! —exclamó, interrumpiéndome— He estado enamorado de ti desde que teníamos once años, Cassiopeia, y tú nunca lo has notado, nunca te ha importado, nunca me has prestado atención. Pero llega él, salió de la nada y tú no lo pensaste dos veces antes de acostarte con él.

Sentí como si me hubiera arrojado una gran cantidad de agua helada. Estaba sin palabras, si lo que decía era cierto, ¿por qué nunca lo había sospechado siquiera?

—Yo... no pensé que... yo pensaba que me veías como yo te veo a ti, solo como una amiga... —le dije, e intenté acercarme, pero retrocedió, alejándose.

—Si me hubieras prestado suficiente atención, te habrías dado cuenta, pero jamás lo hiciste. He sufrido todos estos años amándote en silencio, pensando que un día corresponderías a mis sentimientos, pero no. Todo lo que he hecho es perder el tiempo. ¿Cómo pudiste llegar tan lejos con él? Ahora entiendo por qué aceptaste su propuesta, te convertiste en mortífaga solo para seguir siendo su amante. Has estado todos estos meses aquí, tranquila, acostándote con él, sin que nadie te moleste.

No soportaba ver el dolor en sus ojos, pero el tono tan agresivo en que me estaba hablando, me enfureció.

—Un momento, Adrian, no tienes por qué hablarme de esa manera, me estás ofendiendo y eso no lo pienso permitir —me acerqué y lo miré a los ojos—. ¡Lo siento! ¿Sí? Perdón por no haberme dado cuenta de que estabas enamorado de mí, pero ¿por qué nunca lo dijiste? Yo no adivino, Adrian, ni soy legeremante.

Sus ojos estaban llenos de lágrimas, en todos esos años de amistad, jamás lo había visto así y eso hizo que me doliera el pecho.

—Espero que nunca te sientas como yo me siento ahora.

Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos y yo también me puse a llorar.

—Hace unos meses, dijiste que no era mi culpa haberme fijado en él, porque eso no se escoge...

—Lo sé, Cass. Pero también te dije que involucrarte con él sí era una elección.

—¿Tengo que pedirte perdón por tener algo con él? Tú nunca me hablaste de tus sentimientos, no había nada entre nosotros, yo era libre de involucrarme con quien quisiera. No intentes hacerme sentir culpable por esto, porque no es mi maldita culpa. Te repito que lo siento, pero hacerte daño no fue intencional.

En todos esos años de amistad, jamás habíamos tenido una discusión. Me dolía haberle hecho daño, aunque hubiera sido sin querer, pero tampoco me gustaba la forma en que me había tratado. Se secó las lágrimas y me miró, un poco más calmado.

—Yo acepté venir aquí porque pensaba hablarte de mis sentimientos —dijo—, puede que ahora no me correspondas, pero quiero luchar por ganarme tu amor, quiero demostrarte lo que siento, porque creo que soy capaz de hacer que me veas de otra manera.

Resoplé y pensé en que sería mejor ser muy sincera con él.

—Adrian... yo no estoy segura de que pueda funcionar...

—No hay manera de que lo sepas hasta que no lo hayamos intentado. No tiene que ser ahora, pero por favor, Cass, yo te quiero.

—Yo también te quiero, y lo sabes, solo que no de la misma manera que me quieres tú a mí.

Se acercó un paso y me tomó de la mano.

—¿Qué te hizo? —dijo en voz baja y mirándome con los ojos llenos de dolor— ¿Por qué te fijaste en él?

—Yo me hago las mismas preguntas, Adrian, el problema es que no tengo una respuesta para eso.

Me dirigió una última mirada llena de dolor y tristeza, y luego salió de la habitación. Al estar a solas, me senté en la cama e intenté procesar todo lo que me había dicho. Me sentía terrible, en realidad valoraba mucho mi amistad con Adrian, y sentía que los sucedido la iba a arruinar por completo. Después de que me vestí, me lavé la cara para que no se notara que había llorado. Me dirigí al comedor a desayunar y me encontré con Tom cuando llegué al primer piso.

—Fue muy conmovedora la declaración de tu amigo —comentó en voz baja y con un poco de sarcasmo.

Lo miré levantando las cejas.

—¿Ahora escuchas conversaciones ajenas? —pregunté. Esbozó una sonrisa radiante.

—No. Él estaba gritando a los cuatro vientos que te ha amado desde que era un niño. Creo que todos pudimos escucharlo claramente.

—Esa conversación fue un desastre.

—Cassiopeia...

—¿Sí?

—¿Tendrías algo con él?

Me miraba muy serio, a la espera de una respuesta.

—No, se me hace casi imposible verlo como algo más que un amigo.

—Mejor así.

La expresión en su rostro me inspiró algo de desconfianza, era casi como si estuviera tramando algo, más tarde supe que no estaba equivocada.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora