La mañana del funeral de Ginny me levanté muy temprano, elegí un vestido negro muy elegante, me peiné e intenté disimular los círculos oscuros bajo mis ojos y la palidez de mis mejillas, con algo de maquillaje. Seguía sintiéndome muy mal, y lo más seguro era que cerraran el colegio, así que tendría que regresar a casa con mi padre, lo último que quería era verlo a diario.
El cementerio estaba muy lleno de personas, y yo me mantuve muy alejada de la familia Weasley. Dumbledore y el ministro de magia, Cornelius Fudge hablaban en voz baja en un lugar apartado. Como yo tenía la horrible costumbre de escuchar conversaciones ajenas y quería saber si decían algo de mi padre, me acerqué a ellos con disimulo y agucé el oído.
—Eso es absurdo desde todo punto de vista —decía Fudge—. ¿Cómo esperas que creamos que Quién Tú Sabes ha regresado, pero que ahora se ve como si tuviera diecisiete años?
—Harry lo vio —replicó Dumbledore—. El recuerdo guardado en el diario se hizo real, por eso murió la señorita Weasley.
—No podemos creer todo lo que un niño de once o doce años nos diga, por favor, Albus.
—Todos tienen que saber que regresó, Cornelius.
—No vamos a generar pánico cuando no estamos seguros de que haya regresado o no.
—No actuar a tiempo, puede causar muchas muertes innecesarias.
—Ya te dije, hasta que no haya pruebas contundentes de su regreso, no pienso hacer absolutamente nada.
—¿Y en cuanto a Lucius?
—Eso que has dicho no son más que calumnias, yo conozco personalmente a Lucius y sé que no haría una cosa de esas. Es un hombre de intachable reputación, además de que pertenece a una de las más antiguas y respetables familias de sangre pura. Respeto que hayan decidido sacarlo del consejo escolar, pero me parece que culparlo por lo sucedido, ya es demasiado.
—¿Y qué va a suceder con Hogwarts?
—No considero necesario cerrar el colegio, ahora que no hay ningún monstruo que pueda atacar a los estudiantes. Además, faltan solo unas cuantas semanas para terminar el año escolar, estos jóvenes necesitan educarse.
Al escuchar las palabras de Fudge, me pregunté una vez más a dónde habría ido el señor oscuro. El ministro no creía que hubiera regresado, y la verdad, si yo no lo hubiera visto con mis propios ojos, seguramente tampoco lo creería. Me alejé un poco, pues comenzaron a hablar de asuntos del colegio, y me dediqué a mirar en silencio cómo transcurría el funeral. Me parecía casi increíble que Ginny ya no estuviera, solo tenía once años y nunca pudo llegar a ser adulta. Sus padres y hermanos lloraban copiosamente alrededor de la tumba recién cavada, y al verlos, quise ponerme a llorar de nuevo. Pero no, ya había sido suficiente, no iba a llorar cuando había tantas personas viéndome. Tan pronto terminó todo, salí de allí y regresé al colegio. Entré en la sala común de Slytherin y me acerqué a mi hermano, que estaba sentado junto a Pansy Parkinson.
—No me digas que estuviste en el funeral —dijo Draco, cuando me vio llegar a su lado—, no tenías nada que ir a hacer allá.
Lo miré, irritada y resoplé.
—No empieces, Draco —le dije.
—Tengo razón, Cass, a quién le importa que haya muerto.
Respiré profundo e intenté no comenzar a gritarle.
—Tú eres igual a mi padre, ¿no? —le dije lo más calmada que pude y lo miré con decepción— eres incapaz de sentir algo de empatía por el dolor de los demás. Ojalá nunca vayas a perder a alguien que te importa y tengas que saber cómo se siente, si es que alguien te importa en realidad.
Me miró, herido.
—Tú me importas, eres mi hermana y te quiero, pero a veces no entiendo por qué insistes en mezclarte con gentuza de tan mala clase.
—Hay muchas cosas que no entiendes, pero tal vez un día lo hagas.
Me alejé unos pasos y me dejé caer en uno de los sillones. Poco después, apareció Adrian y se sentó junto a mí.
—¿Cómo te fue? —preguntó.
—Bien, en lo que cabe —respondí.
—¿Ya te sientes mejor?
—Un poco. Escuché que ya no van a cerrar el colegio.
—Esa es una buena noticia, dado que no querías regresar a tu casa.
Asentí. Esperaba que para cuando llegara la hora de regresar a casa, ya se me hubiera pasado el disgusto con mi padre. Adrian buscó en sus bolsillos y sacó una rana de chocolate.
—Es para ti —dijo.
La tomé y le sonreí.
—Gracias.
Largo rato más tarde, entré en mi habitación y me cambié de ropa por algo más cómodo. Cuando me acerqué a mi mesa de noche, encontré un papel enrollado, lo tomé y me dispuse a leerlo:
Te veías muy hermosa hoy, Cassiopeia. Espero que pronto volvamos a vernos.
No estaba firmada, pero aquella letra se me hacía vagamente familiar. No recordaba en dónde la había visto, no tenía idea de a quién pertenecía. Lejos de sentirme halagada por el cumplido que había escrito allí, me sentí preocupada. ¿De quién se trataba?
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𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮
Fanfiction«Soy un recuerdo, guardado en un diario durante cincuenta años». Lucius Malfoy le entrega el diario de Tom Riddle a la pequeña Ginny Weasley, y encarga a su hija mayor, Cassiopeia Malfoy, la misión de vigilarla de cerca. ¿Qué pasaría si el gran Har...