CINCO

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El primer petrificado apareció la misma noche del partido y entonces todos supimos que el asunto de la cámara de los secretos no era ningún juego. Mi padre seguía exigiéndome que le contara todo lo que supiera de Ginny Weasley, pero ella se comportaba cada vez de manera más extraña y era difícil poder saber qué era lo que en realidad le sucedía. Una tarde, estaba en la biblioteca con Adrian, buscando unos libros que necesitábamos para hacer la gran cantidad de trabajo que teníamos, cuando Ginny apareció. Se me acercó con timidez, y yo me alejé unos pasos de Adrian, pues sabía que lo que hubiera ido a decirme, no lo hablaría frente a él.

—Hola, Ginny —saludé con amabilidad.

—Hola, Cassiopeia —dijo ella, en un susurro.

—¿Cómo estás?

Miró para todas partes antes de responder.

—Intenté deshacerme del diario, pero no pude, ahora Harry lo encontró.

—¿Qué? ¿Pero cómo?

—Él lo tiene, y tengo que recuperarlo.

—Si quieres, puedo ayudarte.

Ella asintió, yo le indiqué que me esperara un momento y me acerqué a Adrian.

—Nos vemos luego —le dije al oído.

—Pero Cass —respondió él— tenemos trabajo que hacer, además, hoy es tu cumpleaños.

Parecia imposible, pero había olvidado que era mi cumpleaños número diecisiete, además, nadie me había dicho nada, no había recibido ni una sola felicitación.

—No tardaré —dije.

Él asintió lentamente y yo salí de allí con Ginny. Entramos en la sala común de Gryffindor, por suerte, estaba vacía y nadie me vio. Subimos a los dormitorios de los chicos y entramos en la habitación de Harry Potter. Jamás hubiera pensado estar en la torre de Gryffindor, me quedé observando la decoración y mirando por las ventanas, hasta que recordé a qué había ido. Comenzamos a registrar las cosas de Potter, al principio sin mucho éxito, hasta que recordé una forma mucho más sencilla y rápida de encontrar lo que estábamos buscando y saqué mi varita.

¡Accio diario! —dije, y pronto el cuaderno salió del baúl donde estaba y llegó volando a mis manos— aquí está.

Se lo devolví a Ginny y ella lo guardó.

—Gracias por tu ayuda —dijo.

—No hay de qué. ¿Qué piensas hacer ahora con el diario?

—No lo sé, creo que me equivoqué al escribir tantos secretos ahí.

—No había manera de que supieras que tenía algo malo. Además, a veces necesitamos decirle lo que sentimos a alguien, y si no hay nadie que pueda escucharnos, escribir es una buena opción. No puedes culparte por poner tus secretos en un cuaderno que parecía inofensivo.

—Una de las mejores cosas que puedes sentir es que tienes alguien en quién confiar, que te escucha sin juzgarte y te comprende.

—Eso es verdad. Ahora que tenemos,
El diario, será mejor que salgamos de aquí, alguien puede vernos y yo me metería en un problema serio.

Ella asintió y salimos rápidamente de allí. Crucé la sala común casi corriendo e iba a salir por el hueco del retrato, pero me encontré de frente con Fred y George, que iban entrando.

—Este es el último lugar en donde pensé encontrar a Cassiopeia Malfoy —dijo Fred.

—Hasta donde recuerdo, tú estás en Slytherin ¿no? —continuó George. Mi mente comenzó a trabajar rápidamente en inventar una excusa, necesitaba justificar esa situación con urgencia.

𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓱𝓮𝓻𝓮𝓭𝓮𝓻𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora